en Kamino (Ko) un sitio interesante

Sospecho que había pasado enfrente de este restaurante en varias ocasiones y francamente no había notado su existencia en el barrio Bellavista, a pesar de estar al frente del Peumayen y casi al lado del Azul Profundo. En este día, deambulando por calle Constitución, miré su interior y no pude evitar la tentación de probar. Un sitio espacioso con una distribución de las mesas que permiten esa pequeña privacidad que solo el espacio provoca.

Una vez ubicado en una mesa en la zona sur del local, una amable chica me ofreció el menú. Tras escuchar el relato de los platos que componían el menú, hice como casi siempre y pedí la carta para examinar un poco más la oferta. Una carta sencilla pero con una buena variedad de tablas, pizzas, ceviches, quesadillas, sandwiches y algo muy especial, una gran oferta de cervezas artesanales.

Recorrí con curiosidad la lista de cervezas que incluía la valdiviana  Calle Calle Naguilan negra (fue mi elegida para comenzar el disfrute), unas Monte Verde con sabores a frutas, Valtare, Mister Ebers, Nomade, Schofferhofer, Copper y Clausthaler. Interesante oferta que aporta diferenciación al lugar.

Para comer, me sorprendí con una Pizza Chilena con una masa al orégano, carne, cebolla, ají y tomate. Deliciosa!!. Mientras disfrutaba mi plato, pude confirmar el buen gusto en la decoración. En la entrada inmediatamente a la izquierda, un delicioso living para quienes prefieren un formato lounge, al centro del local un lindo bar, en un gran muro un precioso mural y al otro extremo, el muro es una pantalla gigante sobre la cual se hacen proyecciones. Durante toda mi incursión se escuchaba buena música con un volumen perfectamente acondicionado para agradar.
Un lugar interesante y prometedor!

Nuevo Krrtrekking V&V : más disfrutes

Aprovechando un feriado y añadiendo un día de vacaciones nos creamos una nueva oportunidad de pasear por la quinta región siguiendo el tradicional formato de krrtrekking.

Una vez instalados en el hotel boutique Latitud 33, fuimos rápidamente al cercano restaurante SaborColor por un almuerzo tardío, tal vez fuimos lo últimos comensales, pero nunca mal atendidos. Partimos con kir royale y gaseosa, para llegar a los fondos, quinoa de camarones y un extraordinario filete con guiso lentejas. Un almuerzo de sabores gourmet con buen vino y café.

El resto del día, lo dedicamos a pasear y cazar graffitis hasta llegar a la noche para disfrutar el rico Restaurante C (en realidad se llama La Concepción) y cenar en la terraza con una de las mejores vistas de la bahía. Como ya es habitual, kir royale y  gasesosa, mientras llegaba una sorprendente sopa marina y mi filete tres pimientas  con mil hojas de papas y champignones caramelizados. Acompañamos con un Malbec La Porfia Botalcura y cerramos con esos negros cafés que nos permitieron llegar de regreso al hotel para descansar.

Al día siguiente, nuevamente un día lleno de sol y ganas de pasear. Partimos en tren sin destino, acompañados de los numerosos artistas que hacen su performance musical de carro en carro. Son bastante buenos y de verdad amenizan el viaje mientras los ojos se pierden en los lindos paisajes. Paseamos por Limache, incluso disfrutamos unos jugos de frutas deliciosos en absoluta paz. De regreso, nuevamente en el metro, nos bajamos en Caleta Portales para visitar una habitual picada : Los Compadres y disfrutar un buen almuerzo de puerto. Estaba muy lleno, pero no fue tan difícil conseguir una mesa. Unos pisco sours en espera de los fondos,  reineta con salsa de locos, bechamel y nueces y una rica albacora también con salsa bechamel y camarones. Esta picada es una de las buenas de la Caleta y ya la hemos visitado varias veces.

Volvimos a los cerros para seguir la cacería de graffitis hasta que se hizo suficientemente tarde como para iniciar la búsqueda de un buen lugar de cenar. Llegamos al restaurante Mito, el cual prometía una terraza con vista al mar. A pesar que estaba algo frío, la terraza resultaba un buen lugar para cenar y partimos con unas machas a la parmesana mientras bebíamos nuestros aperitivos.  Contra todo pronóstico, la carta tenía hartas sorpresas. Pedimos un plato de mahi mahi con salsa limón de pica, arroz y pesto y un buen filete en salsa carmenere con puré al merken. Por supuesto, acompañamos con vino y cerramos con café, antes de emprender el retorno al hotel.

