Al cerro El Plomo con René, una gran aventura

No comenzaba enero y René ya estaba entusiasmando a unos y otros en su gran sueño, llegar a la cumbre del cerro El Plomo a sus 75 años de edad. René no solo es el malayo de mayor edad sino también una de las personas más joviales, alegre y agradable que mi querido club acoge. Debo confesar que tardé menos de 10 segundos en comprometerme a subir ese lindo cerro con él, como seguramente ocurrió con el resto de los invitados a esta aventura.

La mañana en que se iniciaba esta expedición, me levanté muy temprano a preparar mi mochila ya que mis jornadas laborales y mis proyectos personales no me dejan mucho tiempo cuando voy a ausentarme por un par de días. A la hora acordada llegué a casa de René quién rápidamente viene a saludarme con su amplia y generosa sonrisa y a ponerme al tanto que Jürgen había amanecido enfermo y que tendríamos que hacer un poco de magia para cargar los bultos en su vehículo en vez de la enorme camioneta del ausente. Poco después aparece Rodrigo quién viene a dejar su equipamiento y el de Francisco, ya que ellos viajarían un día después a la aventura. Cabe destacar que ya teníamos cargado las mochilas nuestras y las de Leo y Gabriel. En verdad, era muchísimo volumen, pero con buen espíritu malayo, nos arreglamos para que todo entrara como fuera. Además de la carga, iríamos 4 pasajeros, así que el peso total comenzó a preocupar a René pensando en los viejos neumáticos y el estado del camino que tendríamos que recorrer.

Una vez que apareció Willy, comenzamos el viaje hacia el punto de encuentro en donde nos esperaba Cathy y su equipo. Ufff, empezamos a dudar si cabría todo y todos. Ahí es donde la increíble generosidad de Mónica, hija de René, compañera de Jürgen  y la loca más divertida del planeta, al primer comentario sobre las condiciones del vehículo de René, pasó sus llaves y nos prestó su jeep con la misma facilidad con que alguien presta 100 pesos. Notable!.

Una vez trasladados todos los bultos al jeep, nos acomodamos y partimos los 4 primeros malayos hacia Valle Nevado, al sector de Tres Puntas, lugar donde se iniciaría la caminata. En este punto nos encontraríamos con el arriero y sus mulas para trasladar lo más pesado hacia Federación, mientras nosotros partíamos con una mochila de trekking en la espalda hacia el mismo destino.

Un lindo y animado recorrido, que ya he hecho en varias ocasiones y que siempre me envuelve en una deliciosa paz desconectándome completamente de todo el ajetreo de la ciudad, el cual culminó en el lugar que el arriero dejó nuestros equipos. A pesar que aún había sol y la temperatura se sentía agradable, en el último tramo ya bajo la sombra, noté que mis manos se congelaban. Me apuré en abrigarme, pero el daño ya estaba hecho, los dedos estaban definitivamente helados y, como oscurecía, no tuve opción que armar mi carpa en esas condiciones. Un error típico, siempre hay que abrigarse antes de sentir frío, comer antes de sentir hambre e hidratarse antes de tener sed.

Encerrado en mi carpa utilicé la cocinilla para recuperar mis manos, pero todo mi cuerpo ya acusaba el desequilibrio mientras la temperatura seguía bajando. Bajo un viento que aumentaba su fuerza, cocinamos y muy temprano me fui a dormir.

Tras una noche larga de fuertes ventarrones, amanece en la base del Plomo y disfrutamos de un exquisito desayuno colectivo. Completamente despejado, sacamos cuentas alegres acerca del frente de mal tiempo que habíamos chequeado en internet y que era nuestra mayor preocupación en esta expedición. El plan para este nuevo día era llegar a dormir al refugio de Agostini a 4.600 metros de altura, pausa necesaria para aclimatar y asegurar la cumbre en la madrugada siguiente.

Tras equiparnos con lo indispensable, comenzamos el ascenso hacia Agostini calculando que salvo por un par de montañistas, el refugio estaría disponible para cumplir nuestro propósito. Una vez que llegamos al lugar, tuvimos tiempo de hacer agua a partir de la abundante nieve cercana apurando un poco el ritmo, ya que la temperatura descendía con gran rapidez, recibimos a un padre de 71 años y su hijo que venían con similar objetivo. Fue un rato muy especial, pues esa hermosa solidaridad y compañerismo que solo he visto en la montaña, se dio de natural forma. Nos distribuimos apretadamente al interior del pequeño refugio, todos cuidando la armonía, evitando molestar a los demás y ofreciendo ayuda en lo que fuese necesario.

La temperatura seguía bajando y ya todos muy abrigados y dentro de los sacos, nos pusimos a conversar y compartir alimentos como es habitual en la camaradería de montaña. Historias, anécdotas adornaban el descubrimiento de tantos intereses comunes. Al cabo de minutos ya eramos amigos de toda la vida con nuestros accidentales compañeros. Motivo de muchas risotadas fue el descubrimiento que nuestra aventura malaya era conseguir que nuestro René a sus 75 años llegara a la cumbre mientras ese notable hijo llevaba a su padre de 71 años a cumplir también el mismo sueño. Sentí que todos mágicamente  sintonizábamos en la misma frecuencia.

Fue una noche de muchos intentos de dormir, mucho frío e historias. Curiosamente, en Agostini hay señal y pudimos consultar en repetidas ocasiones vía internet el pronóstico de diversos servicios de clima. Poco a poco, fuimos concluyendo que se venía muy difícil la siguiente jornada. Mientras tanto, a través de la radio, recibimos la confirmación que Leo, Francisco, Rodrigo, Gabriel y la bella Sammy habían llegado a Federación. Al fin, todos estábamos en la aventura.

Alrededor de las 5 de la madrugada, con más de 14 grados bajo cero, los sacrificados malayos que venían de Federación, llegaron al refugio. Una gran bienvenida malaya y un nuevo chequeo de las condiciones climáticas. El asunto no venía bien, todos los pronósticos indicaban tormenta, nieve y lluvia más abajo, además de la baja temperatura. Este es el momento más complicado que se debe enfrentar en la montaña, decidir si hacemos cumbre a cualquier costo o nos cuidamos, sabiendo que por supuesto esta magnífica montaña siempre estará ahí y que los riesgos deben evaluarse con inteligencia.

Largos momentos de debate, pero primó la cordura. Ante la evidencia de lo que venía, lo único razonable era abandonar, ya que incluso descendiendo en ese momento nos atraparía igual el mal clima. Con el dolor del orgullo, tomamos la sabia decisión y salvo por una aterida Sammy que se quedó con nosotros, los malayos recién llegados, regresaron al campamento base.

Una hora o algo más después, recibimos a unos argentinos que por perdidos habían hecho un extraño cruce del glaciar y bajaban presurosos, mientras nosotros nos preparábamos para descender.

Apurando el paso, bajamos hasta Federación para desarmar el campamento, ya que logramos avisar al arriero que llevara las mulas y un caballo para René para regresar debido al mal clima que se venía. Efectivamente, terminado el desarme del campamento e iniciado el regreso, comenzó a nevar.

Caminamos bajo un telón de nieve, que progresivamente mientras bajábamos se fue transformando en un diluvio de nieve y lluvia, hasta llegar al desierto blanco en donde encontramos los vehículos en Tres Puntas. La situación comenzó a ser preocupante, pues no había huella de senderos, todo blanco. Teníamos además el problema que el caballo que pedimos para René no lo podíamos dejar botado. la comunicación por teléfono simplemente era imposible y allí iniciamos otra divertida aventura.

La llegada de una patrulla de Carabineros en una 4×4 nos dio la oportunidad de visualizar el camino y pensamos que lo mejor sería salir de ahí antes que se borrara la ruta. Evaluamos y decidimos definitivamente que lo mejor sería salir de ahí, antes que el camino fuera imposible de transitar. Pero, que diablos haríamos con el caballo?

Comenzamos a avanzar con mucha dificultad porque el agarre de las 4×4 no era lo esperado mientras Willy, sacando el Indiana Jones que lleva dentro, montó el caballo para llevarlo con nosotros. Con gran dificultad logramos llegar a Valle Nevado en los vehículos incluyendo un aterrador deslizamiento fuera del camino, solo para darnos cuenta que habíamos dejado a Willy muy atrás. Peor aún, también habíamos dejado al arriero con nuestro equipamiento en sus mulas en la ceguera del viento blanco y sin ninguna comunicación. ¿que pensaría el arriero cuando llegara a Tres Puntas y viera que no estábamos y tampoco su caballo regalón?

