Después de la lluvia : Santiasco desde el San Cristóbal

Pocas veces coincide que después de una lluvia, el día siguiente todavía es fin de semana. Ese es un acontecimiento delicioso, pues implica que podré ver la ciudad sin esa capa odiosa de smog.

Desperté temprano para constatar que era un día luminoso, con un sol que si bien no daba mucho calor, llenaba de belleza el entorno. Miré por la ventana y la cordillera majestuosa me saludaba con su manto blanco de nieve. Los árboles, preciosos, lavados con paciencia por la lluvia mostraban sus verdaderos colores otoñales y muchas hojas de hermosos colores, llenaban las calles de belleza.

No pude resistir la tentación y preparé mi mochila y tan pronto como pude, estaba camino al cerro San Cristóbal. Muy poca gente en las calles, tan poca que parecía que la ciudad se había escondido y que éramos fantasmas perdidos los que deambulábamos por las calles.

El camino hacia el acceso de Pedro de Valdivia Norte estaba lleno de hojas que el mal tiempo desprendió para formar un césped de colores cálidos y anaranjados, como un preludio del placer que vendría a continuación. Me detuve unos instantes en el acceso del Parque solo para elongar un poco y constatar que era cierto que la gran mayoría de sus visitantes no estaba hoy.

Subí sin esfuerzos, solo disfruté el aire limpio y helado que ingresaba a mi cuerpo feliz de la limpieza post aguacera, disfrutando el brillo de las gotas de agua, de un sol que solo proporcionaba luz y de ese olor característico que solo la lluvia obtiene del cerro. Sobrepasé a unos pocos y un par más pro pasó raudo adelante de mi, pero sentí enorme placer al llegar a la cumbre, sin gran agitación y de paso encontrarme con un amigo malayo, esos de aquellos que buscan estos pequeños grandes placeres que brinda la ciudad en este tipo de días.

Pasé por mi jugo de mote con huesillos (sin mote y sin huesillos), placer irrenunciable de mis subidas a este cerro y que me da permiso disfrutarlo en silencio mientras leo algo interesante. A pesar del sol, había algo dxe frescura en el aire y debí abrigarme un poco, aproveché de hacer algo de ejercicio y dediqué unos largos (o cortos?) 15 minutos a mirar la ciudad. Qué increíble espectáculo, una ciudad plena, en la que pude observar detalles que antes n o había detectado. Por ejemplo, pude ver el palacio Hidalgo en el cerro Santa Lucía, precioso, jamás lo había notado. Incluso fui capaz de ver los edificios en donde viven diversos amigos y que estoy seguro que jamás se ven en la cotidianeidad del eterno smog santiasqueño.

Qué lindo espectáculo el de hoy, como me gustaría que fuera así siempre.

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Disfrutando con amigos de la Universidad : cuántos años!!

Aunque normalmente no soy el promotor de encuentros, tengo entrañables amigos que disfrutan haciendo juntas y de vez en cuando me sumo a ellas. En esta ocasión eran amigos de los dos primeros años de universidad, estoy hablando de inicios de los 80, una época muy compleja de este país y sobretodo para quienes nos oponíamos a la dictadura.

Aunque nos habíamos concertado por facebook, los dos últimos días mi espantoso nivel de ocupación no me permitió saber que las elucubraciones de junta se habían concretado y ese llamado a mi celular preguntando por la hora en que llegaba, me aterrizó abruptamente en  el cierre de una extensa jornada laboral. Menos de 5 minutos desde que había llegado a mi refugio y debí correr (de nuevo), cambiar de ropa, dejar mis preocupaciones y mis ideas de «que voy a hacer esta noche», por algo concreto, me juntaría con mis adorados amigos de mi grupo de los 80.

Por fortuna soy muy rápido y en menos de 15 minutos ya estaba en el lugar de encuentro, dos amigos ya habían llegado y estaban helándose en la puerta cerrada (si, maldición) del restorán  que habían elegido. Insólito, el mejor día de los restoranes y cerrado!!!

