Cena y buen jazz para disfrutar

Por medio de mensajes nos pusimos de acuerdo con mi hermano para ir esa noche al jazz tras un largo tiempo sin vernos. Pelao (mi hermano) está en modo privado, es decir, sin vida en redes sociales y cuidando su privacidad.

Partimos por ir a cenar a El Caramaño en barrio Bellavista, un sitio que recuerdo desde mis tiempos universitarios y que curiosamente mi hermano no conocía. Partimos con el trago de la casa Caramañazo mientras disfrutábamos un oreganato (provoleta derretida al orégano). Luego sumamos la Reineta a la diabla acompañada de puré y otra con papas doradas, una botella de sauvignon blanc de valle Casablanca y un buen cierre con café negro.

Salimos satisfechos con la mirada puesta en el show de jazz que venía en nuestro querido Thelonious. Allí nos recibió afectuosamente como siempre el magnífico Erwin, quien nos consiguió de inmediato una mesa, a pesar que estaba lleno el lugar.

La función de hoy estaba a cargo de Nelson Oliva Quinteto para su bien logrado homenaje a Art Blakey and The Jazz Messengers. Una delicada y bien seleccionada porción de temas para deleite de los amantes del jazz. Aquí un registro fotográfico del filete https://www.facebook.com/mavaria/media_set?set=a.10155206696043707.1073741864.642853706&type=3

Una noche exquisita que terminó con una intensa sesión de conversaciones en mi departamento hasta avanzadas horas de la madrugada.

040 : sorprendente cocina de autor

En barrio Bellavista hace ya un tiempo existe el Hotel boutique Tinto en Antonia Lope de Bello 040, pero lo que no sabía es que escondía un restaurante de cocina de autor en su interior. Así que internet mediante, me aseguré un cupo una de estas noches calurosas para ir a probar.

El sitio muy elegante incluyendo una guapa anfitriona me recibió unos minutos antes de la hora reservada, por lo que debí esperar en una salita de estar, lo que me permitió observar el cuidado diseño de los detalles. Exactamente a la hora prevista, me hacen descender al subterráneo en donde se ubica el restaurante.

Un sitio de temperatura fresca y buena música, con pocas mesas y nutrida atención. La oferta claramente son las degustaciones, pues cada día es una sorpresa gastronómica a cargo de los chefs. Degustaciones de 6, 10 y 12 tiempos las que pueden acompañarse con 3 grupos de cepas de vino. Esta noche fui con los 10 tiempos y los maridajes recomendados de vino, así sabría con propiedad el estilo del lugar.

Algo lento el proceso, pero eficaz. Partimos con un espumante Conosur brut Biobío que me acompañaría por 3 tiempos. Llega una cucharilla en conjunto con unas almejas y el cóctel del diablo (leche de Tigre) que venía en una base con hielo picado y concha de almeja. Levemente picante, pero sabroso.

Ahora llega un tenedor y una impresionante presentación de piedritas en una base alargada con un crocante con palta y kanaoko (corvina), deliciosa!!.

Continúa un niguiri de palometa con azafrán, nuevamente con un toque picante (bien para mí) y la copa se llena con un Matetic Corralillo chardonay (valle de San Antonio) que podría durar para 4 tiempos más.

Aparece un miso picante con niguiri atomatado de merluza envuelto en betarraga, sorprendente. Continúa la música chillout y el tiempo siguiente es un pan chino relleno con cerdo con curry pintado con dulce de maní, sésamo y albahaca, todo montado en una escultura de Budha.

Mientras esperaba el siguiente tiempo, observo el patio interior con cielo abierto, el sitio para los fumadores. Un detalle que se agradece. Pronto viene un tomate semiseco relleno con sierra ahumada,  salsa de lechuga y alcaparras. Magnífico!!

Sigue una pata de pollo deshuesada asada muy crocante con salsa barbecue y puré de patatas y pollo caliente en un sobre papel. Al principio, me dejó estupefacto, pero luego cedí al olor y sabor, pero quedé un poco contrariado. Posteriormente una versión de humita con mermelada de tomate y albahaca, ni tan interesante, montada sobre una galleta.

El turno siguiente fue para un rollito de calamar al alioli, que se enrolla para obtener la  mezcla de los sabores, seguido de unos churros de merluza con salsa, que vino acompañado con un Pinot noir Villard (valle de Casablanca).

Por fin llegó el turno de los postres y partimos con el acompañamiento líquido, un Legado de Martino late harvest 2005 (Valle del Maipo) para disfrutar un marshmallow con  harina tostada y chocolate negro. Extraordinario!!