En Tres Puntas, ya con la adrenalina controlada, conversamos acerca de las opciones mientras esperábamos esperanzados que Willy llegara a pesar de la nula visibilidad. Nos seguimos preguntando ¿en dónde dejamos al caballo? ¿cómo recuperamos nuestros equipos? ¿cómo le explicamos nuestra decisión al arriero?. Muy freak!!!

Para sorpresa nuestra, nuevamente la impresionante buena onda de Willy fue la salvación, vestido cual vaquero, se hace cargo del caballo y comienza a bajar cabalgando desde Valle Nevado. Mientras acompañábamos bajo la intensa lluvia a Willy, logramos comunicarnos con el arriero quien al saber nuestra decisión se indignó, ya que el andaba completamente a ciegas en el viento blanco y no sabía cuando llegaría y menos le gustó la noticia que nos llevábamos su caballo que él esperaba encontrar en Tres Puntas. Glup!!!

En sucesivas y entrecortadas comunicaciones logramos acordar con el arriero que dejaríamos al caballo sin montura en un cierto sitio en el camino, mientras lo alcanzaríamos en un sector de La Parva para retirar los equipos. Muchas horas pasaron¡¡¡

Finalmente, esta tremenda aventura, culminó con éxito, pues todos volvimos a casa sin daño, completamente mojados y con la certeza que volveremos a realizar esta aventura para acompañar a René al cerro El Plomo. Vivan los Malayos!!!

PD: dejo las fotos imperdibles de regalo para René y los invitados al disfrute.

 

Volcanes y lagunas andinas por una semana

En verdad he tardado más de la cuenta en hacer un nuevo relato de los disfrutes que he vivido las últimas semanas. No obstante ello, creo que esta crónica de un delicioso viaje al sur de Chile es una excelente muestra de lo que se puede hacer en pocos días con la mayor eficacia en secreción de serotonina y endorfinas para cualquier ser humano que gusta del aire libre, las montañas y sobretodo pasarlo bien.

Los prolegómenos me los ahorraré ya que mi nivel de ocupación laboral solo me permitieron intermitentes contactos por correo electrónico con mis maravillosos compañeros de aventuras, así es que me situaré en la madrugada de un sábado en que debí despertar muy temprano para completar de armar mi mochila y trasladarme al hogar de los amigos que pondrían el transporte para que cuatro aventureros viajaríamos hacia el lago Villarrica, lugar en donde teníamos arrendadas un par de cabañas en donde los 8 miembros de este divertido grupo tendríamos un centro de operaciones.

Las cabañas a la orilla del lago Villarrica no podían ser más adecuadas para el disfrute y que tras las horas de viaje, nos esperaban con la sorpresa de un rico asado que un par de malayos tenía preparada para recibirnos. Cabe destacar que los 8 de la fama, veníamos de lugares distintos dado el periodo vacacional y que internet mediante nos habíamos coordinado para coincidir en esta aventura.

Este día sábado fue de abrazos y mucha comida deliciosamente preparada por nuestro gran León, el cocinero de ocasión quien se esmeró en deleitarnos con varias preparaciones excelentes para acompañar el asado, Buen vino y mejor conversación fue el tránsito temporal hasta que todo el grupo al atardecer, terminó de completarse.

Antes de ir a descansar, acordamos que el primer destino serían los Nevados de Sollipulli, un destino que prometía una cumbre excepcional. A la hora acordada, todos desayunados y ganosos, abordamos los vehículos para trasladarnos a nuestro destino y comenzar el ascenso atravesando esos bosques maravillosos de Araucarias que cubren la zona y que hacen la mayúscula diferencia con otras partes de Chile. Tras atravesar esos bosques húmedos llegamos a una zona de piedras volcánicas que nos acompañaron mientras adivinábamos el sendero hacia ese cráter lleno de un glaciar  que divisábamos en la altura.

Al llegar a nuestro destino, la belleza sobrecogedora de un glaciar gigantesco, 4 Km de diámetro y según dicen, 200 metros de profundidad en el cráter. Ahorro palabras dejándoles las fotografías de este primer hito vacacional. Esa noche aprovechamos la carne sobrante del asado del día anterior y cenamos un Valdiviano maravilloso.

La mañana siguiente decidimos incursionar en el Parque Nacional Huerquehue en la ruta hacia el San Sebastián. Temprano comenzamos a ascender por un sendero que incursionaba en un precioso bosque de flora nativa de coigües y lengas que poco a poco se convirtió en un bosque de araucarias extremadamente denso y con pendiente. Nada nos amilanó en el avance y tras cruzar la pampa Quinchol aparece otro bosque de especies nativas que desafían la gravedad debido a la pronunciada pendiente. Finalmente llegamos al mirador, un lugar demasiado hermoso pues la vista a las lagunas Tinquilco, El Toro, Verde y San Manuel son de una belleza apabullante. Extasiados, permanecimos bajo el sol y azotados por un fuerte viento fascinados con tanta maravilla. Revisen estas fotografías para confirmar lo que les relato. Esta noche, tras regresar a Pucón, pasamos a comprar un buen costillar y otras delicias para preparar un buen asado de cierre de la jornada.

Un nuevo día, traía la inquietante noticia que venía lluvia, lo cual no nos hizo cambiar de opinión e igual decidimos subir el Quetrupillán.  El acercamiento estuvo auspiciado por un sol intermitente pero con una temperatura bastante alta, lo que sumado a la humedad, me hizo transpirar bastante. Cuando llegamos a la zona fuera del bosque, un peladero realmente, nos percatamos que con una rapidez asombrosa el volcán se cubría de negras nubes y neblina. Allí decidimos esperar a todo el grupo y evaluar la situación. Un arriero que pasa por el lugar nos comenta que hace unos meses se habían extraviado unos extranjeros en el lugar y que todavía no los encontraban y que la visibilidad era pésima en estas condiciones. Bueno, para estos casos yo aplicó la regla maestra de mi vida, yo vine a disfrutar no a sufrir, lo cual fue respaldado por mis amigos y sin complicarnos decidimos descender y ocupar el resto del día en otra aventura disfrutable.  Decidimos ir a un pueblo cercano a almorzar aunque era bastante tarde, pero fuimos afortunados pues encontramos un lugar con una oferta de comida mapuche que nos tentó. Además de las fantásticas sopaipillas, jugos cremosos, humitas, pastel de choclo, lo que fascinó fue la tortilla de brotes de coligüe. Un gran festín que nos obligó ir a buscar un lugar para caminar y fue a la zona de Puesco en donde recorrimos una hermosa laguna llena de totoras y que antaño fue un santuario de patos. Nuevamente, les dejo fotografías de la rica jornada.

Esa noche comenzó a llover fieramente muy temprano, por lo que ya en nuestro refugio nos dedicamos a preparar una cena aprovechando todos los aportes gourmet que cada integrante llevó al paseo para deleite de todos. Una cena impresionante en donde aprovechamos de revisar fotografías que proyectamos en un telón.   Hay que reconocer que fuimos muy bien preparados.

La mañana siguiente partió tarde debido a la incesante lluvia nocturna y a lo inestable del clima. Como no había intención de quedarnos encerrados, tomamos la decisión de ir a Lican Ray a pasear y por supuesto comer. Recorrimos un cerro a un costado del bello lago Calafquén repleto de copihues y especies nativas y que tenía la ventaja de poder descender de vez en cuando a las pequeñas playas en la orilla del lago que nos brindaban deliciosas imágenes del lugar. Cuando ya estábamos suficientemente hambrientos nos fuimos a un gran restaurante de la playa principal para disfrutar un almuerzo como lo merecíamos. Embarcados en el goce, decidimos que era un buen día para visitar las termas geométricas y no hubo quejas. Terminamos sumergidos en esas aguas termales por horas, un disfrute impresionante y que solo la helada noche nos obligó a dejar. Sobran comentarios, casi a medianoche pasamos a comer unas pizzas por el camino y rápidamente a dormir. Por supuesto, hay fotos para compartir.

