Bar Unión : la tradicional Unión chica

Una picada bastante especial, con pretensiones de gran restaurant es un lugar que congrega a todo tipo de comensales en la calle Nueva York. Nadie espera que sea similar a su homónimo Club de la Unión y quizás ello la hace tan especial.

He visitado este lugar por más de 15 años y la verdad es que me sigue gustando, a pesar de la lentitud de la cocina, a la extraña parsimonia de sus eternos mozos y quizás esa sensación descuido que a veces te hace pensar en otras variantes de evaluación.

Lo concreto es que la comida es rica y se puede disfrutar ésta o bien el paisaje, desde esos matutinos alcohólicos en busca de su dosis alcohólica que detenga el delirium tremens, hasta ese turista emocionado por estar en un lugar genuinamente chileno y popular.

En esta ocasión, un almuerzo de trabajo con mi especial cómplice, amigo entrañable, con quien vamos venciendo paso a paso las vicisitudes del poder instalado en la burocracia que somete a mi lugar de trabajo (el formal) y de paso dibujar oportunidades en el espacio de las posibilidades del resto (lo no formal).

Claramente, no fuimos especialmente creativos, ya que dominó el apetito y los aromas que se adivinaban desde la cocina. Hoy fuimos derecho a los lomos a lo pobre. Grandísimos deleites!!!

Tras engullir marraquetas (también llamado pan francés) con mantequilla junto a una gaseosa, llegaron esos enormes platos de carne, cebolla y huevo frito y las infaltables papas fritas, olorosas y disfrutables componentes de este plato tradicional y que no tardamos en devorar. Ayy!!!, el hambre a veces es imposible.

En casi una hora de degustes, engullimos este plato pop y conversamos hasta el hartazgo. Buen disfrute para una reunión de trabajo.

En fin, solo puedo añadir que La Unión Chica es un sitio que se puede disfrutar mucho especialmente si se tiene tiempo para comer y apreciar el people watching delicioso que ofrece.

Curso de Montaña : examen y disfrute

Como en cualquier curso, llega el momento en que hay que mostrar que se ha aprendido y que se han cumplido los objetivos.

Mi autoevaluación, previa a esta jornada, ya era positiva pues aprendí muchas cosas y las más importantes fueron regalos especiales. Aprendí a revalorar al ser humano, ese que en contacto con la bella naturaleza es auténticamente feliz, a pesar de la precariedad que puede suponer la vida de campamento o el esfuerzo físico que exige la montaña. Aprendí del compañerismo, la solidaridad, la sana alegría de compartir una noche estrellada o el agua de una misma botella. También aprendí mucho más del trabajo en equipo, en donde cada cual opera según sus capacidades y obtiene según sus verdaderas necesidades. Gran experiencia.

Partimos casi de de madrugada el sábado, los 10 alumnos convocados, con rumbo al sector de El Toyo, en el Cajón del Maipo. El punto de reunión fue la plaza de san José de Maipo. Junto a mi cordada, Francisco y Kosta, aprovechamos de buscar un temprano desayuno y terminamos comiendo empanadas de pino recién horneadas. La montaña me da hambre. Glup!!.

Una vez que arribamos al lugar de destino, comenzó el primer desafío, hacer cruzar las mochilas sobre un río usando una tirolesa. Estuvo interesante y casi risible porque la cuerda que teníamos disponible era dinámica, por lo que por más que la tensamos igual «guateó». En todo caso, tarea cumplida.

Siguiente parada, dejar equipamiento y sentarnos al examen escrito. Un típico examen de la Escuela Nacional de Montaña, que aparentemente nos fue bien a todos. Cierto que si, Rodney?

A medida que terminábamos, las cordadas comenzamos a armar el campamento ante la atenta mirada del instructor (imagino que evaluó cada detalle de lo que hizo cada equipo). A continuación, un breve tiempo para almorzar. En ese contexto, hervimos agua y cada cual se preparó un «tres minutos» (la maravilla de un plato completo que queda listo echándole agua caliente). Por supuesto, que aprovechamos de comer unos ricos sandwiches de lomito con palta que preparamos con pan pita y degustar unas ricas aceitunas. Terminamos disfrutando unos postres de frutas picadas en almibar.