Seguimos con una paleta helada de limón mermelada de frambuesa al vinagre y queso de cabra, todo servido en un pote con piedras de cuarzo, bloque de hielo y una hermosa flor. Hasta aquí los disfrutes gastronómicos, pero no termina, pues me anuncian una sorpresa. Un speakeasy, es decir, un bar clandestino en la terraza (techo) del lugar.

Salí del restaurante por la puerta de un refrigerador (falsa por supuesto) para abordar un lentísimo ascensor que lleva al techo de la casa y descubrir un tremendo bar, con esa oscuridad cómplice propia de los clandestinos de antaño.

Concluí entonces este disfrute, sentado a la barra disfrutando un ron Zacapa de 23 años maravilloso, mientras escuchaba buen swing.

Gran experiencia!!!

Puerto Bellavista : un lugar disfrutable

Hoy decidí dar una mirada al Patio Bellavista, al cual no ingreso realmente hace mucho tiempo. Salvo por Barrica 94, Zocca y Bellavista Grill, no he ingresado hace años.

Ocupa el lugar de unos de mis restaurantes más visitados, el Antojo de Gauguin, añorado lugar de unos queridos amigos. Muy bien ambientado, al punto que los mozos visten con poleras marineras y son notablemente atentos. Partí con una provocación, un aperitivo de Leche Fría, jugo de ceviches con sauvignon blanc y especias. Definitivamente le habría puesto algo de jenjibre para darle más personalidad, pero igual estaba bueno. A continuación un plato de locos como entrada, muy contundente y sabroso. No resistí la tentación de comer una reineta frita a las finas hierbas con papas mayo y ensalada chilena, pero jamás pensé que el plato iba a ser tan descomunalmente grande. Estaba exquisito y perfectamente sellado en el batido con hierbas frito, además la ensalada chilena llevaba cebolla morada lo que añadió un espectacular sabor a mi almuerzo. Una botella de pinot noir acompañó el festejo gastronómico.

Un buen lugar que vino a renovar la oferta del Patio.

Terraza Barandales : un sitio cool

Cada cierto tiempo, barrio Bellavista recoge nuevos sitios de disfrutes y se aparecen cuando salimos en cacería con mi hermano. Esta noche, con ganas de conversar y de conocer un buen sitio tranquilo, nos sorprendimos con un local en Dardignac que nos entusiasmó solamente cuando supimos que tenía una terraza en la zona superior.

Francamente no habríamos ingresado sin saber que tenía terraza. Después de todo, era una de esas noches calurosas y merecía la visión de las estrellas afortunadas que se hacen notar entre la nube de smog.

Instalados en un rincón de una terraza muy linda, con una barra de bar, mesas bajo paraguas y una buena música, se nos presentó un buen carrete. Vimos en la carta que habían piqueos interesantes y además vinos, todo lo cual venía de maravillas para nuestra reunión. Unas croquetas de jamón, unas gambas a la plancha al oliva y perejil además de un tártaro de salmón eran suficiente excusa para pedir una botella de Malbec argentino Finca La Linda (a estas alturas mi fetiche del Malbec).

Larga conversación sobre los últimos sucesos en la vida de mi hermano, momentos complejos de los cuales (presagio) saldrá bien parado, ya que él ha sido impecablemente honesto y buena gente. Me siento orgulloso de tener un hermano así de power.

Rica noche, un buen lugar para conversar y comer rico.

Kinsa : nueva experiencia

Hace un buen rato que no descubría un nuevo restaurante en Bellavista. La espera no fue en vano pues encontré a Kinsa (significa 3 en quechua, por los tres conceptos del lugar : bar, cocina y mercado).

Es un lugar pequeño pero de buen diseño, muy bien atendido y ambientado como me suele gustar. Una gran barra de bar con nutrido arsenal de tragos y vinos. En el muro al frente, las repisas con una variedad de productos chilenos de mercado y en el espacio entre ambas, las mesas del restaurante.

Ya instalados, revisamos la carta partiendo por una sorprendente gama de tragos, cervezas y cocktails. También la lista incluye entradas, tablas, platos de fondo, sándwiches, ensaladas y postres. También hay carta de vinos para acompañar una buena cena con productos chilenos.

Decidimos hacer una prueba de conceptos, por lo que la selección fue unas papas kinsa, papas fritas con cáscaras, sal de Cáhuil (costera), algo de mayonesa con ajo ahumado y ketchup casero (fantástico). La chica que nos atendía nos confirmó que era una de las especialidades del sitio. Pedimos además una Tabla del norte con ostiones a la parmesana, queso de cabra marinado, queso de cabra maduro, unas ricas aceitunas, una porción de cebiche,  pan de campo y pebre luche.