Un nuevo día, un nuevo desafío. Nos fuimos a Viña del Mar en el metro para recorrer un poco la ciudad. A la hora de almorzar, nada mejor que revisitar el Cap Ducal, que a pesar de los años sigue siendo un buen lugar con una vista maravillosa del mar. Un pisco sour y kir royale mientras saboreábamos un exquisito pebre de mariscos. Seguidamente una  albacora con salsa de mantequilla negra y alcaparras y un bourguignon champignon con  papas salteadas, muy bien acompañado con una botella de Carmen Gran Vidure. Para los postres, porción de creme brulee y torta de chocolate más el infaltable café negro.

Volvimos a la caminata hasta que llegamos al Hotel Miramar, mi mejor lounge desde hace años. Confieso, ver atardecer en la terraza mientras un DJ acompaña con buena música y bebemos unos ricos tragos es demasiado extasiante. De hecho, regresamos a los cerros, reservamos una cena en el Restaurante Turri y luego descansamos en el hotel. Sin embargo, no me acuerdo del detalle, pero claramente lo pasé bien.

Último día en V&V y la despedida no podría ser mejor. Volvimos al restaurante C para disfrutar un panzotti de masa con aceitunas amargas relleno con zapallo camote y salsa cremosa de queso azul (algo maravilloso) y un  ravioli de pasta de espinaca y centolla, todo lo cual acompañamos con una buena botella de carmenere De Martino 347. Tras los cafés, debíamos regresar a Santiasco.

Unas pequeñas vacaciones, con eternos e inolvidables disfrutes. La cacería de graffitis la publiqué en krrtrekking.cl y están muy lindos.

 

La Terraza de Matilde : nuevo disfrute

Hacia octubre 2014 divisé el movimiento en las alturas de un pequeño edificio de 6 pisos en la esquina de Chucre Manzur y Antonia Lope de Bello, pero no fue hasta hoy que decidí hacer una incursión en su territorio. Una hermosa chica sentada junto a un ascensor es la puerta de entrada al lugar. Chequea por radio si existe espacio para mi visita y pronto me encuentro ascendiendo en un ascensor vidriado que me da una linda vista sobre Bellavista.

Si bien el restaurante pretende ocupar los pisos 5 y 6 del edificio, todavía opera en la linda terraza que evidentemente proporciona la mejor vista al Cerro San Cristóbal y a los techos de tanta enorme casona que llena el espacio del viejo barrio devenido en restaurantes, hoteles boutique y cuanto antro pub puede uno imaginar. Es evidente que mi habitualidad en el sector tiene mucho que ver con esta impronta disfrutable que emana el barrio.

Hacia el norte, la terraza permite visualizar la zona del zoológico y sus accesos, hacia el oriente los enormes edificios de sanhattan y hacia el sur los techos de innumerables locales que alguna vez fueron casas de barrio.

Llega a mi mesa una chica rubia con unos ojos verdosos impresionantemente hermosos para ofrecerme las cartas de comer y beber. Parto por pedir un espumante al verde, basado en espumante Ricadonna Brut, con jenjibre y limón de pica. Un certero preámbulo para poder elegir un plato de almuerzo y alguna buena cepa de vino.

Una carta diversa pero acotada, de donde elegí una mechada con puré rústico al merken, algo que suponía iba a ser pertinente para el hambre disponible. Cabe destacar que en el intertanto llegaron dos piezas de pan caliente con salsas de untar muy peruanas, lo que me apaciguó deliciosamente el ansia inicial.

El plato que elegí estaba abundante y delicioso pues además lo acompañé con el mejor vino de la carta, un ensamblaje de Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon, Tamaya del valle del Limarí, una delicia imperdible.

Un almuerzo tranquilo, animado por una buena música house, una brisa delicada y la tranquilidad que solo la altura imprime a los paisajes. Para los postres, un pie de maracuyá con el café negro de rigor dieron término formidable a esta filetaria incursión.

 

4 días y 3 noches en Buenos Aires

Cuando pienso en esta ciudad, lo primero que veo en mi mente es hermosa arquitectura, teatro y buena comida. Esos son los ingrediente perfectos para arrancarse unos días, aunque sean pocos, a caminar por el lindo Buenos Aires.