Un nuevo día, una nueva aventura. Esta vez nos fuimos al Santuario El Cañi, un ex fundo aserradero que hoy administra una microempresa y que ofrece un exquisito lugar de bosques y lagunas paradisíacas. La belleza  del silencio solo interrumpido por graznidos de aves y golpeteos de pájaros carpinteros, nos regaló un trekking inolvidable. También les regalo las fotos que registré antes de la muerte de mi cámara.

Viendo que se acababan las vacaciones, el último día decidimos disfrutar la cabaña en la orilla del lago Villarrica y lo dediqué a conversar con mis entrañables amigos todo el día, mientras bebíamos buen vino y comíamos lo que íbamos preparando en sucesivas incursiones de los experimentados cocineros de este genial grupo. Un día inolvidable que coronamos con juegos y proyecciones del abundante material fotográfico de este paseo al sur. La única deuda fue el volcán Villarrica que nunca despejó por lo que no pudimos subirlo.

La mañana siguiente fue la despedida y el retorno. Lindas vacaciones!!!!

Ascenso al cerro El Plomo : una nueva revelación

Si bien esta es la tercera vez que voy a este mágico cerro de la Cordillera Central, nunca le había encontrado tanta belleza y sentido como esta ocasión. Junto a mis queridos amigos malayos, fui invitado a «última hora» a este paseo y gustoso acepté el desafío a pesar no no haber entrenado ni aclimatado para nada. Mi mayor altura de las últimas semanas fue el Salto de Apoquindo, bello y caluroso lugar, que por cierto no genera ninguna ventaja para ir a las alturas.

Como soy un entusiasta a toda prueba, me inscribí para el desafío y a las 21 horas del día anterior me encontraba comprando provisiones en el supermercado más cercano a mi hogar y marcando los despertadores (no sirve solo uno) a las 7 de la mañana del sábado. Puntualmente, pasaron por mí una pareja adorable de malayos con quienes anotamos muchas salidas disfrutables por varios años. Juntos, nos fuimos al punto de encuentro, en donde antes de 10 minutos (una regla malaya) estábamos todos los participantes de esta cumbre de fin de año.

Un total de 15 malayos en 5 vehículos 4×4, rumbo a Tres Puntas en Valle Nevado. Tras la firma del registro en el custodiado acceso de Valle Nevado, comenzamos la aventura. Se nos unió la «abuela atómica», una abuela deliciosa que es un ejemplo para cualquier persona de más de 70 años, una prodigiosa mujer que ama las montañas y tiene el físico para recorrerlas sin aspavientos. Cargamos las mulas con lo más pesado del equipamiento y partimos alegres por Piedra Numerada hacia nuestro destino, la Hoya en la base del imponente Cerro El Plomo.

Armamos campamento tras varias horas de caminata y la constatación de un numeroso grupo de carpas de montañistas que seguramente tenían el mismo objetivo nuestro, despedir el año 2012 ascendiendo esa maravilla de cerro.

El clima se presentaba auspicioso, luna llena y despejado, el frío bastante aceptable y las ganas a todo vapor. Nos fuimos a dormir a nuestras carpas temprano, ya que a las tres de la mañana deberíamos despertar, desayunar y salir a las 4 rumbo a la cumbre.

Todo salió según nuestros planes, excepto por el aviso que nos da por radio nuestra abuela Eliana, quien presenta algunos síntomas de alta presión provocada por un remedio para el asma. En fin, sabemos que ella es quien tiene más cumbres de este cerro y por algo se restringe. El resto, iniciamos la aventura, caminando por el sendero iluminados con nuestros frontales y las ganas de llegar a la cumbre. La vista de Santiago iluminado en la madrugada es impresionante, tanto como la presencia del primer hito en el camino, el refugio Agostini, que los malayos ayudamos a reconstruir tiempo atrás. En medio de la madrugada, solo escuchamos nuestros pasos y el jadeo de nuestra respiración.

Cuando llegamos a la pirca del Inca, ya sabíamos de dos de nuestros compañeros que presentaban nítidos síntomas de puna y aunque porfiaban por seguir, por radio les pedimos que abandonaran, el Plomo permanecería ahí y no valía la pena seguir el ascenso sufriendo. Por suerte. lo entendieron tras muchas conversaciones por radio, y el resto nos dispusimos a seguir. Unos preparando el paso con crampones por el glaciar y otros remontando el camino tras el proceso de convencer a los «apunados» de detenerse.

Estuvimos un largo tiempo en este impasse, ya que debe entenderse que cuando hay puna no hay mucha razón, y el proceso de convencer es lento. Cómo sea, una parte del grupo cruzamos el glaciar e iniciamos la compleja subida del último tramo hacia la cumbre.

Cómo fui uno de los que esperé la llegada de los rezagados, el último tramo hacia la cumbre fue en solitario y tamaña fue mi sorpresa cuando en ésta, encontré a tres parejas de malayos que son matrimonios y que ostentan más de 26 años de matrimonio cada uno, dos de ellas 29 años casados, que maravilla!!. No pude dejar de admirar esta admirable coincidencia, parejas de tantos años juntos que gozan como adolescentes el hacer una cumbre juntos. Mi admiración eterna para ellos, la tierna Nilda con el «Sir»  Roberto, la sorprendente Claudia con el portentoso César y la increíble Natalia con mi buen amigo Ricardo, todos con frío (inevitable en la cumbre de El Plomo), junto a los otros que llegamos a acompañar este disfrute maravilloso.

Tras una hora de espera en la cumbre con la esperanza que llegaran los rezagados, decidimos que era mejor bajar pues el frío era muy notorio y nos haría mal.

Ya de vuelta al campamento en La Hoya, la mayoría decidió dormir un rato para recuperar fuerzas. Por radio mantuvimos el contacto con el grupo que seguía bajando y calculando los tiempos, comenzamos con mi amigo Ricardo a preparar un cóctel con todas las delicias improvisadas que todos portan en sus mochilas. Así, teníamos quesos brie, ahumado, azul, camembert, embutidos de diversos sabores, salamés, chorizos, galletas de navidad, diversos queques navideños, pastas de untar, salmón, jamón ahumado, buenas botellas de vino y hasta un buen vodka polaco. Una verdadera bacanal completamente improvisada, lo cual pone de manifiesto la voluntad disfrutable del grupo.

Ya todos reunidos, gozamos hasta el hartazgo tantos ricos sabores, llenos de alegría por este lindo paseo y que para varios significó su primera cumbre en El Plomo. Llenos de gozo nos fuimos a dormir, una noche de vientos salvajes y frío glaciar, pero nada opacaría tanta buena onda y así fue. Nota aparte son tres hermosos perros que nos acompañaron durante toda la travesía, se acoplaron s nosotros en Federación y nos acompañaron hasta la cumbre, volvieron y cenaron con nosotros y por si fuera poco nos llevaron de vuelta hasta Tres Puntas. Qué lindos!!!

La mañana, tras una noche de mucho viento y frío, fue propicia para desarmar campamento y organizar el regreso. Luego de dejar nuestro equipaje pesado para las mulas, iniciamos el regreso por Piedra Numerada, un viaje vertiginoso hacia Santiago antes que acabase el año.

Qué buen paseo y que increíble festejar con tres matrimonios con casi tres décadas juntos, una maravilla irrepetible!!!

Dejé fotos para amplificar el gozo y recordar a mis queridos amigos.

 

Ascenso al volcán Lonquimay : una aventura formidable

Recibí la invitación para ser parte del Comando Tolhuaca – Lonquimay, un grupo de entusiastas amigos y malayos, quienes venían planificando esta aventura por bastante tiempo para poder aprovechar el delicioso feriado que se avecinaba. Sinceramente me sentía poco preparado para grandes desafíos, pero estaba seguro que lo disfrutaría.

Como invitado, preparé mis dos mochilas con lo suficiente para esta aventura y al mismo tiempo para poder cargar autónomamente en mi periplo. De madrugada salí con mi cargamento a un punto de encuentro en donde me subiría al vehículo de mi amigo León que nos llevaría en esta larga jornada de carretera hacia la novena región. Con muy poca espera, allanado en la esquina de encuentro, aparece León con Naty para que pueda cargar mis pertrechos y seguir raudos hacia el domicilio de Ed, nuestro cuarto acompañante. Tamaña sorpresa fue la cantidad de bultos que Ed cargó, para mis adentros, esto es demasiado!!, pero no sabía lo importante que podía ser una buena carga de cervezas y verduras en este paseo.

