El Antojo de Gauguin : a pesar de todo me sigue gustando

Se me hizo tarde para almorzar  y tenía mucha hambre, por lo que salí a caminar buscando un sitio en donde saciarla. Por esas cosas inexplicables terminé una vez más revisando la oferta del Patio Bellavista, abundante pero de gustos que no siempre comparto. De pronto me encontré enfrente del restaurante de unos queridos amigos, me refiero al Antojo de Gauguin, que siempre me salva en estos trances.

A pesar que el cambio de mozos no siempre es afortunado, tengo la creencia que la calidad de la comida permanece. Tras conseguir que me atendieran, llegó a mi mesa en la terraza interior una Tabla de rellenitos mixtos y una porción de hummus, algo que me hace delirar de placer. Pedí también una botella de Palo Alto Ensamblaje de Cabernet Sauvignon, Syrah y Carmenere, una deliciosa compañía para mi tardío almuerzo.

Perdí la cuenta de los años que visito este lugar, pero debo reconocer que la calidad de la comida ha permanecido, no tanto el servicio, ya que al principio fueron los dueños quienes crearon la impronta que se ha ido perdiendo. Igual, me agrada volver de vez en cuando.

Este lugar me sigue gustando!!!

 

Alturas y culturas : Andes e Himalayas, interesante contrapunto

Cuando me llegó la invitación de Gastón Oyarzún a esta charla diaporama que él  iba a realizar en la universidad san sebastián en donde es profesor, me pareció especialmente interesante que alguien con la tremenda experiencia de montaña que posee Gastón, pudiera mostrar paralelos entre ambos mundos. Cabe destacar que Gastón es un excelente fotógrafo, por lo que todo apuntaba a que sería una gran experiencia.

A la hora de la cita, una gran cantidad de personas, sobretodo  jóvenes, en el hall de acceso al auditorio. Un inesperado cóctel se llevaba a cabo e imagino que habrá sido alguno de los incontables amigos de Gastón quien le proveyó este exquisito preludio gastronómico (como lo he visto en otras ocasiones). Unos deliciosos sandwiches gourmet, unas bolitas de chocolate y otros ricos appetizers, que sucumbieron a la velocidad de la luz en la muchachada presente. Tuve la oportunidad de probar casi todo, ya que me ubiqué en el lugar preciso por donde pasaban los mozos con las bandejas, algo que no desaprovecharía ya que a esa hora, ya tengo mucho hambre.

La presentación comenzó con una interpretación deliciosa en una especial  flauta asiática con temas tibetanos y de otras zonas de los Himalayas. Una música maravillosa que hizo que de pronto todo el stress acumulado se disipara y comenzara a flotar en el auditorio, como si nada importara. Extraordinario comienzo, así debería partir cualquier cosa.

Una vez que presentan a Gastón, éste inicia su charla usando como único soporte las hermosas fotografías en pantalla y sus increíbles recuerdos de expediciones a cada uno de esos lugares que mostraba y comentaba en tono reflexivo, mostrando las increíbles similitudes de la geografía, de las razas, de la flora y la fauna, pasando por la cultura y los pueblos. Notable, tanto en los Andes como en el Himalaya, se encuentran casi las mismas identidades culturales, parecidos físicos entre sus habitantes que hacen sobrecogerse, todo lo cual se añade a la especial  filosofía de vida en profunda comunidad con la naturaleza. Imágenes preciosas y un relato sobrecogedor por la belleza de los conceptos.

Totalmente extasiado con lo vivido, no podía levantarme del asiento, pero tuve que vencer el éxtasis para poder saludar a algunas amigas que estaban presentes. Así, tras unas breves conversaciones y un afectuoso saludo al gran Gastón, salí a disfrutar algo rico con una amiga.

Nada más propicio, que cruzar la calle e ingresar al Antojo de Gauguin, uno de mis sitios favoritos. En vez de ingresar por el Patio Bellavista, tan taquilla, lo hice por la entrada que conocí cuando fui uno de los primeros clientes del lugar, por Pio Nono 69, inolvidable dirección.

Elegí la mesa que siempre usaba años atrás y pedí lo que más me gusta, la tabla árabe mixta, una maravilla que no deja de gustarme. Tiene brochetas, rellenitos árabes, falafel y otras delicias que adoro. Algo abundante y apropiado para compartir. Añadí por cierto, una buena porción de hummus (soy adicto a éste) y una apropiada botella de vino, un ensamblaje exquisito. Comentario aparte fue la divertida conversación con Cecilia, dueña y alma del lugar quien tras salir de la cocina, se juntó con nosotros a compartir. Me encanta ella, es exactamente igual a cuando la conocí hace ya bastantes años.

Una cena exquisita que sirvió para comentar largamente la belleza del diaporama Alturas y Culturas que habíamos visto.