Continuamos con una clase extra, escalamiento en cuerda y práctica de rapel. Fue genial ver aplicados los conocimientos de nudos ya adquiridos para poder elevarse o descender con muy poco esfuerzo y en forma segura, con ayuda de cordines y nudos especiales. Notable!!

Siguiente evaluación, una «gymkana», una prueba contra el tiempo en que la planificación estratégica de cada cordada y las habilidades de sus miembros se pondrían prueba. Cuando llegó nuestro turno, partimos corriendo con la cuerda a cuestas hasta el lugar en que usando un anclaje en un árbol, debíamos descender en rapel una pared del cerro, recuperar la cuerda y doblarla correctamente, luego correr por la ribera del río (en semipenumbra, pues ya atardeció) hasta un punto en que estaban los piolet esperándonos para que subieramos un empinado tramo, previa carga de agua desde el río. Ya arriba, dejamos los piolets y corrimos al lugar en que se encontraba desarmado un anafre de combustible líquido. Armar, ecender y hacer hervir el agua. Concluido ese acto, correr a otro punto para armar una carpa y finalmente desarmarla. Uff, 39 minutos tardamos en hacer todo. Excelente prueba!!!.

Concluida la primera jornada de evaluación, hora de cenar. Como teníamos bastante hambre, juntamos ingredientes diversos y cociné un rissotto muy peculiar, con verduras al que añadí salame italiano, chorizo español, corte de aceitunas negras y finalmente, en el extremo «cerdo», queso mantecoso. Quedó exquisito y no alcanzamos repetición. Amenizamos el aperitivo con unos choritos en aceite vegetal y aceitunas rellenas con anchoas. Cenamos alrededor de una fogata que armamos con restos de ramas secas y a la comida siguió una larga tertulia iluminada por una maravillosa luna llena. Que maravilla, que maravilla.

Domingo las 7:15 salimos de la carpa a buscar agua y preparar desayuno rápido, pues a las 8 seguía el examen. Partimos al cerro, piolet en mano, cordines y otros posibles artefactos que adivinamos podríamos requerir. Rodney eligió un acarreo de material arenisco durísimo para que realizaramos una práctica de ascenso con técnicas de marcha. Al principio, aterrador. era como pisar hielo asi que el temor de rodar cerro abajo tenía sustento. Sin embargo, golpeando con los cantos de las botas, haciendo escalones con la pala del piolet y usando lo aprendido, todos pudimos ascender y luego disfrutar el deslizarnos, en forma segura timoneados con el piolet, cerro abajo. Pero no era la prueba, el instructor solo estaba validando que seríamos capaces de hacer la prueba que seguía. Nos llevó a un acarreo idéntico pero mucho más grande, en donde debimos usar todas las técnicas tanto de marcha como de autodetención. Fue un gran esfuerzo, ya que Rodney se aseguró que las caídas fueran «reales». De hecho, me obligó a repetir mi caída para que fuera muy real. Algunas heridas en el cuerpo quedaron como medallas del trance.

Empolvados hasta los dientes, solo quedaba ir a zambullirse al río. Delicioso, frío pero indispensable. La última prueba, fue una maratón de nudos con cronómetro. Que estresante!!!

Cansados y hambrientos, solo me quedó influir para que desarmaramos rápido el campamento y fueramos a una picada a comer y celebrar. Lo pasamos fantástico, un grupo alegre, buena onda y de valiosas personas.

Gran final para un gran curso.

Curso de Montaña II : adrenalina por doquier

Un fin de semana de campeonato, tal vez por lo adolorido y cansado que estoy, pero no menos dichoso. La segunda parte del curso de montaña, se manifestó en un viaje al campo de entrenamiento en Las Melosas, Cajón del Maipo. Partimos a las 8 de la madrugada del sábado con rumbo a dicho lugar, solo nos detuvimos en el pueblo de San José de Maipo para desayunar con cierta grosería, unos ricos Barros Jarpa en pan amasado y luego seguir al campamento.