Un viaje de carretera increíble, peaje tras peaje, CD tras CD, nos entretuvimos magníficamente mientras nos acercábamos al objetivo. Llegamos a Curacautín y nos pareció un buen lugar para almorzar algo rico a pesar de la hora. Por radio, en la frecuencia malaya, avisamos donde estábamos para que se nos uniera el resto del grupo. Mientras tanto, un buen pisco sour, sirvió de prolegómeno de un almuerzo casero, sencillo pero suficientemente contundente para saciar el hambre acumulada. Hasta vino fue posible conseguir en este pequeño sitio que nos acogió por un rato.

Ya reunidos, nos dirigimos en caravana hacia Laguna Blanca, el fundo de alemanes que, como nos daríamos cuenta después, bloquea el acceso al Lonquimay y profita de ello. Que quede claro, hay un camino público hacia las faldas del cerro que nadie puede impedir el acceso, como lo hicieron ellos poniendo una camioneta en el camino para que usáramos un precario e inservible servicio contratado a la distancia. Duchas con agua caliente que nunca funcionaron, un toldo para el sol que demoraron un día en montar. En fin, me tomo un momento de despecho para denunciar lo «shanta», lo cual no obsta para que lo hayamos pasado genial. Lo más divertido fue comprobar la argucia de los dueños del fundo, quienes confiados en que no sabíamos alemán, se comunicaban por radio en ese idioma sin saber que nuestro divertido amigo Jurgen escuchaba.

Instaladas las carpas en las orillas de una laguna maravillosa, iniciamos un fogón para inaugurar nuestra primera noche de asado, preámbulo necesario para el ascenso que haríamos en la madrugada siguiente. Una cena deliciosa, animada por las bromas y la increíble buena onda que nació espontáneamente en el grupo. Dado que debíamos madrugar, nos acostamos relativamente temprano y en mi caso, tomé la precaución de comprometer a León para que me despertara, ya que sin mis 3 despertadores habituales no lo lograría. Una noche completamente despejada que nos llenó de estrellas el cielo como jamás se ve en Santiasco, fue el escenario propicio para los sueños.

Puntualmente a las 5 de la mañana, me remecen mi carpa y soy invitado a levantarme. Por mis buenas costumbres de dejar todo preparado la noche anterior, mi termo tiene agua caliente para un buen café con leche, galletones exquisitos y muy pronto estoy con todo mi equipo listo para partir.

A las 6 de la mañana, todo el grupo comenzamos a caminar rumbo al Lonquimay, destino que preferimos al Tolhuaca para este día. Una deliciosa caminata por los bosques salvajes y fragantes de olores mañaneros. Avanzada la ruta aparecieron unos amigos,muy especiales, Mónica Forno (hija del gran René) y su pareja, el divertido Jurgen, quienes según deduje seducieron a una parte de nuestro grupo para montarse en el 4×4 y avanzar más rápido hacia las faldas del Lonquimay. Los que íbamos adelante, seguimos caminando, pero tras un rato, vimos que Jurgen venía por nosotros y la verdad que considerando el trayecto que hicimos en su jeep, valía la pena el aventón.

Nuevamente todos reunidos, iniciamos el ascenso y la primera impresión es que sería más sencillo de lo supuesto, pero eso fue desmentido una y mil veces durante el recorrido. La pendiente era potente y en la medida que ascendíamos, fue necesario ponernos crampones y sacar el piolet, el volcán era duro de roer. Mientras nos acercábamos a la cumbre, las nubes nos atacaban a gran rapidez con vientos poderosos y gran frío, nublándolo todo y haciendo cada vez más difícil el ascenso. Finalmente, tres de nosotros llegamos a la cumbre y tras unas breves fotos, el frío nos estaba destrozando y solo queríamos bajar. Afortunadamente encontré una solución intermedia y tras descender unos 20 metros, decidimos esperar al resto del grupo a quienes animaba por la radio. Fueron unos 40 minutos heladísimos que soportamos con el único objetivo de esperar a que todo el grupo alcanzara esta linda cumbre. De todas formas, valió la espera, estábamos todos tan felices!!

Mi regreso estuvo marcado por un curioso incidente, me encontré un neumático nuevo, inmaculado a más de 2.500 metros de altura, claramente se cayó de un avión ya que nadie llevaría eso a esa altura. La diversión fue bajarlo rodando por la montaña, asunto que nos hizo gritar de alegría. por mucho rato.

Al final, dejamos el neumático y el frío y nos fuimos hacia el campamento en donde nos organizamos para disfrutar de un buen asado. Recogimos leña y me dediqué a coleccionar ingredientes para poder cocinar los acompañamientos. Aparecieron tomates, zanahorias, porotos, una quinoa maravillosa de Ale Gallo, un aderezo de mostaza de Susan, aceitunas rellenas y un montón de otras delicias con las cuales preparé las ensaladas con las cuales acompañaríamos el asado que estaba incubándose. Gran noche, hermosamente estrellada y con esa calma hermosa que hace soñar despierto, nos dimos el placer de una cena maravillosa.

El siguiente destino para la madrugada era subir el Tolhuaca, para lo cual acordamos que evaluaríamos a las 5 de la mañana como venía el clima, toda vez que se nubló terriblemente y comenzó a hacer frío en nuestro campamento. A la hora señalada, nos juntamos fuera de las carpas algunos y concluimos que habría que esperar hasta las 8 AM. De vuelta a dormir algo más y a la hora acordada desayunamos y nos dividimos en dos grupos, uno que haría un acercamiento por una ruta visible y otros en que intentaríamos el Tolhuaca por lo que creíamos era sendero correcto. Tamaña decepción, el sendero «correcto» nos tuvo luchando por más de tres horas con un bosque denso, terriblemente inhóspito y que tras ese tiempo de esfuerzo, renunciamos. Como el objetivo es disfrutar, por lo menos para mí, entusiasmé al grupo para ir a una cascada enorme que parecía el mejor destino ese día. Allí, descansamos, nos dedicamos a fotografiar y disfrutar antes de regresar al campamento.

De regreso en nuestras carpas, decidimos adelantar la preparación de un buen asado para todo el comando, ya que el grupo de acercamiento al Tolhuaca finalmente fue más allá en su incursión y tardó bastante en regresar.

Esta noche, preparé una suerte de ajiaco, aprovechando un corte de carne, tomates y especias que encontré, todo lo cual sirvió para alimentar a la tropa mientras esperaban el cocimiento del asado que en las brasas auguraba un futuro esplendor.

Qué noche más disfrutable, estuvimos hasta tarde riendo y comiendo cosas ricas que aparecían de vez en cuando, chorizos, vinos exquisitos, trozos de filete, algunos licores, en fin, muchas cosas ricas que compartidas fueron mejor.

Muy temprano al día siguiente, comenzamos el regreso, desarmamos campamento, cargamos autos y nos enfrentamos a esas largas horas de carretera que nos llevarían hacia nuestros hogares. Para recordar este lindo paseo dejé estas fotografías.

Qué lindo paseo y que lindas personas son los malayos!!!

Nevados de Chillán : fin de semana largo con Los Malayos

Con ansias esperaba este fin de semana largo que regaló octubre para hacer realidad un paseo, que por segunda vez, se organizaba en mi querido Club Los Malayos. El itinerario fijado con bastante anticipación, incluía salir muy temprano el día sábado hacia el sector Las Trancas rumbo a las Termas de Chillán, un verdadero santuario de la naturaleza en donde se ubica el refugio El Aserradero del Club Andino de Concepción.

El vicepresidente del Club Andino de Concepción, Luis «Coco» Hinrichs,  es uno de los fundadores de nuestro Club Los Malayos, un extraordinario amigo, gran cordada y sobretodo un gran malayo. Junto a María Paz Vargas y Rodrigo Tapia, más la indispensable ayuda de internet, dieron vida a este fabuloso paseo que nos regalaría disfrutes maravillosos por tres días.

