Disfrutando arte musical y escénico en el verano extendido

Hace rato que no destinaba tiempo a este blog, lo cual no significa que he dejado de vivir disfrutes como a todos nos gusta. En pleno otoño seguimos viviendo un verano extendido más allá de lo deseable y hay mucho espacio entonces para salir de casa y disfrutar las opciones que Santiasco nos ofrece con fluidez.
Me voy a saltar comentarios de mis lugares fetiches que sigo visitando asiduamente como el Diversitas (demasiado rico!!), la Bifería (imperdible!!), esa especial picada de sandwiches abundantes (Dalai Lomo) y otros varios lugares que ya he comentado. Hoy voy a reseñar lo escaso, lo que marca la diferencia en la oferta cultural y que he tenido la fortuna de poder visitar estos días.
Quiero partir por el esperado recital que nos regaló el intachable Serrat bajo el título Antología Desordenada en el womistar arena a fines de abril.

Un recinto llenísimo, lleno de energía y ganas de una noche inolvidable. Cómo había comprado entradas con mucha anticipación no recordaba siquiera cuál era el sector en que estaban y equivocado me puse a disputar nuestros asientos con dos chicas que los ocupaban, con buena onda y uego que llegara un supervisor, caí en la cuenta que nuestros puestos estaban mucho más adelante, lo cual solo arrancó risas y el comentario de las chicas acerca de cambiarnos las posiciones ante la evidente ventaja. Ya situados en nuestro verdadera posición, muy privilegiada por cierto, contamos los minutos para ver aparecer a ese monstruo del canto poético que es Joan Manuel Serrat. Me encantó leer en el librillo que nos regalaron, la contratapa que decía «hace 50 años que tenemos 20 años» en abierta referencia a esa hermosa canción que inició la vida artística de Serrat cuando efectivamente tenía 20 años y que hoy, a medio siglo de distancia, nos volvería a cantar con su hermosa voz y su encanto sinigual.

Confieso que quién más disfrutaba esta ocasión era mi partner, llena de amor por este cantante y a quién regalé esta cita musical. Sería un año 1965 cuando comenzó Serrat a ser quién es hoy, acumulando canciones, conciertos y sobretodo encanto que miles de personas aprecian de este catalán virtuoso. El concierto fue un recorrido extraordinario por su música, sus anécdotas y su inalterable posición acerca de la libertad y la democracia. Qué hermoso regalo tras 50 años de vida artística.!!

Semanas después, el turno fue para el teatro. Una oportunidad única para disfrutar en el GAM  una obra de teatro clásica de Shakespeare llamada La Tempestad, pero en la virtuosa versión de Juan Radrigán. Una obra exquisita, el poder descarnado, el abuso y la posibilidad del perdón, llenan los textos en una experiencia sorprendente al visualizar el travestismo de Claudia Di Girolamo, en el papel de Próspero, el concienzudo despojado del poder y de sus tierras quién espera venganza para finalmente encontrar en el perdón, el verdadero sentido de su existencia y la de su hija Miranda. Una obra imperdible que todavía pueden disfrutar durante junio.

Pasaron algunos días y ya estábamos embarcados en un nuevo desafío actoral. Se trataba de la obra Las Tres Hermanastras, en abierta referencia a la obra de Antón Chéjov llamada Las Tres Hermanas. Se trató de un divertido diálogo entre teatro y musical en que las hermanas de la obra de Chéjov dieron paso a las parlanchinas Lágrimas (Olga), Dudas (Masha) y Celos (Irina) en una hilarante comedia en que estas divas de la canción llegan al exilio en la Unión Soviética para una reeducación política. Una sala del GAM repleta nos involucró con un público muy particular (que mi partner reconoció con rapidez) y que en la medida que transcurrió la obra concluí que era obvio. Un divertido espectáculo con música ochentera y sucesivos momentos de hilaridad extrema. Aplausos cerrados para Marcela Salinas, Manuela Oyarzún, María Paz Grandjean y Marcello Martinez, el maestro música.

Días filetarios muy disfrutados!!

Amores de Cantina : amores y desamores

Un escenario con sillas en las que diversos personajes ocupan un lugar trágico en una cantina imaginaria en que están todos los representantes de nuestra cultura arrabalera, frenéticamente «shanta» y sobretodo popular. El amor y el desamor como tema central hace que cada personaje se exprese en su angustia y poderosa precariedad para construir su historia. Desde la mina del dueño, el mino que se come a la mina del dueño,  y los fantasmas de todos los personajes de cantina.

Una delicia de aciertos musicales, con una María Izquierdo formidable como el fantasma omnipresente entre tanta precariedad emocional y deslizándose ingeniosa entre las décimas de dolor y marginalidad que es el centro de esta increíble obra.

El tiempo pasa presuroso mientras los cantos y los dolores de estos personajes toman rienda suelta en la escena. La maravilla que crea en décimas Juan Radrigán es amplificada por la versatilidad y talento de estos personajes de cantina, deseosos de atención y hambrientos de amor, que motiva toda esta deliciosa obra.

Encantadora, los fantasmas y los sufridos personajes dejan una huella indeleble en la retina y el corazón, estos amores de cantina son los amores que también hemos tenido siempre.

Diátriba de la Victoria : un experimento teatral notable

Tres textos, el maravilloso y poético  discurso de la victoria (1970) de Salvador Allende (el presidente poeta que tuvo Chile), un drama en formato de monólogo escrito por el gran dramaturgo social chileno Juan Radrigán y un poema sorprendente de un conocido sicoanalista. La cita en el Teatro de la Memoria, un gran lugar a pesar del terrible calor.

Es una obra compleja para cualquier público, casi no hay diálogos, siempre son superposiciones de monólogos inteligentemente entrelazados para asegurar una unidad temática, el dolor de la esperanza de un pueblo que creyó en la igualdad social, que vivió la carnicería de la dictadura y que sigue sufriendo la vivencia cotidiana de la marginalidad de muchos.

La diátriba como estilo no es lo habitual en un teatro que normalmente busca el humor o el drama como recurso. Sin embargo, sorprende profundamente por la contundencia de los textos y la actuación de las connotadas mujeres actrices.

La obra llega al paroxismo cuando es el público el increpado, definitivamente insultado por su contemplación e inacción ante el drama del desaparecido. Sospecho que hubo más de una persona incómoda ante esa afrenta, pero nadie se movió de su asiento. Dulce arte que hace que nos podamos decir muchas cosas que la cotidianeidad impide o quizás solo es esa acomodaticia inclinación chilena de hacerse el leso.

Un discurso ético potente, una obra llena del poderío de la palabra y de esas verdades que muchos quisieran desconocer.