Recorriendo barrios en cleta : un pseudodeporte delicioso

Aunque la noche anterior esperaba haber asistido a un espectáculo de danza moderna, finalmente terminé pasando la pena de su fatal y sorpresiva suspensión disfrutando blues en el Pata Negra, aprovechando de comer algunas tapas y beber un buen vino. Pedí un surtido ibérico, una tabla con jamón serrano, chorizo español, salchichón y cortes de lomo embozado. Además unos calamares a la romana con salsa tabasco, para acompañar una botella de carmenere reserva de Las Niñas 2010. Una compensación por lo que no pude ver, pero buena oportunidad para conversar y pasarlo bien.

Dormí con ganas, de hecho desperté tres veces y en dos  oportunidades decidí dormir un poco más hasta que me asaltó el impulso de salir a pasear en cleta. En mi mente se aparecieron muchos panoramas interesantes, así que después de una reponedora ducha, preparé mochila y cleta para salir a pasear.

Ya en mi cleta salí rumbo al cerro San Cristóbal por la entrada de Pedro de Valdivia Norte, una subida marcada por una muchacha hermosa en una  antigua cleta que pasó muy rápido hacia el cerro mientras yo me preparaba en la entrada del cerro haciendo algunas elongaciones (la semana laboral de verdad que deja huellas en el cuerpo, estaba demasiado tenso). Comencé a subir unos minutos después que ella y  pronto comencé a a disfrutar la serotonina y la adrenalina que tiene el desafío del cerro. En las cercanías de la piscina Tupahue la alcancé, pero aunque ya había sobrepasado a tres, ella se alejaba parada en su cleta como si nada. En fin, seguí pedaleando mientras bebía mi botella de jugo isotónico, hasta que la alcancé en el «cuesta de los afligidos», una curva y camino de gran pendiente, que he logrado dominar tras años de subir el cerro. La sobrepasé sin problemas, constatando que era una veinteañera estupenda, pero que nada me detendría hasta llegar a mi mote con huesillos, el premio que obtengo cada vez que subo  el cerro.

Instalado en mi sitio favorito, sequé mi transpiración y luego de comprar mi vaso del «elixir del cerro», me puse a leer el libro que me tiene entusiasmado en estos días -La civilización inconsciente de John Ralston- un ensayo sociológico acerca de la manipulación de la sociedad para la prevalencia corporativista del poder, el individuo inexistente y sin valor a menos que sea parte de un grupo de poder en la «democracia» al estilo moderno y empresarial.

Un buen rato leyendo hasta que el hambre me advirtió que era adecuado ir por un buen lugar para almorzar. Bajé con el vértigo que trae aparejada la pendiente del cerro y me fui hacia el barrio Bellavista, barrio que recorrí por un buen rato hasta llegar al Teatro Mori en donde disfruté de una exposición de fotografía del Fotocine Club. Lindas fotos que disfruté mientras pensaba en donde almorzaría. Seguí pedaleando y me fui hacia la zona norponiente de Santiasco. Pasé por el Centro Cultural Estación Mapocho y me puse a zigzagear entre las calles del sector para visitar la Peluquería Francesa, el boulevard Maturana, el Buenos Aires y el exquisito Juan y Medio de Plaza Brasil, además del Teatro Novedades, todos deliciosas paradas de otros tiempos y que ahora decidí dejar atrás.

Tras muchas vueltas pesquisando nuevos lugares, decidí volver hacia el oriente y en algún punto di con el Parque Forestal, para acercarme al barrio Lastarria. El hambre estaba claramente inflacionado, asi es que decidí almorzar en el Zabo.  En la Plaza Mulato Gil, este lugar de cócteles, sushi y platos peruanos me sedujo lo suficiente como para finalmente detenerme. Partí con un jugo de maracuyá, mientras elegía de la carta un trío de causas como entrada, un plato divino, con tres variedades de causa limeña, camarones, pulpo y anguilas.

Ya embalado en el placer de comer, decidí por un buen vino, un syrah reserva de Chocalán 2008 que sería fiel compañía para mi lomo saltado, un plato peruano delicioso, algo especial en un sitio de sushi que lo emparenta con la comida nikkei. Disfruté mi almuerzo tardío, mientras continuaba leyendo mi libro del momento. La música maravillosa con Diane Krall al piano y voz.

Finalmente, tras un rico café negro decidí volver a casa atravezando el Parque Forestal hasta mis territorios  personales en un paseo que marcó 35 Km de placer.

Buen día de disfrutes!!!

Retorno a Juan y medio : rica comida chilena

Hace más de un año que no regresaba a este deleitoso lugar del barrio Brasil y solo me dejé llevar por mi instinto, ya que tomé un taxi en el centro de santiasco con dirección hacia el barrio Yungay y pedí que se detuviera de pronto, bajé y caminé un par de cuadras, para quedar justo enfrente de este restoran.

No había espacio disponible en el primer piso, así que me fui al segundo nivel en donde pude ubicar una buena mesa. A pesar de ser el sitio de fumadores, no había ningún mal olor gracias a un estupendo acondicionamiento del aire.

Pedí mi habitual agua mineral mientras llegaba un exquisito pan amasado caliente y unos potes con pebre y mantequilla. Este pan es terriblemente sabroso y adictivo, me lo devoré mientras esperaba mi plato de fondo, un salmón al horno cubierto con una salsa con microcubitos de verduras exquisita y una porción de puré picante enormes, que no habría podido digerir sin la genial ayuda de una botella de carmenere de Santa Digna.

Un almuerzo a la chilena delicioso y sobretodo abundante. Una vez más agradecido del azar que me hace encontrar disfrutes en cualquier lugar.

Juan y medio : delicias a la chilena

No hay opción, la tristeza se apaga con placer asi es que salí del hospital en búsqueda de este lugar para una cita con el alma de mi padre, ya que su cuerpo enfermo yace conectado a las máquinas de una UTI.

En la carretera al sur se encuentra el local original de comida chilena «Juan y medio», en directa alusión al porte de su dueño, pero hace muy poco tienen un nuevo local en el barrio Brasil. Un local grande en una linda casona en plaza Brasil.

Ambientado a la chilena, con ciertos toques de elegancia que dan muestra de una interesante propuesta. La temperatura bien acondicionada para convertir el sitio en un remanso para evitar el calor de santiasco. Con tres pisos habilitados, un primer piso para no fumadores, el segundo para fumadores y un tercero más pequeño el cual puede permitir un reservado para un grupo bastante grande.

Los platos, todos del universo imaginario de la cocina chilena, con una oferta de menú para cada dia de la semana (dos opciones) y muchos otros a la carta, todos platos contundentes y sabrosos.

Al llegar, apenas me acomodo, traen a la mesa dos enormes panes amasados calientitos, una porción de mantequilla y aji pebre, ideales para calmar el hambre y prepararse para lo mejor.

Como es de esperar, la música 100% chilena para mantener la armonia del concepto y parda no ser menos, pedí inmediatamente para el aperitivo una fresca vaina. Luego ordené un clásico charquicán con un par de huevos fritos y una ensalada bien chilena, favoritos de mi padre, además de una botella del rico ensamblaje tinto de Misiones de Rengo (cabernet sauvignon y syrah).

Llegó un plato descomunal que gocé de principio a fin y que me sirvió para brindar varias veces por la recuperación de mi viejo.

Fantástico almuerzo, la comida chilena tiene un gran exponente en este lugar.