Glaciar Colgante El Morado : gran paseo post navideño

Aunque es bastante habitual que la mayoría de mis fines de semana salga a la montaña con mi querido club malayo, en pocas ocasiones le dedico una crónica y en esta ocasión me resarciré de parte de la deuda, porque creo que este paseo dominical fue extraordinario y un fiel reflejo del hermoso espíritu que anima a tanta gente a compartir en la montaña.

Un año especialmente intenso en emociones y que afortunadamente termina en las próximas horas, no impidió  las 50 salidas que el club organizó. Este año no solo marcamos más de algún record en asistencia (más de 60 malayos en un trekking y más de 400 inscritos en nuestras bases de datos), sino que nos dimos espacio para ser solidarios con muchos hermanos que sufrieron estragos por el terremoto, también celebramos a lo grande el cumpleaños del club (D.I.M) y disfrutamos cada una de las salidas con nuestro menú malayo, esa deliciosa forma en que festejamos cada cumbre. También este año, inauguramos las salidas para los que se inician en la montaña y especialmente para los niños, una iniciativa notable de Gustavo. En definitiva, este fue un gran año malayo.

El domingo después de Navidad, nos citamos en el habitual punto de encuentro de Av. La Florida a las 7:30 horas, hasta adonde llegaron alrededor de 50 malayos, la mayoría viejos compañeros de aventuras pero también algunos que recién se integran. Por vez primera, nuestro gran David no alcanzó a llegar en los tiempos acordados y a la hora señalada nos fuimos en caravana hacia El Cabrerío, donde finalmente todos reunidos, iniciamos el tramo zigzagueante rumbo al glaciar colgante.

Una ruta de moderada dificultad bajo un sol implacable nos condujo tras algo menos de tres horas a ese maravilloso santuario que es la laguna con el glaciar colgante de fondo. Todavía y a pesar del calor, hay restos importantes de hielo flotando e incluso en tierra firme.

En esta ocasión tuvimos la participación de un ser notable, una chica no vidente que hizo el trekking con tanta habilidad que muy pocos se dieron cuenta de su condición y que cuando se comentó a su llegada arrancó aplausos espontáneos y emocionados de todos nosotros, gran valor!!!. Momentos como ese, nos llenan el corazón de alegría, porque en nuestra visión, la montaña no es sitio de atletas ni de competencias. cada uno de nosotros sube su propia cumbre, un personal y silencioso desafío.

Instalados en las riberas de la laguna, nos dispusimos a la parte más sabrosa de nuestro paseo. Comer y beber cosas ricas que llevamos para compartir. Aunque era imposible que alcanzara para todos, abrí una lata de aceitunas rellenas de anchoas y una botella de un fantástico ensamblaje de Las Casas del Toqui Assemblage 2005 (Valle del Cachapoal) que compartimos golosamente. Mientras tanto, otro malayo sorprendió con un pisco sour casero que celebramos añadiendo hielo del glaciar (milenario), por allá aparecieron versiones de pan de pascua de las más diversas recetas, unas cerezas corazón de paloma, un ceviche de mariscos, más vinos, cervezas, chocolates, café  y una infinidad de exquisiteces que me costaría nombrar.

Como parte del descanso post menú malayo, algunos fuimos a pasear sobre el glaciar y otros se afanaron en practicar complejas posiciones de yoga, para delicia y admiración del resto que simplemente reposaba.

A la hora del retorno, muchos nos dedicamos a tomar fotografías de tanta belleza que encierra el Cajón Las Arenas, las que se sumaron a las que tomamos en el glaciar.

Un gran paseo, un gran año y sobretodo un gran Club!!

Ascenso al cerro Manchón : gran experiencia

Este lindo cerro es quizás el  menos conocido de aquellos que se encuentran en la zona de Yerba Loca. De hecho constituye un punto de observación entre los cajones de Yerba Loca y la Disputada, con una vista en primer plano de los cerros La Paloma y El Plomo.

Originalmente ibamos a ascender el cerro Minillas con los malayos, pero por esas cosas de la vida, terminé acordando una salida distinta con un malayo amigo.

Nos juntamos a las 7:00 AM y partimos rumbo a Farellones, específicamente hasta el estacionamiento de la Mina Disputada, en donde iniciamos el disfrute de montaña alrededor de las 8:15 AM.