Tras una semana intensa de trabajo, la noche del viernes hacia la medianoche preparé mi mochila y con unas pocas horas de sueño, salí a las 6:30 horas rumbo al punto de encuentro con quienes haría el viaje. Puntualmente, pasaron por mí y nos dirigimos a buscar al último malayo que viajaría en esta camioneta, el gran David. Pronto ya estaríamos camino hacia la primera parada, una estación de servicio en donde nos esperaba otro vehículo con el cual haríamos caravana hacia el punto de encuentro en la ciudad de Chillán.

Pasamos a desayunar en la carretera y seguimos raudos el viaje, pues teníamos un siguiente punto de encuentro en el estacionamiento de un supermercado en Chillán en donde coordinaríamos los últimos detalles. De los 42 inscritos, finalmente solo hubo 4 que por diversas razones no pudieron asistir.

Realizadas algunas compras, nos dispusimos a ir a almorzar al mercado en multitud. El paso por el mercado fue un verdadero asedio de promotoras de restaurantes que nos asfixiaron, afortunadamente conseguimos un dato de picada en las cercanías y fuimos a dar a un inmenso local, el Restaurante Valdés.  Estaba llenísimo, pero con maña y paciencia, finalmente logramos instalarnos apretados en dos grupos de mesas. Lo increíble es que el mozo atendió a todos en un tiempo inconcebiblemente breve; los platos sencillos, abundantes y bastante sabrosos, lo que sumado al módico precio, nos dejó una grata impresión a todos y una buena propina al mozo.

De ahí salimos a buscar los vehículos y recorrer esos 80 Km. que nos dejarían en el refugio. A nuestra llegada nos encontramos con otros malayos que habían llegado la noche anterior, los cuales ya habían tenido la oportunidad de salir a hacer paseos en los alrededores, especialmente al sector de la cascada y a un hermoso mirador  de la abundante belleza de ese entorno.

Ya instalados en la casa, se empezó a fraguar la idea de aprovechar el quincho para hacer un rico asado de bienvenida. Una rápida colecta y mientras la mayoría disfrutaba de las conversaciones, la calidez del sol y de la amistad enmarcado en un hermoso atardecer, un grupo salió de compras.

Un poco más tarde, la repartición de funciones fue espontánea y mientras un grupo se encargaba del fogón, otro cocinaba una abundante tallarinada y salsas. Poco a poco se hacía de noche y dispuestos alrededor del fuego en donde el «maestro» Luna mostraba su arte parrillero, los malayos más antiguos y más cercanos, me cantaron un cumpleaños feliz que me dejó estupefacto. De alguna forma se habían enterado y habían decidido darme una increíble sorpresa. Por cierto, como es natural en este divertido grupo, repetirían esa noche al menos 6 veces el simpático cántico con el objetivo que yo nunca olvidase la celebración. Son unos locos notables!!!

Tras la cena, la conversación siguió hasta muy tarde en el quincho, entendiendo que la mayoría saldríamos de madrugada a cumplir con los ascensos de montaña programados, la mayoría se fue a dormir. Esa noche una ruidosa discusión de una pareja, despertó a varios y fue motivo de muchas conversaciones y bromas los siguientes días. Solo podría agregar que los temas privados deberían permanecer en dicho ámbito y que afortunadamente la sana actitud de los miembros del club de no entrometerse ni tomar partido, hace que todo vuelva a un curso normal.

Cuatro de la mañana me despiertan creyendo que eran las cinco, ya que los smartphones asumieron recién el horario de verano que por decreto se había adelantado este año. Afortunadamente nos dimos cuenta a tiempo y pudimos dormir una hora más, antes que el grupo de 24 malayos que subiríamos el Nevado de Chillán, tomáramos desayuno y saliéramos rumbo al camino Shangri La en donde comenzaría la caminata en la penumbra del amanecer. El acercamiento lo hacemos bajo un cielo muy despejado y que nos anunciaba que incluso sería un día caluroso. Caminamos primero en medio de bosques de flora nativa, luego por parajes llenos de residuos volcánicos, grandes rocas y brazos de río que cruzamos una y otra vez mientras avanzábamos hacia el lejano volcán. En el camino, fueron quedando algunos malayos, no obstante lo cual, 17 de nosotros logramos hacer la cumbre tras más de ocho horas de ascenso con un clima muy variable que nos azotaba con viento helado, momentos de neblina en que la visibilidad era de menos de 10 metros y una heladísima cumbre. Por ese frío permanecimos en ella solo hasta que llegara la extraordinaria Eliana, la abuela atómica, una mujer de la tercera edad con la energía de una veinteañera y que nos llena de orgullo.

Comenzamos el descenso con un clima que nos ponía a prueba,  a ratos granizos, plumillas de nieve y abundante lluvia, todo lo cual añadió más pasión a esta aventura. Los riachuelos que cruzamos en la subida ahora llevaban más agua y varios sufrieron caídas caminando en rocas mojadas, pero nada amilanó al grupo mientras descendíamos recogiendo a nuestros amigos que nos esperaron para regresar juntos al refugio.

Volvimos comenzada la noche y nos encontramos con el grupo que había ido al otro destino, el cerro Pirigallo. En realidad, terminaron yendo a unas termas pues al encontrar nieve dura y no teniendo todos el equipamiento adecuado, se tomó la decisión de un plan B, pues en el club el nivel de riesgo se evalúa y se toma la mejor decisión para que todos puedan disfrutar la montaña en forma segura. En cualquier caso, pasaron un día genial con muchas divertidas anécdotas que incluyeron el ingreso de algunos a las termas en ropa interior (lo que causó sensación a algunas féminas del lugar) y hasta un divertido «cara-pálida» en camarines que se inmortalizó en una fotografía.

El espíritu malayo volvió a relucir cuando llegamos al refugio y nos tenían preparado un nuevo asado, que esta noche era especialmente bienvenido dado el enorme desgaste de 13 horas del paseo al Nevado. Me sentí especialmente agradado cuando apareció el maestro Luna con un pincho con lomo asado y una lata de cerveza para darme la bienvenida, nada más reconfortante que el cariño de los malayos.

Esa noche, tras las duchas deliciosamente calientes, nos volvimos a reunir un gran grupo en torno al fogón del quincho para conversar, comer y beber los regalos que habitualmente incluimos en nuestros habituales menús malayos. En esta ocasión, de las mochilas de varios de los presentes, salieron deliciosos tintos de reserva que disfrutamos colectivamente mientras contábamos historias y nos reíamos como siempre del ingenio y la alegría que emana del grupo. Nuestro club tiene una impronta del disfrute, cada momento es una oportunidad de saludar la belleza de vivir.

Esa noche nos divertimos hasta muy tarde, aunque mi cansancio me hizo ir al saco de dormir antes que otros y juro que dormí sin sobresaltos hasta las 8:30 de la mañana. Qué delicia de descanso!!

Esta mañana de lunes, un grupo regresó temprano a Santiasco, otro salió a pasear a la cascada y el resto nos quedamos haciendo un largo y conversado desayuno, al que se incorporaban progresivamente los que iban despertando. Poco después, ordenamos nuestras cosas, limpiamos un poco y de tanto en tanto, seguimos riendo profusamente de todas las graciosas anécdotas acumuladas en estos días.

Para el regreso, decidimos avanzar tanto como fuera posible hasta volver a juntarnos en un restaurante de la carretera en donde almorzaríamos 11 malayos en especial despedida de este increíble paseo. Dejé algunas fotografías para el recuerdo.

Me encantan Los Malayos!!!

Travesía de Granizo a Palmas de Ocoa: una delicia malaya

Este fin de semana tenía la oportunidad de probar que mi mano derecha volvía a la normalidad tras mi desafortunado accidente. La verdad es que no me di cuenta como se acomodó tranquilamente a la maravilla de un paseo malayo. Nos juntamos en Plaza Italia a las 7:30 horas en dos buses,  coordinados por nuestra tremenda malaya Elena Salum. A la hora acostumbrada, 10 minutos de espera, salimos rumbo a la siguiente estación, el punto de encuentro en la Copec después del peaje que marca la salida hacia el norte de Santiasco.

Una vez completa la asistencia, 72 malayos en juego, nos fuimos en linda caravana hacia la entrada de Granizo al Parque La Campana, nuestro destino en este día lluvioso pero lleno de sueños y esperanzados sabores malayos.

