Glaciares a la vista

Este sábado 10, la cita obligada era con la naturaleza, lo más hermoso que nos regala la vida y que habitualmente no vemos. ¿cuántos saben que a menos de 100 Km de Santiago, hay paisajes milenarios, de una belleza impactante y que nos conectan a mucho más que un documental sobre lo mismo?. Es demasiado hermoso lo que tiene este país y quizás no sobreviva por mucho tiempo más.

Plaza Italia a las 7:45 de la madrugada, estaba solo. Afortunadamente comenzaron a llegar los comensales de este delicioso menú. Cerca de las 9 horas ya estaba todo el grupo, tanto del lugar en que trabajo como de amigos. Reconocí y saludé a un par de compañeros de aventura anteriores y cerca de las 8:10 llegó sorpresivamente mi buena amiga Elena, aparentemente la única en mi pega que le interesó la invitación que a todos hizo el Club de Montaña de la empresa. Llegaron los Malayos, muy entretenidos y con una mística envidiable, un club informal de montaña y en tres vehículos escolares, viajamos hacia el Cajón del Maipo.

Comenzó una caminata por una seca y pedregosa ruta, hasta que llegamos a la nieve del Valle Las Arenas. Ufff, vaya que cuesta caminar sobre la nieve, pero tanta belleza vale la pena. Tras casi tres horas de caminata, llegamos a la verdadera y congelada Laguna del Morado con una vista envidiable a los glaciares. Son cuatro glaciares que se pueden interpretar como restos de un mismo glaciar en proceso de desaparición. Me invadió una gran pena tomar contacto con el hecho que cada día que pasa, es menos lo que queda de esta maravilla de la naturaleza.

Almorzamos enfrente del glaciar y del colgante (lo que queda arrimado en la montaña) con una laguna en proceso de descongelamiento. Fue muy emotivo, los casi 30 comensales se esforzaron en compartir cada uno de los alimentos, es maravillosa la solidaridad del montañista, sabe que está con un hermano, alguien que ama lo mismo y que haría cualquier cosa por apoyarte e incluso salvarte si fuera necesario.

El retorno, estuvo matizado por los divertidos patinazos en la nieve y el temprano congelamiento que sufrí de mis manos, afortunadamente la flaca Elena me ayudó con sus guantes para que recuperara la sensación de mis dedos. Fue una muestra más que la montaña saca lo mejor de cada uno, pienso que seguro que hacía mucho frío para cualquiera, pero gracias a esos guantes recuperé los dedos. Gracias flaca, eres una buena amiga.

Una vez que llegamos a los vehículos, vino la parte menos grata, un viaje eterno hacia la ciudad, de verdad lo sentí demasiado largo, no obstante, después de las 21 horas ya me encontraba en mi terruño.

Exquisito paseo, me llené de energía y de paisajes increíbles. Debería ser asignatura obligada de toda persona que piensa que no hay nada más que conocer.

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