Llegamos un jueves al mediodía para encontrar una excelente habitación en el hotel NH 9 de julio, francamente nos sorprendió la calidad y buen diseño. Algo hambrientos salimos a caminar hacia Puerto Madero para saciar con creces el apetito y la expectación por volver a sentir el sabor de la comida en el restaurante La Cabaña. Partimos con los appetizers de la casa mientras llegaba nuestra provoleta asada para compartir. La provoleta además de sabrosa nos permitía amenizar la espera que supone la preparación de nuestras pamplonas de lomo. Delicias que acompañaríamos con una abundante porción de papines al chimichurri y un rico Malbec Premium. Tras este festín inicial de nuestro viaje, solo pudimos con un café.

Nuevamente en la calle, fuimos caminando hacia BuqueBus para comprar tickets para viajar en barco por el Río de la Plata hacia Colonia de Sacramento en Uruguay. Este sería el día siguiente el bonus track de esta incursión vacacional.

Animados por el buen clima y el rico almuerzo, caminamos ahora por Avenida Corrientes para adquirir las entradas al teatro en el Paseo La Plaza. La obra que elegimos fue ¿Quién es el Señor Schmidt? con la actuación increíble de Gabriel Goity. Es una obra genial y a ratos defintivamente hilarante y loca. De hecho, cuando pudimos conversarlo, concordamos que bien podría ser lo que le ocurre a un esquizofrénico, un ser dividido entre quién cree ser y quien es. Un buen final para el primer día.

Día 2, muy temprano al embarcadero en Puerto Madero para abordar el buque Francisco tras los trámites de migración y aduana. Quedamos absolutamente sorprendidos por la envergadura del barco. En mi mente pensé varias veces, si es solo un río cómo puede ser? (Wikipedia me aclaró que es el río más ancho del mundo).

Instalados en Colonia, iniciamos un rico paseo por el casco histórico, calles empedradas, ruinas de antiguas fortificaciones y casa antiquísimas de portugueses y españoles, que se turnaron en el poder por un siglo. Visitamos algunos pequeños museos, tomamos fotografías de antiguos vehículos estacionados por doquier para finalmente elegir un lugar enfrente del río para almorzar. En El Torreón, iniciamos con una gaseosa y por mi parte una cerveza local Patricia (raro nombre para una cerveza). De la carta, no resistí la tentación de volver a probar un auténtico chivito al plato, mientras mi partner pidió un vacío (un corte argentino fantástico) con una ensalada mixta. Obviamente era intransable no probar una botella de tannat y la elegida fue Don Pascual 2013 crianza en roble. Cerramos con flan y buen café negro.

Posteriormente, solo quedaba el retorno a Argentina ya que esa noche teníamos tickets para otra obra en el Paseo de la Plaza. Se trataba de El viento en un violín, una pieza  de la misma compañía que hizo La omisión de la familia Coleman y que vimos en anterior escapada. Son los mismos actores aunque en papeles completamente distintos, lo cual pone de manifiesto sus talentos. En este caso la historia, dramática y feroz, trata de la historia de una pareja de mujeres que quieren tener un hijo y toda la complejidad que supone eso en sus cercanos. Extraordinaria obra del sorprendente Claudio Tolcachir quién nuevamente dirige y además es el autor del guión.

Salimos del teatro bastante tarde, pero con ganas de cenar. Fuimos entonces al Pippo, un clásico de la ciudad que está en las cercanías del Paseo La Plaza. Para cada cual, una rica milanesa con jamón y queso acompañada de una tortilla de papas compartida. agregamos una botella de ensamblaje syrah y malbec y por supuesto un cierre de café. Buen lugar, totalmente recomendable!!.

Día tres, el paseo por la ciudad en búsqueda de libros y música, algo imperdible si se está en Buenos Aires. Recorrimos todas las tiendas entre 9 de julio y Callao, para luego ir hacia la grandiosa librería El Ateneo, no solo bella sino que completísima. Cuando logramos salir de ese lugar, el hambre nos torturaba y qué mejor, cruzamos la calle Santa Fe para ingresar a otro famoso lugar, La Farola. Aquí decidimos ir por pizzas, imperdibles en esta ciudad. Las elegidas, una pizza prosciutto y una napolitana completa, acompañadas de cerveza y gaseosa. Por mi parte, siguiendo la tradición, me serví un café madrileño (café, licor y crema). Otro lugar para incluir en la lista de imperdibles.