Partimos con un día soleado, aunque con una temperatura algo baja. El ascenso se inicia con una gran pendiente, por lo que a los 15 minutos ya nos estabamos desabrigando, pues ya transpirábamos abundantemente. El sendero se pierde rápidamente y hay que guiarse por referencias más globales y algunos hitos que van apareciendo.

Tras un par de horas, las nubes comenzaron a nublar todo. Un fenómeno muy especial, ya que parecían nacer del valle que da hacia la mina y como si fuera broma, las nubes se estacionaron exactamente encima del nuestro destino, el cerro Manchón.

Cinco horas y fracción de paseo para lograr la cumbre y comenzar nuestro pequeño banquete malayo, inscribirnos en la libreta de cumbre y dejar un presente para los próximos visitantes.

El regreso fue la oportunidad de tomar lindas fotos del paisaje de montaña, pues aunque no pudimos disfrutar de la vista de los otros cerros (nuestro objetivo), igual el paisaje es notable.

Muy cansados regresamos a Santiasco, pero profundamente alegres por el logro conseguido.

DIM : 12 años celebrando la montaña

Pensar que un disfrute de fin de semana que hace 12 años iniciaron unos pocos, hoy sea motivo de celebración para alrededor de 80 amantes de la montaña y que la base de datos de nuestro club ya anote más de 400 integrantes, la verdad es que resulta insólito y al mismo tiempo un gran movilizador del entusiasmo y la buena onda que tienen este fantástico Club Malayo. El DIM, Día Internacional Malayo, es una gran fiesta!!.

La diversidad, la tolerancia, la solidaridad y sobretodo las ganas de disfrutar sanamente en nuestra hermosa cordillera, nos reúnen todos los fines de semana. Aunque no siempre suben los mismos, se repiten los valores que nos unen y que permiten que tantas personas distintas podamos disfrutar juntos no solo un buen ascenso a un lindo cerro sino que además ser capaces de compartir con alegría un menú malayo, esa excusa que inventamos para hacer más disfrutable aún cada paseo. Son muchos quienes nos esmeramos en llevar algo rico o distinto en nuestras mochilas para deleite de todos en ese instante maravilloso en que celebramos estar juntos en la montaña.

Me siento orgulloso de ser un malayo y compartir con gente maravillosa cada semana. Al fin y al cabo, no celebramos tanto el llegar a la cumbre sino que mucho más, el estar juntos disfrutando la belleza de la  naturaleza y la humanidad.

Felíz cumpleaños malayos!!!!

Volcanes en Atacama: una experiencia increíble

Como es habitual, planifiqué una experiencia total  para octubre, un mes especial para cumplir los objetivos del año. Con mi gran amigo polaco Zdzislaw nos propusimos ascender volcanes de Atacama por unos cuantos días de vacaciones y comenzamos con meses de anticipación definiendo objetivos y condiciones para cumplir nuestros malayos sueños de cumbres.

Embarcados en un vuelo de LAN, llegamos  a Calama y luego nos trasladamos a San Pedro de Atacama a un Hostal (Casa Adobe) que sería nuestro centro de operaciones. Si bien habiamos planificado el viaje para dos, un afortunado evento nos haría parte de una expedición con una compañía de primera, Krzysztof Wielicki y su compañera (Cathy) serían parte de nuestra aventura (Krzystof  Wielicki vino invitado al programa del festival de montaña BANFF 2010).

Wielicki es una leyenda del montañismo, desde el año 1980 este polaco ha subido en solitario y en invierno las cumbres de los 14 ochomiles del mundo. Un honor mayúsculo que casi nos daba susto y que bien merecería un título de doctor honoris causa del Club Malayos para Krzys.

El primer ejercicio fue el ascenso del volcán Lascar, una experiencia fallida ya que literalmente nos enterramos en la arena con una camioneta que no era 4×4 (aprendizaje: jamás arrendar algo distinto a un 4×4). La señalización  claramente era equívoca y nos internamos en un banco de arenas que nos dejó varados a 4 mil metros.

En definitiva, tuvimos que acampar a 4.100 msnm para finalmente en el frío de la noche admirar la belleza  de un cielo maravilloso. Cocinamos y bebimos un rico vodka con coca cola para pasar el frío e irnos a dormir.

A las 2:30 AM, Wielicki y señora decidieron que era una buena opción para subir el Lascar y nos invitaron al desafío. Pero sabíamos que el desnivel era muy grande y el frío terrible. Tras unas horas ellos volvieron al improvisado campamento y nosotros nos sentimos menos miserables por no haber ido.

