La Diana : notable lugar

Este último tiempo en mi trabajo se ha visto aumentar la frecuencia de las despedidas. No solo los que dejan la empresa por diversas razones sino los que son reubicados por distintas o parecidas justificaciones. Así llegué al lo que era un antiguo convento en la plaza Los Sacramentinos, para encontrar una versión re-editada del restaurante nómade La Jardin, un sitio memorable en mis experiencias anteriores.

Como el formato del evento era más parecido a un happy hour, fuimos pidiendo distintos appetizers mientras consumiamos las graciosas y afortunadas combinaciones de tragos de la casa.

Entre otros, pedimos un rico ceviche de reineta y mariscos con leche de tigre para ponernos en onda, un increíble pan de campo, un amasado gigante relleno de queso derretido, una pizza de carne mechada, palta y queso azul llamada Caupolicán, una entrada de pulpo grillado (con papas confitadas, dulce de membrillo y vinagreta de pimentón) y otras pizzas Minotauro, Normandie y Diana. Todo delicioso y de lo cual no quedó vestigio en esas horas de disfrutes. Especial mención tragos de la casa con nombres especiales como elevator, mortal kombat y otros que ya olvidé.

Delicioso lugar que espero visitar nuevamente, en forma ideal entrando por los Juegos Diana para llegar a comer y descansar en La Diana.

La Jardin : un proyecto sorprendente

Caminando en busca de un buen sitio para cenar, nos acercamos al lugar en donde recordaba al Ponle Cacao en la vieja factoría Italia, en donde fuimos sorprendidos por algo notablemente distinto. Un sitio que parece un invernadero, lleno de artefactos reciclados y de materiales de demolición, los cuales sin perder su naturaleza se combinan de una manera sorprendente para darte la sensación de una experiencia única. Cajas de manzanas, chuicas y cuanto puedas imaginar se transforman en maceteros, pequeños motores mueven engranajes y aros de bicicletas para crear movimientos continuos, todo se mueve, todo es orgánico y te sumerge en una atmósfera de ensueño impresionante.

Nada es regular, las mesas son irregulares, los materiales no son nuevos, las bicicletas están en todo y en ese caos delicioso, aparece una chica que nos ofrece una carta con ofertas de comida y también de cursos de reciclaje, de cultivos orgánicos y de cuanto puedes imaginar en un proyecto itinerante y subversivo como éste.

No podíamos compilar la sorpresa de esta iniciativa tan original, nos costó tiempo entender que su naturaleza es la disrupción y sobretodo constatar que fuera posible. La chica que nos atendía nos confirmaba que solo duraría un año y que en marzo 2013 desaparecía, lo cual añade expectativas ante la temporalidad de la intervención. Hay productos que se sirven en el local que se producen en esos precarios y sorprendentes invernaderos que llenan el sitio. No puedo dejar de anotar que hay gente que disfruta descansar en pallets convertidos en sillones, en tiendas armadas con ropa de desecho, en gallinas que deambulan libremente por el lugar en un desorden virtuoso que me emociona.

Este lugar es imperdible, es un asesinato de lo cotidiano, un disparo libertario en el circuito de restaurantes de Santiasco, una oportunidad de vivir con libertad una forma distinta de restaurante y que conecta los sentidos con lo esencial.

A la hora que llegamos, ya no quedaban pizzas (algo distinguible en el lugar), pero accedimos a unos crocantes y panqueques que estaban deliciosos, después de todo era tan rica la experiencia que no es relevante lo que comimos.

No se pierdan a La Jardin, será parte de sus recuerdos más añorados.