Un día de lluvia en Santiasco : exótico pero es junio!!

Desperté a sobresaltos, primero porque no sabía que día era y luego porque tampoco me ubicaba en la hora del día. Resultaba que era domingo y llovía intensamente, lo cual no coincidía con mis planes, que era un rico paseo en cleta por la ciudad aprovechando el aire limpio y la frescura del aire post lluvia.

Avance cual zombie hacia mi cuarto de baño para tomar una ducha bien caliente y salir del sopor. Condición que afortunadamente también implica que comienzo a usar las neuronas que quedan activas en mi cabeza. Estaba claro que no podría andar en cleta, la lluvia era abundante y la temperatura poco propicia.

Cambié el plan, decidí que desayunar en algún sitio distinto a mi departamento era buena idea. Salí con rumbo al barrio Lastarria. Me acerqué al rico sitio del Café del Museo en la Plaza del Mulato Gil para disfrutar un jugo de piñas, si bien estaba frío, los carbohidratos generosos de esta fruta me llenaron de energía y tras revisar la oferta de arte del MAVI, con la delicia de Roser Bru, me fui a caminar por el Parque Forestal con rumbo al Museo de Bellas Artes.

El MNBA estaba muy vacío, al igual que las calles, ya que esta ciudad no tiene vocación de invierno, pero aproveché muy bien la delicia de las esculturas de Nicanor Plaza, el precursor de la disciplina clásica en Chile y que complementé muy bien con el contrapunto transgresor de Gonzalo Mezza en el zócalo del edificio. La escultura como desafío de representación de la realidad corporal versus el imaginario digital del arte infinito de la red.

Luego seguí con el krrtrekking rumbo al MAC para disfrutar el imaginario persistente de la talentosa grabadora Dinora Doudtchiitzky y la fortaleza visual de Venturelli, ambos artistas ilustres y con fundadas razones para perdurar en el tiempo.

Ya hambriento, recorrí solitario el barrio Bellas Artes y me acerqué hacia adonde podría existir un restaurante visitable. Terminé almorzando en el Mulato, también vacío lugar, salvo por unas parejas brasileñas. Agua mineral para comenzar, un plato de corvina sobre una base de limòn con rissoto de albahaca y chips de champiñones y que acompañé con un pinot noir William Cole. Delicioso!!

Para los postres, nada mejor que un cheescake de queso de cabra decorado con berries (originalmente era un carpaccio de higos y membrillo) más un café negro como de costumbre.

Rico krrtrekking dominguero!!!

Después de la lluvia : Santiasco desde el San Cristóbal

Pocas veces coincide que después de una lluvia, el día siguiente todavía es fin de semana. Ese es un acontecimiento delicioso, pues implica que podré ver la ciudad sin esa capa odiosa de smog.

Desperté temprano para constatar que era un día luminoso, con un sol que si bien no daba mucho calor, llenaba de belleza el entorno. Miré por la ventana y la cordillera majestuosa me saludaba con su manto blanco de nieve. Los árboles, preciosos, lavados con paciencia por la lluvia mostraban sus verdaderos colores otoñales y muchas hojas de hermosos colores, llenaban las calles de belleza.

No pude resistir la tentación y preparé mi mochila y tan pronto como pude, estaba camino al cerro San Cristóbal. Muy poca gente en las calles, tan poca que parecía que la ciudad se había escondido y que éramos fantasmas perdidos los que deambulábamos por las calles.

El camino hacia el acceso de Pedro de Valdivia Norte estaba lleno de hojas que el mal tiempo desprendió para formar un césped de colores cálidos y anaranjados, como un preludio del placer que vendría a continuación. Me detuve unos instantes en el acceso del Parque solo para elongar un poco y constatar que era cierto que la gran mayoría de sus visitantes no estaba hoy.

Subí sin esfuerzos, solo disfruté el aire limpio y helado que ingresaba a mi cuerpo feliz de la limpieza post aguacera, disfrutando el brillo de las gotas de agua, de un sol que solo proporcionaba luz y de ese olor característico que solo la lluvia obtiene del cerro. Sobrepasé a unos pocos y un par más pro pasó raudo adelante de mi, pero sentí enorme placer al llegar a la cumbre, sin gran agitación y de paso encontrarme con un amigo malayo, esos de aquellos que buscan estos pequeños grandes placeres que brinda la ciudad en este tipo de días.

Pasé por mi jugo de mote con huesillos (sin mote y sin huesillos), placer irrenunciable de mis subidas a este cerro y que me da permiso disfrutarlo en silencio mientras leo algo interesante. A pesar del sol, había algo dxe frescura en el aire y debí abrigarme un poco, aproveché de hacer algo de ejercicio y dediqué unos largos (o cortos?) 15 minutos a mirar la ciudad. Qué increíble espectáculo, una ciudad plena, en la que pude observar detalles que antes n o había detectado. Por ejemplo, pude ver el palacio Hidalgo en el cerro Santa Lucía, precioso, jamás lo había notado. Incluso fui capaz de ver los edificios en donde viven diversos amigos y que estoy seguro que jamás se ven en la cotidianeidad del eterno smog santiasqueño.

Qué lindo espectáculo el de hoy, como me gustaría que fuera así siempre.