Cero drama, porque en el sector yo conocía unas 10 opciones y algunas eran compartidas con mi querido partner Pitufo, así que capeando el frío en el auto de Miguel nos pusimos a esperar a nuestras compañeras (lamentablemente típico,  sin ánimo sexista, pero se repite como regla). Tras la espera de 20 minutos, llegaron nuestras amigas y con mínima discusión elegimos ir al restoran ruso en que mi gran amigo poliglota cifraba sus esperanzas de algo delicioso, lo que obviamente apoyé.

Nos instalamos en el Olivié, nuevamente abierto tras un periodo incierto en que permaneció cerrado. Un elegante y luminoso lugar, con una atención espectacular. De la carta decidimos elegir diversos menús para poder probar la mayor cantidad de sabores y eso fue un acierto. Appetizers, sopas y platos de fondo, nos dieron una lección de sabores exquisitos.

Desde mi personal placer, pudo incluir el vodka cítrico de aperitivo, el fantástico appetizer de pescado, papa y betarragas (algo así como una causa peruana), luego una sopa reconfortante con trocitos de carne y cebolla, seguido de unos Pelmeny, unas masas rellenas acompañadas de crema ácida y que amplifiqué el sabor con unas cucharadas de vinagre (sugerencia de Pitufo), de pronto probando los platos de los demás, salmón ahumado, entre otros, me llené de sabores hasta alcanzar los postres, dulces y potentes, constituyendo un viaje de sabores deliciosos para todos.

Terminada la exquisita cena, nos fuimos a escuchar la banda de rock del escolar hijo de una de nuestras compañeras, una sorpresa. Al llegar al colegio, una hermosa chiquita me dice «Tío, no se permite fumar, que fome pero son las reglas de la Dirección», lo cual me produjo tanta ternura. En fin, ingresamos a un gimnasio enorme en donde sonaba bastante bien una banda de rock, con dos guitarras eléctricas, un bajo y batería. Justamente en la batería el hijo de mi compañera, un chico de 14 años, precioso, con una personalidad de fierro y claramente el líder de la banda. Que disfrute ver como son los chicos de hoy!!

Al cierre del show, nos fuimos en patota nuevamente a disfrutar un poco de jazz, los llevé al Thelonious para ver la segunda entrada de la banda Pasto Seco (prendidos.com como me gusta), lo cual fue exquisito disfrute para todos, aunque no estén acostumbrados al trasnoche como yo.

Cerca de las 3 Am, nos fuimos cada cual a casa, en mi caso, prendido en exceso, decidí ver una película antes de dormir y me sorprendí con Waiting for Superman, un documental maravilloso sobre la podredumbre educacional estadounidense, las fábricas del fracaso. Me dejó muy impresionado constatar que nuestro país que goza copiando sin criterio los modelos del paísito del norte, introduce sus operativas destructoras de los seres humanos, las verdaderas fábricas de la miseria humana, creadoras de los ejércitos de reserva, la multitud de ignorantes y útiles empleados de mísera paga que el sistema necesita para que unos pocos gocen del sistema. Creo que vale la pena ver esta película y constatar una vez más  como en Chile la educación pública no es más que una forma de asegurar los privilegios de la minoría. Bien lo menciona Eduardo Engel, en reciente artículo, el sistema educacional chileno asegura el fracaso estudiantil, solo los que siempre han tenido, seguirán teniendo. La perpetuación de las diferencias de clases, como regla estructural del sistema.

Me divertí mucho con mis amigos de universidad, pero quedé muy triste con la realidad educacional de nuestro país.