Una vez ingresados en el parque, tras los preparativos indispensables que incluyen guantes, protecciones para la lluvia y radios, iniciamos este exquisito paseo. Somos más de 70 malayos iniciando una travesía en este hermoso parque, es verdaderamente una multitud, pero hacemos la pantomima de que somos pocos, porque nos aterra tanta multitud.

Nos organizamos en los básico, quién lidera, quién cierra y comenzamos la aventura bajo la lluvia, sutil pero permanente, nos acompañó todo el viaje. No fue un problema, la nitidez del paisaje, la frescura del aire, la exquisita fragancia del camino fue una consecuencia fantástica del clima que nos acompañó este día.

Estas decenas de malayos pasaron uno a uno por los exquisitos paisajes y húmedos recodos de este camino,  gozando la belleza de palmeras y flora local, para ser parte de esta aventura formadora, en que se aprende a amar la belleza natural, el regalo sin retorno que nos da la naturaleza y que nos convierte profundamente en defensores de este planeta maravilloso que nos otorga belleza por doquier.

Estoy seguro que la gran mayoría de estos malayos, viejos amigos y desconocidos cercanos, han aprendido una nueva lección en este paseo, la maravillosa naturaleza es un regalo y  nos debemos a ella, para cuidarla y mostrarla a los demás. Aquí algunas fotos para disfrutar.

Lindo paseo malayo, queremos muchos más malayos disfrutando comprometidos con nuestra hermosa montaña.

 

Matrimonio malayo : una experiencia inédita

Nunca o casi nunca respondo a las invitaciones a un matrimonio. Nada personal, pero no creo en este constructo artificioso de la sociedad capitalista y católica, eso del ladrillo de la sociedad (versión maniquea de la iglesia católica) siempre me ha resultado un sinónimo de continuidad consumista y funcional de un sistema decadente y en franco y acelerado deterioro.

Salvando todos mis prejuicios y acudiendo a mis cariños por quienes me pidieron participar, hoy rompí las reglas y asistí al matrimonio de dos seres deliciosos, dos malayos que conozco en muchas montañas y que me parecen especialmente adorables.

Temprano el sábado, busqué como podía hacerles un regalo adecuado y de paso elegir como vestir, ya que claramente mis elecciones estarían un poco fuera de foco con relación a las creencias más habituales.

Al final, decidí ser super concreto, escribí una nota con mis verdaderos sentimientos, puse unos billetes  en el mismo sobre como regalo útil y agarrando mi piolet partí a la boda. Llegué temprano, pero para sorpresa mía, ya había bastantes malayos, piolet en mano, esperando a los novios. Debo aclarar que estos novios viven en Polonia y que han venido a Chile solo a cumplir con este rito tempranamente preparado y que me parece especialmente tierno considerando que para Andrea y su familia es especialmente relevante y que para Luis,  es un rito social  para celebrar su amor.

Evidentemente, era imposible que todo el grandioso Club Malayo estuviera presente, ya son más de mil, que va!!. Por eso, estábamos los más viejos y cercanos a esta hermosa pareja que se construyó en muchos ascensos a montañas, en actos de solidaridad como cuando fuimos a Coliumo a trabajar tras el terremoto del 2010 y en tantas aventuras que hemos compartido. Esto explica porqué los malayos trajimos a la ceremonia nuestros  piolets, son un símbolo de lo que nos une y anima.

Debido a mi accidente en julio pasado, hace ya un tiempo que no veía a mis amigos y esta especial reunión fue muy propicia para saludarles y sentirme una vez más en mi entorno. No deja de asombrarme que debido a la enfermedad del padre de Luis, españoles ambos, la familia no podía estar presente y los malayos finalmente oficiamos como la familia del novio. Qué hermoso, ahí estábamos los malayos orgullosos de acompañar a esta pareja preciosa.

Como no acostumbro ir a matrimonios y menos consumarlos, el tiempo se dilató de manera escandalosa y cada minuto duraba horas, sin embargo, todo ocurrió y ahí estaba en una iglesia escuchando el pregón. Debo confesar que el cura resultó muy entretenido, muy inteligente hilvanó sus palabras con inteligencia, no cayó en la estúpida retórica católica y fue simplemente concreto y práctico. Sorprendido salí de esa iglesia, junto a mis compañeros malayos para crear un túnel de piolets con el cual saludamos a nuestra pareja de malayos en su nueva etapa. Todos deseamos que juntos puedan seguir disfrutando la belleza de las montañas, la vida  y los valores que hemos construido al alero de nuestro club.

El siguiente paso fue ir al club de campo en donde se haría la fiesta, en los faldeos de los cerros de La Reina, con una vista increíble (salvo por el maldito smog que opaca todo), nos encontramos nuevamente bebiendo deliciosos aperitivos y mejores appetizers, mientras esperábamos la llegada de los recién casados. Animadas conversaciones y menudas sorpresas también, ya que las chicas malayas vestidas de fiestas se ven más hermosas que en la montaña. Hay que reconocer que hubo bastante producción y que la ropa de montaña normalmente  no resalta la real belleza de estas muchachas.

Este almuerzo estuvo lleno de emociones, desde cuecas bailadas por los novios, pasando por diaporamas y preciosos discursos de familia y amigos, se configuró un rito que parece que habitualmente elijo perdérmelo, sin embargo, esta vez estoy muy contento de haber estado ahí.

Buena suerte Andrea y Luis, les deseamos lo mejor y que esta cordada que han creado y jurado para toda la vida, los lleve por muchas montañas y aventuras siempre bajo los principios y valores que todos los malayos compartimos.

Trekking al Aconcagüa : un paseo genial

A fines de enero comenzó a gestarse lo que prometía ser un paseo filete para comenzar un buen año. Con el paso de los días, tomó forma y ya a fines de febrero era un compromiso. Un grupo de 8 personas iríamos al majestuoso Aconcagüa, el más alto de esta parte del mundo en un trekking de acercamiento y conocimiento, pero sobretodo de disfrutes en la montaña.

Ciertamente ascender el Aconcagüa creo que está aún lejos de mis posibilidades, es una expedición de muchos días y de gran entrenamiento previo, pero eso no obsta para ver en terreno que puede significar esa posibilidad.

Pedí un día de vacaciones previo a un fin de semana y a las 7 AM estaba instalado con mi mochila bien preparada en el punto de encuentro. En menos de 10 minutos, ya aparecían los vehículos y pronto ya íbamos camino hacia el Paso Los Libertadores, llenos de alegría y ansiosos de disfrutar este trekking tan esperado.

Unas pocas horas y ya cruzábamos la frontera y nos fuimos directo hacia Penitentes, en donde arrendaríamos las mulas que transportarían la carga más pesada, comida y artículos de campamento. Realizada la tarea, solo quedaba almorzar algo rico en la Hostería Refugio Aconcagüa. Por supuesto, en el almuerzo, una sobredosis de proteína de sabrosa carne argentina.

Concluído el almuerzo, nos desplazamos hacia el acceso del Parque Provincial Aconcagüa a registrarnos y pagar el peaje por el paseo. Ahí me enteré que dependiendo de la extensión del trekking hay tarifas diferenciadas, incluyendo la exótica condición que si vas a hacer cumbre en el Aconcagua hay que ir a depositar el importe a Mendoza.

Un parque de 65 mil hectáreas, muy bien cuidado y con una sorprendente infraestructura incluyendo helicópteros para transporte y rescate. La verdad es que nunca habia visto algo así y me deja la sensacion que los argentinos manejan con mucha más inteligencia que los chilenos sus recursos turísticos.

Cumplidos los trámites administrativos, comenzamos la caminata hacia Confluencia, lugar en que armaríamos el campamento base. Un camino delicioso, con un sol ardiente pero una brisa apropiada para no sucumbir. Caminar y conversar es parte disfrutable de estas excursiones y sobretodo cuando ya nos conocemos algunos. Teresa, por ejemplo, es una poderosa montañista y entrañable ciclista con quien ascendimos el Volcán San José hace unos años, otra conocida es una compañera con quién recorrimos el desierto florido en otra ocasión. Los demás, todos adorables, aprendí a conocerlos bien durante este paseo mediante exquisitas conversaciones y especialmente compartiendo momentos inolvidables.