Desayunamos abundantemente y aclaramos que la única opción era caminar hacia el pueblo de Talambre en donde quizás podríamos conseguir una camioneta para poder remolcar la nuestra. Efectivamente, por un precio algo excesivo conseguimos una camioneta 4×4, pala y tablas para poder sacar nuestro transporte de la arena. En el intertanto, decidí visitar la quebrada de Talambre, a unos 7 kms de distancia. Con bastante esfuerzo (caminando bajo el implacable sol)  logré alcanzar a un grupo de investigación universitario que me antecedía (un artículo que aparecerá en el perjurio), ellos con preocupaciones científicas y movilizándose en camioneta   y yo solo disfrutando a pié). En definitiva,  pude ver hermosas representaciones de los animales de caza de la época,  muchos vestigios de vida y cultura, Varios kilometros de vivencias, unas increíbles muestras de esos pueblos originarios. Dejé registro fotográfico de esto.

Rescatada nuestra camioneta, volvimos a San Pedro y nos propusimos alcanzar nuestra meta al próximo día.  Efectivamente a las 4 AM partimos los cuatro  hacia el volcán Lascar, casi tres horas de acercamiento hasta la base de esta linda montaña y luego a caminar.   El olor a azufre de las abundantes emanaciones del volcán no fueron impedimento para nuestro periplo, aunque el frío derivado del persistente viento nos obligó a abrigarnos con todo lo que llevábamos. En esta ascención nos dimos cuenta que hay estilos diferenciadores. Wielicki y señora, dejaron todo su equipaje en el cráter y enfrentaron la cumbre sin nada, mientras nosotros seguimos apegados a nuestras mochilas. Ellos llegaron a la cumbre y bajaron de inmediato, una fórmula distinta a los malayos, ya que para nosotros cada cumbre es fuente de disfrutes compartidos, un gran evento malayo.

Volvimos a San Pedro de Atacama, para preparar nuestra siguiente aventura. el ascenso al Sairekabur, un lindo cerro de casi 6 mil metros (en la literatura va de 5970 a 6040 msnm), que más allá de toda consideración nos desafiaba de todas maneras. Para esta ocasión, nos acompañaría solamente  Cathy, compañera de Krzysztof, ya que él predijo que no iría porque debía asegurar su presentación de ese día en Banff, una verdadera admonición como veremos.

El ascenso al Sairekabur fue muy dificultoso por su compleja aproximación de rocas y el viento persistente que nos llevó a temperaturas bajo los 20 grados bajo cero. Una vez alcanzada la cumbre, regresamos a la camioneta que nos esperaba a 5.600 msnm y que como Wielicki intuyó nunca partió.

Tras varias horas de espera,  un amigo de nuestro guía llegó al rescate (con las piernas congeladas) y con ideas absurdas como empujar la camioneta hasta donde había quedado su vehículo (a más de 40 minutos caminando en bajada). En concreto, después de empujar la camioneta por más de 5 km, llegamos a la conclusión que lo único razonable era abandonarla y llegar lo antes posible al vehículo habilitado para bajar de la montaña antes de congelarnos.

Si bien salvamos de buena forma, bajando de la montaña apilados 8 personas en una cabina para 4, es destacable que el buen humor y la buena onda hicieron posible este regreso.

Krzysztof estaba endemoniadamente molesto cuando regresamos, después de todo su mujer estaba desaparecida por muchas horas (todo el día). En fin, llegamos a San Pedro, con la musculatura  adormecida y el alma reconfortada.

Para rematar las últimas horas de estas vacaciones decidimos que a pesar que no podríamos subir el volcán Licancabur, el sueño de mi polaco partner, iríamos a ver el entorno (los imprevistos lamentablemente nos robaron dos días). Así que muy temprano pasamos a Bolivia, a la reserva nacional Eduardo Avaroa con nuestro fotográfico objetivo.

Apenas instalados en el refugio, salimos a pasear. Caminamos por el borde de la laguna blanca, disfrutando la belleza del altiplano y del vuelo esquivo de las aves, para ir aproximándonos a la laguna verde, en sus dos verdes sabores encantando el maravilloso entorno de cerros y perfiles montañosos. Cada pisada crugiente en ese salar fue  un impulso neuronal en mi mente, belleza y silencio que se agradece.