Los contertulios ya formados en cordadas (mi cordada se mantiene con Francisco y Kosta), ya nos habíamos puesto de acuerdo en temas de alojamiento (quien llevaba la carpa) y en la comida (cada comida principal la auspiciaba uno de nosotros). Gran y dichoso acierto!!!.

Partimos el curso con un repaso breve de nudos (glup!!!, tuve que esforzarme para alcanzar a mis aventajados compañeros quienes habían ejercitado en la semana), pero, por fortuna, nos debimos enfocar en aprender tres nuevos nudos, Dinámico, Fuga y Marinero. Interesantes y útiles.

La parte deliciosa de esta parte, el almuerzo, me tocó improvisarla y preparé a mi cordada un rico arroz con amapolas, pimienta, ajo y cortes de pulpo acompañado de puré de atún y rodajas de tomate. Mientras cocinaba los entretuve con unas aceitunas rellenas de anchoas, deliciosas. Seguido de un postre de frutas picadas en almíbar. Muy bueno, por las caras de satisfacción de mis compañeros.

Sin pausa, partimos a practicar seguridad y marcha en montaña. Ascendimos un cerro cercano que el instructor había elegido (que inteligente y mañoso!!!) y subimos hasta un lugar que nos posicionó en un acarreo interesante. Y bueno, partimos de lo simple, detención del «gato», luego autodetención cuando ruedas hacia adelante y luego cuando ruedas hacia atrás. Que cantidad de costalazos!!!. Dos de las féminas (Magaly y Ximena) hicieron pasos de baile en el vacío y de no estar atento el instructor, todavía están rodando cerro abajo. De hecho, cuando hice una voltereta doble caí con una pierna sobre una piedra y todavía tengo hinchado y herido el muslo. Sin embargo, fue muy aleccionador y me dio seguridad saber que a pesar de todo es posible detener la caída con algo de técnica. En estas volteretas rodando por el cerro, perdí una pieza de mis lentes, no me di cuenta hasta el día siguiente. Igual fue genial!!!

Terminado el periplo en el cerro, nos fuimos a practicar cruce de ríos. Harto helado el trance, pero, muy útil saber como enfrentar un buen torrentón de río.

En la noche, Kosta nos dió un festín, un buen trozo de cerdo para la parrilla, mientras preparaba unos camarones al ajillo para acompañar unos fideos canutos y palta. Delicioso!!!. La jornada de cena se extendió bastante pues, Magaly estaba de cumpleaños este domingo. Así apareció de la nada una botella de vino (Nico, la llevas), té de mate e incluso unos cigarrillos que nos hicieron muy disfrutable una noche pletórica de estrellas y buena onda.

Despertados a las 6:50 horas del domingo, porque Francisco identificó un canto de un pájaro con la alarma de mi celular (maldito!), no hubo otra opción que darle el paso a su demostración gourmet. Huevos revueltos con jamón de pavo (aporte de Anabella) y tomate, queso de cabra al orégano con palta y tostadas de pan ( en la parrilla que sobrevivió a nuestra bacanal nocturna). Un desayuno de dioses, para esperar una jornada intensa.

Nos tocó una sesión de tirolesa, para lo cual fuimos a otro sector en donde tendimos cuerdas sobre un pequeño río en un paisaje de rocas. Muy divertida sesión, amenizada por el impasible instructor e inteligente Rodney, nuestro instructor. Terminado el trance de suspendernos por los aires para ir de un lado a otro, nos fuimos a helarnos en una sesión de travesía de ríos. Dos anclajes, para asegurar que cada «víctima» tuviera su naufragio personal y fuera rescatado de las portentosas aguas del Maipo. Ateridos, como corresponde, todos fuimos rescatados y pudimos cerrar esta jornada.

Desarmado el campamento, hicimos un accidentando viaje para conseguir donde comer unas empanadas de almuerzo, lo cual conseguimos tras tres intentos fallidos. Igual, exquisita jornada.

Viva la buena onda de este grupo, no podría ser mejor.