Una vez que armamos el campamento en Confluencia, incluida una carpa comedor, nos dispusimos a preparar nuestra primera cena de montaña. Sorprendente encontrar no solo a los guardaparques, muy organizados y bien preparados, sino que las evidencias de una actividad febril del verano que se iba. Varios domos e instalaciones de las empresas de turismo de montaña, que incluyen hasta baños químicos que estaban en proceso de desarme por el fin de temporada. Es otro el nivel, me sorprendí una y otra vez.

Una noche estrellada maravillosa, la temperatura fantástica a pesar de la altura y la promesa de un siguiente día exigente  pero lleno de aventuras.

Despertamos temprano para hacer un contundente desayuno y prepararnos para un día de gran caminata. El cielo se veía despejado, la temperatura algo fresca pero con muy buen pronóstico. Preparamos nuestras mochilas y comenzamos la ruta hacia Plaza Francia, base de la pared sur del Aconcagüa, nuestro foco de interés.

A medida que pasaban las horas y avanzábamos hacia nuestro destino, el cielo comenzó a ponerse negro, lleno de nubes, y el viento se hizo sentir con grandilocuencia. Hicimos una pequeña variante para encontrar un exquisito remanso en medio del glaciar de Horcones interior, un sitio maravilloso que nos permitió hacer nuestra pausa  de almuerzo y tomar lindas fotos. Lo más sorprendente para mí fue la gigantesca presencia de la pared sur del cerro Aconcagüa, es indescriptible su tamaño y ferocidad, definitivamente es de pocos amigos. En las conversaciones con Gastón constaté que su dificultad es tremenda, son cinco dias de ascenso, durmiendo en vivac colgado cuatro noches, demasiado, ciertamente demasiado.

Nuestro almuerzo se vió rápidamente interrumpido por los relámpagos y truenos que anunciaban un cambio brutal del clima. Fueron solo minutos para ponerse ropa adecuada y de súbito ya estabamos siendo bombardeados por una lluvia de granizos poderosa. A pesar de todas mis capas, los proyectiles de hielo me agujeaban la cara y poco tiempo después se transformó en una copiosa lluvia. Definitivamente, era hora de volver raudos al campamento.

Fueron varias horas de caminata bajo la lluvia, divertidos por la situación y asombrados sobretodo por los resonantes truenos y avalanchas que se producían en los cerros que encajonaban nuestro camino. Sin novedades llegamos al campamento, algunos tan agotados que incluso decidieron dormir un rato. Por mi parte, me dediqué a juntar agua ya que se cortó el suministro, pues la presión soltó las mangueras que traían el líquido desde las vertientes del sector.

Finalmente, nos mantuvimos protegidos en la carpa comedor, tomando bebidas calientes, comiendo cosas ricas, contando historias y haciendo tiempo para poder hacer la cena. Una tarde muy entretenida y amenizada por la inclemencia del clima.

Esa noche no solo llovió sino que después cayó una gran helada, de tal suerte que cuando me levanté al dia siguiente antes de las 7 de la mañana, la carpa estaba con una pesada capa de hielo. No pasamos frío, pero la noche igual fue de sobresaltos por los tremendos truenos.

Tras el poderoso desayuno del último dia, desarmamos el campamento y comenzó el regreso. La lluvia causó estragos en el camino, fueron muchas las avalanchas de barro y la formación de morenas impresionantes, que se levantaron en murallones de rocas y barro de hasta tres metros de altura. Tuvimos que improvisar rutas para poder volver una y otra vez al sendero principal, flagelado por los derrumbes.

Cuando definitivamente pudimos llegar al punto de entrada al Parque, nos encontramos con la sorpresa que uno de los vehículos había perdido la batería, debido a que las luces quedaron encendidas. Por más de una hora estuvimos intentando hacer partir el motor hasta conseguirlo y pudimos desplazarnos nuevamente a Penitentes a recoger equipaje y almorzar.

El regreso, terriblemente demorado en la aduana chilena (qué ineficientes!!!), nos llevó finalmente a Santiasco para dar por terminado este delicioso paseo.

Me encantó conocer el Aconcagüa, creo que volveré y por cierto, hice una selección de fotos para recordar el disfrute.

Travesía Provincia – El Manzano : maravillosa aventura

Pasé muchos días esperando que el calendario me regalara esos tres días inhábiles que requería esta hermosa travesía por los cerros de la Cordillera Central y que me llevaría desde el cerro Provincia en la comuna de Las Condes hasta la zona de El Manzano en el Cajón del Maipo.

Organizado por un notable malayo, Gustavo, hubo muchos que se sintieron llamados a esta aventura, pero la cordura y un buen sentido de la seguridad permitió que el grupo fuera conformado por solo 23 entusiastas aventureros.

El día inicial y a la hora señalada, junto a mi gran amigo René y su nieto Nacho, llegamos al punto de encuentro en la entrada de San Carlos de Apoquindo. Equipados con todo el sobrepeso que nuestras espaldas pueden soportar (siempre es más de lo que recomiendan las reglas empíricas), poco a poco llegaron casi todos los malayos convocados.

Claramente esta aventura se constituiría en una de las travesías más numerosas que hemos realizado con los malayos y aunque a poco andar, mientras subíamos el cerro Provincia, se produjo un abandono por fatiga (hay que reconocer que no es fácil subir este cerro con carga), lo concreto que quienes continuarían lo harían hasta el final.

Cuando llegamos a Cancha Carrera, el frío comenzó a sentirse muy fuerte, estaba cayendo plumillas de nieve y la temperatura ambiente claramente había descendido mucho. El buen ánimo y sobretodo las ganas, nos llevaron a continuar el ascenso pues, a pesar de todo, estaba calculado que a todo evento llegaríamos con luz de día a la cumbre para hacer nuestro primer campamento.

Un frío intenso nos recibió en la cumbre y además de nuestro grupo, una interesante cantidad de otros excursionistas estaban en el lugar. Armamos campamento y comenzamos la rutina de hacer agua de la nieve para equiparnos para la siguiente jornada y para cocinar nuestra primera cena de la travesía. Con mi cordada, Pussy, preparé un rico puré al merkén con unas vienesas de pavo que saboreamos hasta el final, hambrientos y con mucho frío.

Muy temprano, ya estábamos arropados al interior de la carpa y nos dimos a la tarea de intentar dormir lo mejor posible tras la agotadora jornada. La vista desde la cumbre de Santiasco iluminado es formidable, dan ganas de estar siempre mirando desde esa altura y con la sensación extraordinaria de libertad que nos regala la montaña.

Temprano por la mañana, demasiado para mi gusto y con bastante frío (varios grados bajo cero), desayunamos de manera cómoda pues tuve la precaución de guardar agua caliente en mi termo y que se mantuvo muy bien durante toda la noche. Habiendo consumido una gran cantidad de calorías (ricas por cierto), nos dispusimos a desarmar campamento para iniciar la segunda jornada de nuestro viaje.

Dejamos el cerro Provincia y nos dirigimos al Morro El Tambor, un sendero muy claro y que sigue el curso de los filos de las montañas del sector. Varias horas de caminata con algunos descansos para incluir alimentos en nuestros cuerpos hasta llegar a las cercanías del desafiante San Ramón. Este cerro presenta una permanente ventolera de aire frío que a veces puede ser insoportable. Dejamos las mochilas y abrigados adecuadamente, nos fuimos por su cumbre.

Una vista excepcional, a pesar del viento implacable, nos permitió tomar muy lindas fotos de nuestro grupo. Me produce mucha alegría ser parte de un equipo tan espontáneo, buena onda y especialmente sano, lo cual se nota permanentemente en detalles deliciosos. Nadie discute los liderazgos, son naturales, todos en forma instantánea están dispuestos a ayudar a los demás, todos cooperan en mantener la armonía y alegría del grupo. En verdad, es demasiado grato, disfrutar la naturaleza en tan buena compañía.

Regresamos por nuestras mochilas y bajamos en dirección a Los Azules, buscando un lugar en donde cerrar nuestra segunda jornada con un campamento en donde recuperar energías y descansar. El lugar elegido, considerando cuanta luz de día quedaba y el cansancio del grupo, no fue el mejor pues el viento era implacable. Sin embargo, la buena onda primó y con maña fuimos capaces de armar las carpas a pesar del viento y mejor aún, hasta pudimos cocinar en condiciones absolutamente adversas. Esta noche, con mi cordada nos hicimos unos fideos caracoles con crema y atún, los cuales engullimos escondidos del viento en la carpa.