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Almuerzo en Vietnam Discovery : cada vez mejor

Por semanas veníamos intentando coincidir las agendas con una gran amiga y poder almorzar juntos, pero como todo tiene solución, hoy sería la ocasión y temprano realicé la reserva en un sitio que hace tiempo no visitaba y que cumplía las condiciones adecuadas, un sitio exquisito y cerca de nuestros trabajos. Me refiero al notable Vietnam Discovery, que visité por primera vez hace más de un año.

La primera sorpresa al llegar, fue que existía una importante ampliación del pequeño y original lugar, un patio techado, luminoso y deliciosamente acondicionado para poder disfrutar de nuestro almuerzo. Recuerdo lo dificil que era conseguir una de las pocas mesas que tenía la disponibilidad original del local, incluso algo claustrofóbica por lo pequeña y ahora con fantásticos espacios disponibles.

Mi querida amiga, aunque no bebe alcohol  igual sabe disfrutar, así que pedí un aperitivo de la casa  llamado Golden Vietnam y ella un jugo, pero le permití probar mi aperitivo para que se vaya educando un poco en otros sabores. Al menos, admitió que estaba rico. Para acompañar pedí nems, como no sabía si le gustarían pedí solo uno por cabeza, pero después del rito de envolver el nem de cerdo y centolla muy caliente en la hoja de lechuga, agregar hojas de menta y untar en esa exquisita y tibia salsa vietnamita (Nuoc Nam), me di cuenta que habríamos podido comer una docena. Estaba exquisito!!

Mientras conversábamos y nos poníamos al día de tanto tiempo sin vernos, pedimos los platos de fondo desde la nueva carta del local. Ella prefirió un Pad viet camarón o Hu tieu xao tom  (fideos de arroz, camarones y trocitos de cerdo y pollo) y yo, goloso, me fui con el prometedor Bo bun cha vio (unos ricos fideos de arroz vermicelli, trocitos de nem de cerdo, cortes de lomo liso de vacuno con cebolla, lechuga, pepino, cilantro, maní y esa rica salsa vietnamita de toques dulzones), lo que no resistí la tentación de acompañar con alguna copa de vino. Aunque la oferta de botellas es bastante buena, hoy preferí por copa y la elegiga fue una rica copa de carmenere.

Aunque mi amiga ya creía que no era capaz de comer más, yo insistí en que no era posible dejar de probar un rico postre. De la simpática discusión ella terminó sirviéndose un creme bruleé con leche de coco y yo gocé un wantan soai, es decir, unos cuantos wantans de mango con salsa de jenjibre y helado de coco. Maravilloso!!!!!!

No podía irme sin un café negro, así que mientras pagaba la cuenta y nos preparábamos a irnos, me lo bebí en un sorbo.

Qué rico almuerzo!!!

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Recorriendo barrios en cleta : un pseudodeporte delicioso

Aunque la noche anterior esperaba haber asistido a un espectáculo de danza moderna, finalmente terminé pasando la pena de su fatal y sorpresiva suspensión disfrutando blues en el Pata Negra, aprovechando de comer algunas tapas y beber un buen vino. Pedí un surtido ibérico, una tabla con jamón serrano, chorizo español, salchichón y cortes de lomo embozado. Además unos calamares a la romana con salsa tabasco, para acompañar una botella de carmenere reserva de Las Niñas 2010. Una compensación por lo que no pude ver, pero buena oportunidad para conversar y pasarlo bien.

Dormí con ganas, de hecho desperté tres veces y en dos  oportunidades decidí dormir un poco más hasta que me asaltó el impulso de salir a pasear en cleta. En mi mente se aparecieron muchos panoramas interesantes, así que después de una reponedora ducha, preparé mochila y cleta para salir a pasear.