Al regreso en el  refugio, cocinamos una deliciosa cena a la que Don Macario, el gran señor del Licancabur, se sumó gustoso. Terminada la cena, salimos al frío para disfrutar el espectáculo de millones de estrellas en un cielo perfecto, una belleza ininterrumpida por nada, silencio y oscuridad total, maravilloso!!!!!

Al siguiente día iniciamos el regreso con el regocijo marcado en nuestro cuerpo y mente. Unas vacaciones excepcionales!!!!!!

Curso de Montaña : examen y disfrute

Como en cualquier curso, llega el momento en que hay que mostrar que se ha aprendido y que se han cumplido los objetivos.

Mi autoevaluación, previa a esta jornada, ya era positiva pues aprendí muchas cosas y las más importantes fueron regalos especiales. Aprendí a revalorar al ser humano, ese que en contacto con la bella naturaleza es auténticamente feliz, a pesar de la precariedad que puede suponer la vida de campamento o el esfuerzo físico que exige la montaña. Aprendí del compañerismo, la solidaridad, la sana alegría de compartir una noche estrellada o el agua de una misma botella. También aprendí mucho más del trabajo en equipo, en donde cada cual opera según sus capacidades y obtiene según sus verdaderas necesidades. Gran experiencia.

Partimos casi de de madrugada el sábado, los 10 alumnos convocados, con rumbo al sector de El Toyo, en el Cajón del Maipo. El punto de reunión fue la plaza de san José de Maipo. Junto a mi cordada, Francisco y Kosta, aprovechamos de buscar un temprano desayuno y terminamos comiendo empanadas de pino recién horneadas. La montaña me da hambre. Glup!!.

Una vez que arribamos al lugar de destino, comenzó el primer desafío, hacer cruzar las mochilas sobre un río usando una tirolesa. Estuvo interesante y casi risible porque la cuerda que teníamos disponible era dinámica, por lo que por más que la tensamos igual «guateó». En todo caso, tarea cumplida.

Siguiente parada, dejar equipamiento y sentarnos al examen escrito. Un típico examen de la Escuela Nacional de Montaña, que aparentemente nos fue bien a todos. Cierto que si, Rodney?

A medida que terminábamos, las cordadas comenzamos a armar el campamento ante la atenta mirada del instructor (imagino que evaluó cada detalle de lo que hizo cada equipo). A continuación, un breve tiempo para almorzar. En ese contexto, hervimos agua y cada cual se preparó un «tres minutos» (la maravilla de un plato completo que queda listo echándole agua caliente). Por supuesto, que aprovechamos de comer unos ricos sandwiches de lomito con palta que preparamos con pan pita y degustar unas ricas aceitunas. Terminamos disfrutando unos postres de frutas picadas en almibar.

Continuamos con una clase extra, escalamiento en cuerda y práctica de rapel. Fue genial ver aplicados los conocimientos de nudos ya adquiridos para poder elevarse o descender con muy poco esfuerzo y en forma segura, con ayuda de cordines y nudos especiales. Notable!!

Siguiente evaluación, una «gymkana», una prueba contra el tiempo en que la planificación estratégica de cada cordada y las habilidades de sus miembros se pondrían prueba. Cuando llegó nuestro turno, partimos corriendo con la cuerda a cuestas hasta el lugar en que usando un anclaje en un árbol, debíamos descender en rapel una pared del cerro, recuperar la cuerda y doblarla correctamente, luego correr por la ribera del río (en semipenumbra, pues ya atardeció) hasta un punto en que estaban los piolet esperándonos para que subieramos un empinado tramo, previa carga de agua desde el río. Ya arriba, dejamos los piolets y corrimos al lugar en que se encontraba desarmado un anafre de combustible líquido. Armar, ecender y hacer hervir el agua. Concluido ese acto, correr a otro punto para armar una carpa y finalmente desarmarla. Uff, 39 minutos tardamos en hacer todo. Excelente prueba!!!.

Concluida la primera jornada de evaluación, hora de cenar. Como teníamos bastante hambre, juntamos ingredientes diversos y cociné un rissotto muy peculiar, con verduras al que añadí salame italiano, chorizo español, corte de aceitunas negras y finalmente, en el extremo «cerdo», queso mantecoso. Quedó exquisito y no alcanzamos repetición. Amenizamos el aperitivo con unos choritos en aceite vegetal y aceitunas rellenas con anchoas. Cenamos alrededor de una fogata que armamos con restos de ramas secas y a la comida siguió una larga tertulia iluminada por una maravillosa luna llena. Que maravilla, que maravilla.