La segunda noche fue algo tortuosa, pues el viento nos azotó incesantemente, al punto que gran parte del tiempo el techo de la carpa nos golpeaba las caras. Evidentemente, fue difícil dormir en forma continua, pero igual descansamos lo suficiente como para retomar la travesía con muy buen ánimo.

Considerando el viento, decidimos que desayunar merecía un mejor lugar, así es que iniciamos tempranamente el descenso hacia la casa de un arriero, en donde sabíamos que encontraríamos agua y unas mesas en donde darnos un festejo.

En efecto, tras unas pocas horas, llegamos primero a un refugio abandonado (que ganas nos dieron de reconstruirlo en nombre de Los Malayos) y luego llegamos a la casa buscada en donde nos dimos maña para un banquete malayo de epopeya. Es divertido observar como de las mochilas salían delicias, jamón serrano, huevos, quesos, paltas y cuanta exquisitez se puedan imaginar. Ahí tomé contacto, una vez más, con el espíritu del grupo, había que pasarlo bien y todos dieron lo mejor para que eso fuera posible.

Desconozco como fuimos capaces de seguir la travesía después de comer tanto. Pues bien, continuamos la ruta, descendiendo e iniciando el cruce repetido del río, haciendo equilibrio en las rocas, improvisados puentes que todos salvamos sin complicaciones mayores. Perdí la cuenta de cuantos cruces de río realizamos, pero todos y cada uno de los integrantes del grupo lo conseguimos.

Hacia el final de la travesía, el bendito regalo de las empanadas y cervezas, que nos esperaban a la salida de El Manzano. Allí, previo aviso, nos tenían una provisión asombrosa de empanadas de pino, también de queso, para saciar toda el hambre acumulada. Un final de antología para una travesía maravillosa.

Unas fotos del recuerdo, para mis queridos malayos.

Expedición al Nevado de los Angeles: una maravilla conseguida con esfuerzo

Recibí invitación privada del grupo más aventurero de mi querido Club Malayo y no resistí la tentación de hacerme parte de una expedición única, explorar una nueva ruta para ir a un cerro muy poco visitado por la zona del Arrayán.

Acepté el desafío a pesar de haber estado un mes fuera de la montaña a causa de una gripe espantosa que después de 4 años incólume, me atacó sin piedad por demasiados días. Era un momento de verdad, una aventura que nos pondría a prueba.

La idea era ocupar los tres días de un fin de semana largo para llegar a la cumbre de este especial cerro de nuestra cordillera central. Salí de la pega bastante tarde, con el tiempo justo para armar mi mochila y alcanzar a dormir lo suficiente para acometer el desafiante trayecto. Nos juntamos a las 8:30 horas en el estacionamiento de un supermercado en Tobalaba, en donde encontré a la hermosa y talentosa malaya Gaby y que pronto se nos unirían el resto de los integrantes de esta aventura de 8 malayos deseosos de montaña.

Puntualmente, como acostumbramos, nos fuimos hacia el Santuario de la Naturaleza en El Arrayán, en donde comienzan a operar a las 9:00 horas, pagamos la entrada y estadía de los tres días a buen precio, una ventaja negociada por nuestro gran León, un malayo 4×4 que quiero como a un hermano.

Tras los preparativos habituales de crema protectora y demases, comenzamos a caminar desde el estacionamiento  hacia el lugar en que quedarían nuestras pesadas mochilas que León fue a dejar para ahorrarnos el esfuerzo. Poco antes de las 10 de la mañana de ese nublado sábado, iniciamos la expedición por un sendero que nos conduciría, en primer lugar a las curiosas termas de El Arrayán y luego hasta un bosque de pinos (que curioso) en donde hay una casa de arriero en donde regaloneamos a unos gatitos deliciosos. Naty y León, le llevaban pellets de regalo, que lindos ellos, cargaron comida para esos gatitos que habían conocido días atrás en un paseo de reconocimiento de la ruta.

De ahí en adelante fueron largas horas de caminata y con un gran peso en nuestras mochilas, de hecho yo llevaba 23 kilos en la espalda, a pesar de toda mi experiencia reduciendo pesos, entre carpa, ropa, utensilios, comida, agua y un etcétera interminable (hay que estar preparado para muchos escenarios), no logré bajar más el peso.

Tras unas 9 horas de caminata, uno de nuestros compañeros decide abandonar la expedición, estaba reventado y a pesar de nuestra insistencia, finalmente lo dejamos al lado de un río para que hiciera campamento y esperara nuestro regreso. Continuamos caminando hasta que comenzó a oscurecer y no alcanzamos a llegar adonde habíamos planificado, pero encontramos un buen plano en donde hacer campamento tras más de  11 horas de caminata. Una noche perfecta, de luna llena y buena temperatura fue el marco para nuestra primera noche de montaña.

Preparamos nuestra cena, había necesidad de muchas calorías, ante de dormir. Me preparé una sopa de crema de tomates y albahaca, luego un arroz mexicano que estaba más picante de lo que deseaba y concluí con un gran café torrado. Poco después, probé un rico vodka con berries que León compartió. Gastamos varias horas en hacer agua a partir de la nieve, pues no había otra fuente disponible y la necesitaríamos el día de cumbre.

Tuve que incluir en mi carpa a un simpático malayo, Cristián,  cuya cordada quedó en el camino así que nos adaptamos al espacio reducido que compartiríamos, previa advertencia que se pusiera tapones en los oídos para que no sufriera mis ronquidos (por eso prefiero dormir solo en campamento).

Pasadas las 6 de la mañana del domingo nos despertamos para desayunar ya que a las 7:30 horas debíamos comenzar el ataque hacia la lejana cumbre de este cerro. Una buena dosis de carbohidratos, buen café y una mochila bastante más liviana, solo con lo necesario para el día de cumbre.

Una caminata de casi 8 horas nos llevó finalmente, tras varias subidas y bajadas de cerros intermedios hasta la cumbre del Nevado de los Ángeles, adonde llegamos definitivamente agotados, fue un esfuerzo extremo que se notaba en nuestras caras y cuerpos, pero estábamos felices, todos llegamos a la cumbre y disfrutamos de una vista excepcional del cordón montañoso en donde teníamos visión del cerro El Plomo hasta el Aconcagua, desde el Conchalí hasta el Alto Hotel, que maravilla!!

Cuando estábamos en la cumbre, tuve la loca idea de usar la radio y preguntar si habían malayos en esa frecuencia (7.7) y para regocijo de todos me responden, «los malayos estamos en todas las frecuencias». Eran los malayos que ese domingo habían ascendido al Conchalí, el paseo oficial de la semana. Que deliciosa coincidencia!!

Después de alimentarnos, iniciamos el descenso y tras unos 20 minutos constatamos que nos habíamos extraviado, así que usando el GPS de León, logramos enrutarnos correctamente de nuevo. Fueron 4 horas de descenso hasta el campamento, un esfuerzo potente para nuestras cansadas rodillas. Antes de llegar al campamento, cargamos nieve en bolsas para hacer agua, ya que la necesitaríamos para la merecida cena.

Otra noche de campamento,me cociné un rico puré con cubitos de atún y aceitunas y un gran café para calentar el cuerpo. El clima cambió repentinamente, se puso muy helado y esa noche pude dormir muy poco, pues el viento fue implacable durante toda la noche. Gran parte del tiempo lo pasé retirando el techo de mi carpa de mi cara, el viento nos aplastaba implacablemente.

Desayunamos ávidamente, desarmamos el campamento y ese lunes feriado, iniciamos el regreso a mitad de la mañana. Fue una caminata rápida que nos condujo hasta donde habíamos dejado a nuestro compañero, quien nos dejó una nota indicando que había decidido regresar antes a Santiasco. Pasamos a visitar a los gatitos regalones y horas después nos detuvimos en las termas del Arrayán a descansar.

De regreso al estacionamiento, cerca de las 16 horas, pudimos constatar que pese al cansancio y las ampollas en los piés, habíamos cumplido nuestra meta. Felices nos despedimos y regresamos a nuestros hogares, la aventura había concluído. Dejé unas fotos para el recuerdo.