Diátriba de la Victoria : un experimento teatral notable

Tres textos, el maravilloso y poético  discurso de la victoria (1970) de Salvador Allende (el presidente poeta que tuvo Chile), un drama en formato de monólogo escrito por el gran dramaturgo social chileno Juan Radrigán y un poema sorprendente de un conocido sicoanalista. La cita en el Teatro de la Memoria, un gran lugar a pesar del terrible calor.

Es una obra compleja para cualquier público, casi no hay diálogos, siempre son superposiciones de monólogos inteligentemente entrelazados para asegurar una unidad temática, el dolor de la esperanza de un pueblo que creyó en la igualdad social, que vivió la carnicería de la dictadura y que sigue sufriendo la vivencia cotidiana de la marginalidad de muchos.

La diátriba como estilo no es lo habitual en un teatro que normalmente busca el humor o el drama como recurso. Sin embargo, sorprende profundamente por la contundencia de los textos y la actuación de las connotadas mujeres actrices.

La obra llega al paroxismo cuando es el público el increpado, definitivamente insultado por su contemplación e inacción ante el drama del desaparecido. Sospecho que hubo más de una persona incómoda ante esa afrenta, pero nadie se movió de su asiento. Dulce arte que hace que nos podamos decir muchas cosas que la cotidianeidad impide o quizás solo es esa acomodaticia inclinación chilena de hacerse el leso.

Un discurso ético potente, una obra llena del poderío de la palabra y de esas verdades que muchos quisieran desconocer.

Dr. House : una expresión filosófica?

Cuando me regalaron este libro, pensé seriamemte que era un pasquín y que solo por decencia debía agradecerlo. Para partir, el formato era típicamente barato, poco prolijo y de evidentes desniveles de calidad. Sin embargo, me sostenía el hecho que quien me lo entregaba no era un individuo común. Después de todo, quienes escriben son filósofos de profesión, más de 18 profesionales.

Ese mismo día, mi irrefrenable curiosidad me llevó a leer algunas páginas del precario libro y me llevé una sorpresa mayúscula. Gregory House, el personaje de este texto, no sólo era un indeseable, ácido y asqueroso ejemplo del ser humano sino que era además un personaje adorado y odiado (al mismo tiempo, anótese) de la TV. Debo destacar que he cumplido 12 años desde que deje de ver TV (también he cumplido 14 desde que dejé de ser automovilista) por lo que estos trances me ponen  en jaque por falta de información.

House se convirtió al paso de las páginas en un representante sobrenatural del existencialismo y de la expresión más materialista o concreta de la filosofía moderna. No solo coincide con Sócrates, sino que con Heidegger, Sartre o Aristóteles. En este cojo indeseable (por sus comportamientos) hay más cordura, consistencia y contundencia que en muchos otros personajes de TV o reales, es fascinante su potencia intelectual, su indecencia y procacidad, pero es un personaje que cuestiona y me divierte de sobremanera. Algo de House me hace recordar la impresión que tuve con un texto de Erich Fromm que comenté tiempo atrás.

Me complica reconocer que nunca he visto un capítulo de la serie de TV, pero al mismo tiempo es fascinante saber que alguién como él puede resultar un éxito. Cuántos católicos de misa han visto la serie en TV sin darse cuenta de los cuestionamientos fundamentales que este House impúdico plantea, cuántos han estado de acuerdo sin saber que sus cuestionamientos y actuaciones son fundamentalmente ateos, sin apego a los estigmas y creencias burdas del católico sufrir.  Que tienes al alcance con tu actuar, si solo vale lo que haces en esta vida, la única que conoces y vives, versus la promesa de algo efímero y fantasioso que vendría después. ¿quién financia eso?

Me encantó la rudeza del planteamiento, la valentía de decir las cosas por su nombre, más allá de la procacidad del personaje, de su rudeza e incluso impertinencia.

Dr. House es un personaje notable, permite cuestionar el status quo y eso vale mucho!!!