Ya en mi cleta salí rumbo al cerro San Cristóbal por la entrada de Pedro de Valdivia Norte, una subida marcada por una muchacha hermosa en una  antigua cleta que pasó muy rápido hacia el cerro mientras yo me preparaba en la entrada del cerro haciendo algunas elongaciones (la semana laboral de verdad que deja huellas en el cuerpo, estaba demasiado tenso). Comencé a subir unos minutos después que ella y  pronto comencé a a disfrutar la serotonina y la adrenalina que tiene el desafío del cerro. En las cercanías de la piscina Tupahue la alcancé, pero aunque ya había sobrepasado a tres, ella se alejaba parada en su cleta como si nada. En fin, seguí pedaleando mientras bebía mi botella de jugo isotónico, hasta que la alcancé en el «cuesta de los afligidos», una curva y camino de gran pendiente, que he logrado dominar tras años de subir el cerro. La sobrepasé sin problemas, constatando que era una veinteañera estupenda, pero que nada me detendría hasta llegar a mi mote con huesillos, el premio que obtengo cada vez que subo  el cerro.

Instalado en mi sitio favorito, sequé mi transpiración y luego de comprar mi vaso del «elixir del cerro», me puse a leer el libro que me tiene entusiasmado en estos días -La civilización inconsciente de John Ralston- un ensayo sociológico acerca de la manipulación de la sociedad para la prevalencia corporativista del poder, el individuo inexistente y sin valor a menos que sea parte de un grupo de poder en la «democracia» al estilo moderno y empresarial.

Un buen rato leyendo hasta que el hambre me advirtió que era adecuado ir por un buen lugar para almorzar. Bajé con el vértigo que trae aparejada la pendiente del cerro y me fui hacia el barrio Bellavista, barrio que recorrí por un buen rato hasta llegar al Teatro Mori en donde disfruté de una exposición de fotografía del Fotocine Club. Lindas fotos que disfruté mientras pensaba en donde almorzaría. Seguí pedaleando y me fui hacia la zona norponiente de Santiasco. Pasé por el Centro Cultural Estación Mapocho y me puse a zigzagear entre las calles del sector para visitar la Peluquería Francesa, el boulevard Maturana, el Buenos Aires y el exquisito Juan y Medio de Plaza Brasil, además del Teatro Novedades, todos deliciosas paradas de otros tiempos y que ahora decidí dejar atrás.

Tras muchas vueltas pesquisando nuevos lugares, decidí volver hacia el oriente y en algún punto di con el Parque Forestal, para acercarme al barrio Lastarria. El hambre estaba claramente inflacionado, asi es que decidí almorzar en el Zabo.  En la Plaza Mulato Gil, este lugar de cócteles, sushi y platos peruanos me sedujo lo suficiente como para finalmente detenerme. Partí con un jugo de maracuyá, mientras elegía de la carta un trío de causas como entrada, un plato divino, con tres variedades de causa limeña, camarones, pulpo y anguilas.

Ya embalado en el placer de comer, decidí por un buen vino, un syrah reserva de Chocalán 2008 que sería fiel compañía para mi lomo saltado, un plato peruano delicioso, algo especial en un sitio de sushi que lo emparenta con la comida nikkei. Disfruté mi almuerzo tardío, mientras continuaba leyendo mi libro del momento. La música maravillosa con Diane Krall al piano y voz.

Finalmente, tras un rico café negro decidí volver a casa atravezando el Parque Forestal hasta mis territorios  personales en un paseo que marcó 35 Km de placer.

Buen día de disfrutes!!!

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Visitando Zully : divertimento exquisito

Me divierte mucho que un gran amigo me cite a conversaciones de trabajo de vez en cuando, mientras en realidad lo que busca es disfrutar un momento gastronómico especial con base en mis selecciones privadas.

Hoy fue uno de esos días, en que nos debíamos ver para tratar diversos temas y el almuerzo sería la excusa perfecta para adentrarnos en las posibilidades gozosas de la oferta gastronómica. Le ofrecí un par de opciones, pero finalmente hice parar un taxi y lo llevé hacia el barrio Concha y Toro, para visitar el Zully.