Lo anterior, permitía justificar el beber unos cocktails que nos llamaron la atención. Uno llamado Llastay, pisco diaguitas reservado transparente, jugo de naranjas, miel de palma, campari, clara de huevo y romero. El otro, un horchata sour,  con pisco, jugo de limón, jugo de naranjas y horchata (a mi partner le gusta lo dulce).

Una experiencia extraordinaria, superó nuestras expectativas y evidentemente volveremos con más tiempo por una cena como corresponde.

Cabildo : cocina criolla con estilo

Ubicado detrás del hotel boutique Castillo Rojo, otrora la icónica Casa Roja de la plaza Camilo Mori en barrio Bellavista, existe un pequeño pero sorprendente restaurante, el cual visitamos una primaveral noche.

Se trata de Cabildo, el cual está pulcramente diseñado para hacernos creer que estamos en la casa de algún antepasado. Cada detalle cuenta, pues las mesas están preparadas con esos juegos de loza que ya son objetos de colección, copas esmeriladas, posa cubiertos, servilletas estampadas y bordadas incluidos los preciosos individuales.

Un servicio atento, con una carta que incluye denominaciones ya desacostumbradas pero muy chilenas de la vieja guardia. Entremeses, Hervidos, Platos de Resistencia, Ensaladas, Compañía, Encurtidos, Salsas, Postres, con variedades de platos criollos que ya había olvidado su existencia.

Una vez que ordenamos los aperitivos, pisco sour y Pichuncho, el mozo trajo a cada uno una vianda, la inolvidable Choca obrera, conteniendo una empanadita de pino, queso cabeza, una papa rellena y pebre de invierno. Maravilloso comienzo.

Decidimos como entremeses, palta reina y palta cardenal que nos servirían de suculenta entrada. Para los fondos, un caldillo de congrio y una plateada con puré picante, ambos definitivamente exquisitos y acompañados de una botella de Malbec reserva Koyle Royale delicioso.

Para los postres no pudimos evitar la tentación de un turrón de vino y de la torta colegial con manjar, un viaje dulce a la niñez. Al cierre, agua de hierbas y café negro.

Maravilloso lugar, una visita obligada a la casa de la tatarabuela.

Closer : una obra notable

Esta es la obra de teatro de Patrick Marber que posteriormente dio origen a la famosa película del mismo nombre del 2004 la cual me resultó fascinante por la crudeza arquetípica de los personajes. Pues bien, esta versión dirigida por Cristián Campos quien además actúa junto a Adriana Stuven, Amaya Forch y Francisco Gormaz, resulta ser una delicia.

Es una sucesión de infidelidades, encuentro sexuales y traiciones mutuas llevadas al extremos entre estos personajes que solo creen amar lo que desean, lo que no poseen. Cuando lo logran, nuevamente la pareja abandonada y ya enganchada en otra relación, se convierte en un renovado objeto de deseo. La frase que dice una de las chicas es muy reveladora del fenómeno, «tu solo amas lo que sientes cuando estás conmigo», es casi una definición de este tipo de «relaciones modernas» llenas de ego y precariedad.

Muy bien actuada, en un escenario mínimo y poco iluminado, las escenas se suceden implacablemente en los encuentros y desencuentros que tienen estos cuatro personajes. El ritmo de esta comedia triste solo deja ver la fragilidad de estos seres, tratando de estar cerca para luego alejarse en la música de sus deseos.

Imperdible!!!

en Kamino (Ko) un sitio interesante

Sospecho que había pasado enfrente de este restaurante en varias ocasiones y francamente no había notado su existencia en el barrio Bellavista, a pesar de estar al frente del Peumayen y casi al lado del Azul Profundo. En este día, deambulando por calle Constitución, miré su interior y no pude evitar la tentación de probar. Un sitio espacioso con una distribución de las mesas que permiten esa pequeña privacidad que solo el espacio provoca.

Una vez ubicado en una mesa en la zona sur del local, una amable chica me ofreció el menú. Tras escuchar el relato de los platos que componían el menú, hice como casi siempre y pedí la carta para examinar un poco más la oferta. Una carta sencilla pero con una buena variedad de tablas, pizzas, ceviches, quesadillas, sandwiches y algo muy especial, una gran oferta de cervezas artesanales.