Domingo las 7:15 salimos de la carpa a buscar agua y preparar desayuno rápido, pues a las 8 seguía el examen. Partimos al cerro, piolet en mano, cordines y otros posibles artefactos que adivinamos podríamos requerir. Rodney eligió un acarreo de material arenisco durísimo para que realizaramos una práctica de ascenso con técnicas de marcha. Al principio, aterrador. era como pisar hielo asi que el temor de rodar cerro abajo tenía sustento. Sin embargo, golpeando con los cantos de las botas, haciendo escalones con la pala del piolet y usando lo aprendido, todos pudimos ascender y luego disfrutar el deslizarnos, en forma segura timoneados con el piolet, cerro abajo. Pero no era la prueba, el instructor solo estaba validando que seríamos capaces de hacer la prueba que seguía. Nos llevó a un acarreo idéntico pero mucho más grande, en donde debimos usar todas las técnicas tanto de marcha como de autodetención. Fue un gran esfuerzo, ya que Rodney se aseguró que las caídas fueran «reales». De hecho, me obligó a repetir mi caída para que fuera muy real. Algunas heridas en el cuerpo quedaron como medallas del trance.

Empolvados hasta los dientes, solo quedaba ir a zambullirse al río. Delicioso, frío pero indispensable. La última prueba, fue una maratón de nudos con cronómetro. Que estresante!!!

Cansados y hambrientos, solo me quedó influir para que desarmaramos rápido el campamento y fueramos a una picada a comer y celebrar. Lo pasamos fantástico, un grupo alegre, buena onda y de valiosas personas.

Gran final para un gran curso.

Cerro Pintor : helado disfrute

A pesar de haber dormido muy poco por mi incursión nocturna al buen jazz, las ganas de pasar un domingo en la montaña son irrefrenables y siendo las 6 de la mañana estaba en pié preparando mi mochila. A las 7:05 horas (puntualidad británica) ya estaba con el gran David, presidente honorario de Los Malayos, quien amablemente nos recoge en la ruta con su auto para ir al punto de encuentro.

Veintún malayos se aparecen para el paseo. Increíble convocatoria en el kilometro cero del camino a Farellones. Nos redistribuimos en los vehículos 4×4 y nos vamos ansiosos al último andarivel de La Parva.

El cielo sobre la montaña no se veía muy despejado, pero había suficiente sol. El ascenso fue rápido y a medida que avanzábamos, comenzó a sentirse el frío. La temperatura bajó, pero la sensación térmica mucho más, pues el viento fue un acompañante permanente de la ruta. A medio camino, me tuve que poner guantes y una segunda capa de ropa bajo el cortavientos. (Debo reconocer que he aprendido a punta de errores a adivinar lo que necesitaré en cada ocasión y llevarlo en mi mochila). El último cuarto del recorrido fue sobre la nieve, una sorpresa para estas fechas.

Hicimos la cumbre un buen rato después que el escapado Hernán, que parece que se fue corriendo (broma). Mientras esperábamos al resto, el frío comenzó a sentirse fuerte y comenzamos a adelantar parte de la ingesta calórica, reservada para nuestro banquete. Finalmente, ya cerca del mediodía, decidimos bajar a un mejor sitio para que pudieramos estar todos mejor y de paso advertir y proteger a los menos experimentados de una zona con hielo que resultaba bastante peligrosa. De hecho, en ese tramo, los bastones resultaban inútiles con la dureza del hielo y me asusté un poco.

Ya instalados en la zona segura, comenzamos nuestro banquete malayo, la parte sibarita del paseo. Partimos con un aperitivo de salame italiano y aceitunas rellenas con jalapeño, frutos secos, galletas, huevos duros y sandwiches varios. Giovanni cocinó unos champiñones al ajillo y merkén que le quedaron deliciosos, mientras Poncho hirvió té con especias (canela, jenjibre, pimientas y quien sabe que más). Fantásticos aportes. Para el postre uvas y una selección de chocolates y arándanos, para concluir con el buen café brasileño y los turrones, esta vez argentinos, de maní y almendras. Quedamos chatos de comer, pero fue exquisito!!

Bien por los malayos y el montañismo hedonista.