Sorprendentemente, mi amigo no había visitado este lugar por lo que tuve la grata misión de acompañarle en su primer viaje al placer de este sitio fabuloso, mostrándole la belleza de la arquitectura, la perfecta armonía de los espacios del restorán y sobretodo la belleza del concepto de servicio

Instalados en el salón negro (hay varios), con sillas, mesas, servilletas y fotos en blanco y negro, partimos con un buen pisco sour  para combinar  con una entrada de surtido de mariscos, mientras que yo preferí una crema de zapallos que estoy seguro superaba con creces mi mejor recuerdo. Estaba demasiado deliciosa. Luego coincidimos en que el mejor plato era el fettuccini de espinacas con camarones y salsa al oporto y queso de cabra, un plato extraordinario que se merecía una copa de delicado merlot.

Para los postres la pannacotta (muy italiana) de vainilla con salsa de frutilla, fue una perfecta compañía para el café negro de cierre. Al cierre, invité a mi amigo a recorrer la hermosa casona, la cava del subterráneo, el patio interior con su fuente de agua y  la terraza del techo, inmejorable para evocar una fiesta maravillosa. Qué gran casa!!!

Exquisito almuerzo para bajar el stress.

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Vuelvo al RAI por «obligación» : me lo merecía!

Cuando estuve la última vez en este lindo lugar, los habituales desaciertos de los POS basados en celulares de Transbank, hicieron que pagara dos veces la cuenta y además por dos valores distintos. Tratemos de explicarlo!

Para fortuna mía, la administración ofreció a darme crédito por el valor mayor pagado en exceso y solo bastaba que volviera a aparecer por allí. Hoy era el día preciso, intenso y hasta desgastador, era imprescindible algún placer.

Llegué tras una jornada extenuante, pero con las ganas que siempre tengo de disfrutar algo rico. Desde el comienzo, la complicidad fue total, el mozo, un muchacho notable que me rec onoció al instante y la administradora, a quien saludé en sensual beso (es una mujer estupenda) y el restorán a mi disposición. No había nadie más, por lo que elegir fue un placer.

Fui atendido con extrema delicadeza, demasiado rico el regaloneo. Partí  con una copa de kir royale, un aperitivo neutro y delicioso, mientras exploraba la nueva carta, claramente en marcha blanca.

Me pareció una buena opción probar como entrada un dúo de brochetas, un plato con un par pinchos cargados de camarones ecuatorianos y un pincho con tentáculos de pulpo formando un círculo y montado sobre un pote de pebre de mote casero. Todos los pinchos con una salsa BBQ de membrillo. Un plato increíble!!

Previo a la entrada, dejaron mi rico aperitivo y unos panecillos calientes y una salsa de untar exquisita, que no pude resistir la tentación de probar. Para los fondos, habían varias opciones extremadamente seductoras, pero me entusiasmé con un mero RAI, filetes del rico pescado de rocas acompañado de un risotto de mote y queso de cabra. Sobre el risotto unas almejas sabrosas que fueron un detalle formidable para hacer una mezcla de sabores irresistible. Por cierto, para un plato así no cabía otra opción que un pinot noir de Tabalí 2009, del increíble valle de Limarí.

Una cena merecida de todas formas y animada por todas las casualidades afortunadas del placer. Pero no podía irme sin cerrar con un disfrute más, pedí un strudel de frutos secos fantástico y un buen café negro. Ni me di cuenta de como fueron ocupándose las mesas alrededor, ya que extasiado con mi cena y escuchando una selección de música al estilo Budha Bar y jazz singers, no me dejó preocuparme de nada más.

No pudo ser mejor esta noche, nuevamente RAI me sorprende con grandes disfrutes!!!

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un día intenso : vuelve el krrtrekking

He tenido jornadas laborales tan intensas que he debido concentrar actividades en días viernes y fines de semanas para poder hacer lo que más me gusta. Es un periodo de exceso de trabajo, por lo que la compensación debe ser igualmente intensa. He aquí mi fórmula del equilibrio.

