Chiwake : sanwichería peruana

Un día de lluvias, un día de invierno, esos de verdad con lluvias, frío y oscuridad. De hecho había apagón en mi vecindario y como mi hambre es más fuerte que la espera, me preparé a salir, paraguas en mano y muchas ganas de algo rico.

Fui con destino preciso pues quería probar alguna nueva variante de sandwiches peruanos en un sitio que visito desde hace un tiempo. Aposté que Chiwake estaría abierto, aunque naturalmente tenía mi plan B ya que no sabia si atenderían, pero jugué a ganador ya que normalmente los horarios nocturnos se dan en esta zona.

La verdad que estaba desocupado, al parecer la lluvia siempre ahuyenta a los santiasqueños, pero desde que Chiwake abandonó la comida tradicional peruana para dedicarse exclusivamente a los sandwiches (una evolución hasta con cambio de nombre), se apuntó en mi lista de filetes y por ahora pocos lo conocen. Apenas instalado, me atendió Juan Carlos, el mozo de turno, de gran amabilidad aunque claramente inexperto. Mientras yo decidía que comería, ingresó un muchacho a comprar sandwiches y llevar, una opción interesante, pensando en quienes prefieren comer en casa.

Conversamos ntretenida y largamente con Juan Carlos, está recién partiendo en Chile y está junto a su hermano. Por la cantidad de peruanos en el personal del lugar, tengo claro que venir a Chile y aprovechar el entusiasmo que produce la cocina peruana, es una gran oportunidad para muchos hermanos peruanos.

Como es tradición, partí con un pisco sour delicioso, mientras preparaban mi sandwich, a mi juicio el mejor del lugar,  uno de chicharrones. En realidad, chicharrones, cebolla morada, camote frito, todo en una gran marraqueta caliente y exquisita, acompañado de las tres salsas de rigor.

Las salsas que se sirven en este sitio son tema aparte, pues son unas combinaciones demasiado ricas. Una de aceitunas y rocoto, otra de ají amarillo con otros aderezos y otra claramente basada en ajo pero con otras especias. Son el secreto del lugar.

Mientras cenaba y escuchaba la música criolla peruana, varias personas ingresaron al lugar, demostrando que si existe vida nocturna en Santiasco, aunque llueva.

Exquisita e improvisada cena!!

Un sábado muy particular : disfrutable paseo

Desperté por primera vez alrededor de las 10 am con un llamado telefónico, era la confirmación que iría a la montaña acompañado con un gran malayo en la madrugada del domingo. Tras la llamada, nuevamente me sumergí en el sueño y al mediodía, desperté lleno de energía para enfrentar un sábado que ya tenía claro, sería intenso y energizante.

Me preparé unas frutas al jugo como desayuno, mientras llenaba mi botella de agua isotónica y armaba una improvisada mochila para un día en cleta. Salí rumbo a la ciclovía de Pocuro con viento y fortuna a favor porque no tuve que parar hasta Tobalaba, ya que todos los semáforos los pillé en verde. Tomé la ciclovía de Isabel la Católica hasta llegar a Américo Vespucio, en donde tomé el parque y me deslizo con facilidad por la arenilla mientras conduzco mi cleta con rumbo hacia La Pirámide. En Escrivá de Balaguer hago el encaje con el acceso al Parque Metropolitano y listo, ya estoy en mi territorio preferido, el cerro.

Continué el ascenso con buen ritmo hasta la cumbre del San Cristóbal, mi destino de altura de este día. Desde allí pude observar Santiasco absolutamente sumergido en el asqueroso smog. Imagino que esa fue la causa para que de pronto me vino un ataque de estornudos, conte ocho casi seguidos. No puede ser!!!

Saludé a algunos amigos en el lugar y descansé un rato. De ahí planifiqué una ruta para mi descenso, me iría hacia Bellavista. Al comenzar la bajada, decidí que no pedalearía y usaría solo la gravedad. Que rica sensación, la de bajar velozmente sin agregar ninguna fuerza personal. Llegué al acceso de Pedro Valdivia Norte con una rapidez máxima de 52.9 Km/hr, la que alcancé casi en el último tramo.

Dirigí mi cleta hacia Bellavista, deambulé un rato por diferentes calles y luego cambié de idea y enfilé por Plaza Italia hacia el barrio Italia. Interesante como se ha ido llenando de nuevos lugares, encontré dos restoranes nuevos en el trayecto y 4 tiendas de diseño muy chic en los alrededores de las tiendas de muebles viejos. Se está poniendo muy bonito este barrio!!!

Seguí zigzagueando por muchas calles hasta que el hambre comenzó a asomar impetuoso. Pudo ser el Olivié, el Da noi, Paladares y otros tantos, pero lo que yo quería era una terraza y comida con mucho sabor. Busqué por más de una hora y cada vez me acercaba más hacia el barrio Manuel Montt, por lo que finalmente terminé en la terraza del Chiwake.

Era bastante tarde, pero ya sabía que este lugar tenía cocina non stop, por lo que ubiqué mi cleta a un costado y me dispuse a comer rico. Partí por probar un  buen pisco sour peruano del lugar y pedir una causa limeña como entrada.

Una animada conversación con el mozo peruano me alegró la tarde, con bastante experiencia ya que tenía una larga temporada en el Hotel W, aunque las ofertas de vino en Chiwake no tienen punto de comparación con el W.

Después de esa enorme y sabrosa causa limeña, pedí un tacu tacu de lentejas con lomo salteado, pero le introduje una variación, cambié el lomo salteado por un seco de res, algo mucho más sabroso. Tras la conversación sobre vinos y ante la esmirriada oferta disponible, me incliné por una botella de carmenere de Santa Digna reserva. No me quejo, combinó estupendamente con mi sabroso plato.

Una relajada sesión de sabores en una tarde especialmente cálida y buen cierre tras 35 Km de paseo en cleta. Después de un café negro, dejé el lugar y regresé a casa.