Recorrí con curiosidad la lista de cervezas que incluía la valdiviana  Calle Calle Naguilan negra (fue mi elegida para comenzar el disfrute), unas Monte Verde con sabores a frutas, Valtare, Mister Ebers, Nomade, Schofferhofer, Copper y Clausthaler. Interesante oferta que aporta diferenciación al lugar.

Para comer, me sorprendí con una Pizza Chilena con una masa al orégano, carne, cebolla, ají y tomate. Deliciosa!!. Mientras disfrutaba mi plato, pude confirmar el buen gusto en la decoración. En la entrada inmediatamente a la izquierda, un delicioso living para quienes prefieren un formato lounge, al centro del local un lindo bar, en un gran muro un precioso mural y al otro extremo, el muro es una pantalla gigante sobre la cual se hacen proyecciones. Durante toda mi incursión se escuchaba buena música con un volumen perfectamente acondicionado para agradar.
Un lugar interesante y prometedor!

La Terraza de Matilde : nuevo disfrute

Hacia octubre 2014 divisé el movimiento en las alturas de un pequeño edificio de 6 pisos en la esquina de Chucre Manzur y Antonia Lope de Bello, pero no fue hasta hoy que decidí hacer una incursión en su territorio. Una hermosa chica sentada junto a un ascensor es la puerta de entrada al lugar. Chequea por radio si existe espacio para mi visita y pronto me encuentro ascendiendo en un ascensor vidriado que me da una linda vista sobre Bellavista.

Si bien el restaurante pretende ocupar los pisos 5 y 6 del edificio, todavía opera en la linda terraza que evidentemente proporciona la mejor vista al Cerro San Cristóbal y a los techos de tanta enorme casona que llena el espacio del viejo barrio devenido en restaurantes, hoteles boutique y cuanto antro pub puede uno imaginar. Es evidente que mi habitualidad en el sector tiene mucho que ver con esta impronta disfrutable que emana el barrio.

Hacia el norte, la terraza permite visualizar la zona del zoológico y sus accesos, hacia el oriente los enormes edificios de sanhattan y hacia el sur los techos de innumerables locales que alguna vez fueron casas de barrio.

Llega a mi mesa una chica rubia con unos ojos verdosos impresionantemente hermosos para ofrecerme las cartas de comer y beber. Parto por pedir un espumante al verde, basado en espumante Ricadonna Brut, con jenjibre y limón de pica. Un certero preámbulo para poder elegir un plato de almuerzo y alguna buena cepa de vino.

Una carta diversa pero acotada, de donde elegí una mechada con puré rústico al merken, algo que suponía iba a ser pertinente para el hambre disponible. Cabe destacar que en el intertanto llegaron dos piezas de pan caliente con salsas de untar muy peruanas, lo que me apaciguó deliciosamente el ansia inicial.

El plato que elegí estaba abundante y delicioso pues además lo acompañé con el mejor vino de la carta, un ensamblaje de Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon, Tamaya del valle del Limarí, una delicia imperdible.

Un almuerzo tranquilo, animado por una buena música house, una brisa delicada y la tranquilidad que solo la altura imprime a los paisajes. Para los postres, un pie de maracuyá con el café negro de rigor dieron término formidable a esta filetaria incursión.

 

Los Justos : una obra potente

Días atrás había visto unos letreros que anunciaban una obra en teatro Sidarte llamada Los Justos. No me habría llamado la atención de no ser por la figura sombreada de una chica armada de una pistola en pose agitadora de masas y que el guión se basaba en la obra Los Justos de Albert Camus. Pues bien, compré mi entrada y me dispuse a verla.

Los justos es la historia basada en un hecho real de un grupo de revolucionarios durante la tiranía zarista. El grupo clandestinamente planifica un atentado contra el gobernador de Moscú, el Gran Duque Sergio con la idea de contribuir a la liberación del pueblo e iniciar el camino a la revolución. Hasta aquí todo bien enmarcado y justificado por la ideología revolucionaria. Sin embargo, en el momento en que el más entusiasta de los revolucionarios debe lanzar la bomba para matar al tirano, observa que va acompañado por un par de niños y se arrepiente.

Reunidos nuevamente, se desata el conflicto. Se acobardó el revolucionario?, dejó de creer en la necesidad del terrorismo como disparador de la revolución del pueblo?. El fin justifica los medios?

Por momentos angustiante, los personajes se debaten entre sus ideales, sus historias personales y sus dilemas éticos acerca del valor de la vida. La Compañía Teatro Sur hace una apuesta osada al ofrecer al público un tema complejo y cuestionador. La sala llena me parece una buena forma de medir que resulta interesante y la ovación al final, el cierre perfecto.