Partí por asistir a una deliciosa sesión de choripanes, un formato sabroso de reunión con mi equipo de trabajo y una suerte de replica del cumpleaños de uno de los miembros del equipo quien posee una bien lograda afición por cocinar y disfrutar la comida. Nada mejor para mis gustos.

Instalados en la terraza del departamento, una parrilla eléctrica para las carnes y  los bebestibles y complementos (incluyendo un enorme filete de vacuno) corrieron por cuenta de los invitados, con lo cual aseguramos tener más que suficiente para disfrutar un excelente tiempo juntos. Estuvo divertido y sabroso, pero debí abandonar pues tenía entradas para el teatro. Hoy era la última función de la selección de teatro argentino que el Teatro Noescafé ´preparó para este año.

Debo confesar que habiendo sido excepcionales las tres obras anteriores (El Filoso Fo, 39 escalones y Un dios salvaje), mis expectativas eran descomunales. La obra que se presentaba, El Descenso del Monte Morgan, contaba con un guión delicioso de Arthur Miller y buenos actores argentinos, pero me quedé con la sensación de estar un tanto sobreactuados. Es una obra sobre un tipo que había encontrado la fórmula de la felicidad siendo bígamo y un desgraciado accidente de carretera (descendiendo el monte Morgan, por supuesto) provoca la debacle, al juntar a sus dos cónyuges en el hospital. Muy divertida y bien lograda en lo general, pero de todas formas me quedo con las tres obras anteriores.

A la salida, un poco de hambre nos llevó hacia El Ancla, para disfrutar un ceviche imperial (exquisita combinación de pescado, camarones y pulpo con los ricos ingredientes típicos de un buen ceviche peruano) acompañado de un buen pisco sour y luego seguir con un rico plato de locos con potes de salsas y papas mayo. Un festín sano y reponedor para enfrentar el siguiente evento.

Pasada la medianoche, un espectáculo de música electrónica único, DJ Caso, DJ Bitman y DJ Caso, todos juntos en una tocata a todo volumen llamada United Breaks. Una larga fila debimos hacer para ingresar a las catacumbas del Subterráneo (hace años que no lo visitaba), llenísimo de gente prendida con los buenos cortes y temas de cada DJ. Fue un espectáculo intenso y non stop con seis consolas en las manos virtuosas de los mejores DJ’s nacionales.

Ya bastante tarde, partimos junto a mi hermano a rematar la noche a uno de los pocos lugares activos, el LunaPub, en donde pedimos unos ricos tragos y una tabla mediterránea, quesos variados, aceitunas y jamón serrano. Un cierre de madrugada para un día de disfrutes muy intenso.

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Casa de Cena : grandes recuerdos

Han pasado al menos tres años desde que fui por última vez a este antiguo y clásico lugar de atención 24×7 (o casi). Por más de 25 años lo he visitado y aunque la calidad de su cocina puede ser discutible y en ocasiones reprobable, es indesmentible que los platos son abundantes y sabrosos.

Este lugar mantiene la misma presentación de siempre, la renovación no va con este sitio y quizás lo único que había cambiado en todo este tiempo, eran los mozos. Sospecho que ya jubilaron varios, ya que por muchos años me atendieron las mismas personas y por supuesto conocían mis gustos (y mañas)  al dedillo.

No me amilané y mucho menos cuando la idea de este almuerzo – reunión en este restoran era de un gran amigo. No lo disuadió nada, ni siquiera la oferta que le hice de visitar el rico y también antiguo restorán Japón ubicado en las cercanías.

Nos instalamos en el salón principal, en la misma mesa que he ocupado decenas de veces, para pedir un pisco sour y para mí una sabrosa vaina. Aprovechamos de pedir unas machas a la parmesana, un plato típico del lugar. Mientras llegaba nuestra entrada, sirvieron la habitual canastita con sopaipillas, empanaditas de pino y pan amasado calientito, con el pebre picante y una porción de mantequilla. De verdad, que nada ha cambiado, solo yo.

La animada conversación fluye mientras degustamos las delicias (un tanto cargadas a los ácidos grasos) y matriculamos los platos de fondo. Mi amigo se inclina gustoso por un filete mignon con puré picante y para mí un tournedo de filete con champignones y fondos de alcachofa salteados. Ambos platos fragantes y de aspecto seductor. Elegimos un cabernet sauvignon de Carmen Margaux, un vino bastante popular y adecuado para nuestros platos.

Ya definitivamente orondos con tanta comida, fuimos lo suficientemente golosos para pedir unos panqueques celestinos, por el puro gusto de tener algo para acompañar nuestro cierre de conversación. ¿Cuántas veces he hecho lo mismo en este restoran?, ya perdí la cuenta y la gracia que atienda en todo horario, me agrada pues cada vez que he sentido un hambre descomunal en horarios inadecuados en estos últimos 10 años, he terminado visitando este lugar solo o acompañado, para concluir siempre muy satisfecho.

Aunque no sea el mejor lugar, celebro tantos buenos recuerdos!!!

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Una salida Malaya muy especial: venciendo al clima

Durante la semana me llegó la invitación para ascender un cerro que no he visitado aún, me refiero al Purgatorio. Un cerro cuyo nombre es un reflejo del esfuerzo que puede significar y que se ve especialmente aliviado cuando ya existe nieve, algo ausente de la mayoría de los cerros en esta época de sequía y de clima tan extraño.

Un día antes del paseo y ante un pronóstico reiterado de lluvia, decidí que mojarme en cerro conocido era mucho mejor que en un cerro por conocer y comuniqué a mis amigos que iría con los Malayos al Cerro Carpa.

Domingo 6 AM. Comienza la jornada preparando con rapidez mi mochila para estar a tiempo a las 7 AM en el punto de reunión, en donde me pasaría a buscar René, un gran amigo malayo. Una vez que recogimos al gran David, nos fuimos hacia el punto definido al final de Av. La Dehesa en donde esperábamos encontrar al resto de Malayos. Fue un tanto sorprendente notar que el pronóstico del clima hizo estragos en nuestro Club, ya que solo llegaron 15 Malayos al desafío. Debo indicar que en los últimos paseos nunca bajamos de 40 asistentes, por lo que quedamos muy sorprendidos.

Bueno, nunca ha sido un problema la asistencia, recuerdo paseos con tres malayos y otros con 70 integrantes, así que nos preparamos para iniciar nuestro paseo. El cielo amenazador y un frío que cada vez se intensificaba más. Sin embargo, el esfuerzo del ascenso pronto nos puso en estado calórico y debimos detenernos a sacarnos algo de ropa para continuar.

Cuando ya llevábamos algo más de una hora de ascenso, el cielo bastante ennegrecido nos arrojó una ventolera de miedo, varias veces perdí el equilibrio y comenzó una fina lluvia, preludio de todo lo que vendría. En ese punto 5 malayos que no contaban con la ropa adecuada para seguir o bien no quisieron arriesgar un resfrío, decidieron retornar. El resto, añadimos una tercera capa a nuestra vestimenta y nos decidimos hacer frente al clima y seguir la marcha.

En la medida que el frío seguía lastimándonos y las ráfagas de viento arreciaban, nos establecimos metas intermedias para que nos sirviera de aliento y sentir que todo este esfuerzo seguía siendo divertido y que valiese la pena.

Decidimos que llegar al Portezuelo era alcanzable y a medida que seguíamos ascendiendo, nos pareció que nada nos detendría hasta que llegáramos por lo menos al Cerro Conchalí. Y así fue, aunque intenté que algunos se sumaran a continuar un poquito más, la verdad es que era suficiente y el Conchalí era una meta adecuada para las condiciones climáticas. la verdad es que estaba muy frío y cuando ya todos habían llegado a la cima, se largó a nevar, con lo cual debimos acelerar nuestro menú malayo para poder bajar. Un menú extraordinario como siempre, con chocolates, turrón, maní al ciboulette y otras delicias comestibles, además de rico té con diversas preparaciones.

El viento y la nieve nos obligaron a bajar con tiempo apenas suficiente para las fotos de rigor y anotarnos en el cuaderno de cumbre que otro Club dejó para la posteridad en una caja metálica. Dejamos nuestros nombres y el de nuestro Club Malayo como corresponde y comenzamos el descenso.

Contra todo pronóstico, a medida que bajábamos, el tiempo comenzó a ser más benigno y ya a la mitad del recorrido nos habíamos despojado de nuestra tercera capa y algunos, de hecho, íbamos solo con lo indispensable ya que el calor corporal comenzaba a notarse.

Alrededor de las 15 horas ya estábamos de regreso y tras los abrazos y despedidas, volvimos a nuestros hogares, orgullosos y contentos por haber vencido una vez más la comodidad y las penurias de un mal clima, para cumplir nuestro dichoso rito de ir a la montaña a limpiar el alma y los pulmones una vez por semana.

Gran paseo malayo!!!

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Paijan : otro regalo peruano para el paladar

Caminando al azar, como es mi fórmula para descubrir nuevos sitios, encontré cerca de Luis Thayer Ojeda y Bilbao  este restoran peruano que atendía tarde, tarde como muchas veces me encuentro  definido para almorzar en fines de semana.

Tiene un comedor precioso aunque algo oscuro, pero la terraza es prometedora y por supuesto me instalé en ella al toque. La atención amable aunque heterogénea, ya que hay mozos «oficiales» y una suerte de ayudantes que a pesar del esfuerzo no ayudan mucho, ya que se pierde continuidad en la atención. Una música con valses peruanos deliciosos que sirve de fondo mientras se desarrolla la escenificación gastronómica, no cabe duda que se conoce el oficio aunque sea un sitio que tiene algo más de un semestre en acción.

Mientras disfrutaba el cierre de un gran libro, llegó mi pisco sour y poco después el ceviche de locos que encargué para iniciar el disfrute. Fantástica combinación, aunque eché de menos atrevimientos como un trocito de fruta o algún ofrecimiento fuera de carta para sorprender. La entrada cumplió virtuosamente lo que se espera, pero nada más.

Para el momento de los fondos, noté la ansiedad de los mozos por la hora, de verdad algo tarde pero no debiera ser tema, ya que partí por preguntar si la cocina estaba abierta cuando llegué. En fin, mi primera opción, un lenguado Paijan, lo que esperaba una delicia especial del lugar se transformó en mi primera decepción, ya que lejos de advertirme que no había lenguado, ya me había adelantado a pedir vino, algo combinable casi solo con pescados, quedó en una condición de borde para buscar una opción. Tratando de salvar la armonía gastronómica, busqué opciones en pescados y apareció una corvina que pedí a la plancha y que rebosaba de una salsa de mariscos incluyendo pulpo y camarones acompañada con unas papas salteadas exquisitas De no ser por la poca proacividad, quizás habría ensayado un lomo salteado que era una opción deseable en la interesante carta.

Un almuerzo, delicioso y abundante, con gran servicio pero con esa falta de ritmo que añoré y ese entusiasmo que se vive cuando los sitios ya tienen recorrido y sobretodo han conseguido entender que lo que buscamos es una experiencia completa, no solo el cumplimiento del checklist del restorán «bueno».

Me gustó, no lo niego, pero le falta la chispa y oportunidad, es básico advertir lo que no existe en la carta para evitar entusiasmarse en vano.

Paijan, buen sitio pero le falta todavía !!

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