Ya en nuestra última noche, no fuimos al teatro El Picadero para ver El Loco y la Camisa. Confieso que no tenía ninguna expectativa, salvo el conocer el lugar como referente de teatro independiente. Fue un acierto, la obra es potente no solo por su violencia sino por el personaje del loco, el karma de una familia disfuncional porque les delata permanentemente con su absoluta sinceridad. Muy buena!!

Día 4, el día del retorno. Solo decir que el tiempo transcurre muy rápido cuando se pasa tan bien.

Los Justos : una obra potente

Días atrás había visto unos letreros que anunciaban una obra en teatro Sidarte llamada Los Justos. No me habría llamado la atención de no ser por la figura sombreada de una chica armada de una pistola en pose agitadora de masas y que el guión se basaba en la obra Los Justos de Albert Camus. Pues bien, compré mi entrada y me dispuse a verla.

Los justos es la historia basada en un hecho real de un grupo de revolucionarios durante la tiranía zarista. El grupo clandestinamente planifica un atentado contra el gobernador de Moscú, el Gran Duque Sergio con la idea de contribuir a la liberación del pueblo e iniciar el camino a la revolución. Hasta aquí todo bien enmarcado y justificado por la ideología revolucionaria. Sin embargo, en el momento en que el más entusiasta de los revolucionarios debe lanzar la bomba para matar al tirano, observa que va acompañado por un par de niños y se arrepiente.

Reunidos nuevamente, se desata el conflicto. Se acobardó el revolucionario?, dejó de creer en la necesidad del terrorismo como disparador de la revolución del pueblo?. El fin justifica los medios?

Por momentos angustiante, los personajes se debaten entre sus ideales, sus historias personales y sus dilemas éticos acerca del valor de la vida. La Compañía Teatro Sur hace una apuesta osada al ofrecer al público un tema complejo y cuestionador. La sala llena me parece una buena forma de medir que resulta interesante y la ovación al final, el cierre perfecto.

Regreso a Zully para solo disfrutar

Con un gran amigo, nos debíamos un buen almuerzo para ponernos al día del trabajo y de sus vacaciones. Cuando me recuerda que podría ser una buena opción el rico restaurante Zully, mi respuesta inconsciente fue «ya no debe existir», pues hace años que no lo visitaba y francamente son pocos los lugares que logran permanecer salvo que sean «taquillas» y en el barrio alto. La duda me obligó a verificar en Google y para mi sorpresa, si existía y muy activo.

Un taxi nos acercó al lugar y a pasos apresurados nos fuimos internando en el barrio Concha y Toro para llegar a esa casa impresionante en donde está este increíble restaurante. No había mucha gente, era temprano, nos ubicamos entonces en el salón de la esquina con fotografías de fútbol americano en blanco y negro. Todo combinado con las mesas de impecable negro y la loza en uso.

Partimos con una copa de espumante a la que se añadió pronto la porción de pan caliente y mantequilla. Un primer plato de pollo al pilpil, seguido por un filete de pato con risotto al tomate. Una combinación precisa para una copa de carmenere.

Cerramos con creme brulée, té para mi amigo y café bien negro para este servidor. No cabe duda, hay Zully para rato!!

 

Un Oasis : un lugar extraordinario

Tenía pendiente un almuerzo de trabajo con un buen amigo y colega, quien me había pasado bastante tiempo atrás el dato que en el mismo lugar del Ambrosía había un nuevo restaurante. Esas son palabras mágicas, pues de solo recordar mis frecuentes visitas al exquisito Ambrosía, solo esperaba el momento de poder visitarlo.

Caminamos bajo la canícula santiasqueña aproximándonos hacia la Casa Colorada y bastante acalorados nos instalamos en el comedor con aire acondicionado. Siempre me ha gustado la terraza, pero con más de 33° celsius no era factible.

Hago una minuciosa revisión visual del restaurante y de verdad muy pocos cambios, lo esencial permanece incluso el mobiliario. Ahora quedaba por saber si la cocina estaría a la altura.

Partimos con unas entradas compartidas de  calamares crocantes con salsa tártara y tostadas junto a un pilpil mixto de camarones, pulpo y calamares. Deliciosos!!

Para los fondos, mi amigo salva con un salmón patagónico a la plancha con papines chilotes salteados al cilantro, mientras yo atino con una tilapia a la plancha con puré rustico ( cebolla, cilantro, aceituna y tocino) que bien se merecían una botella de pinot noir William Cole.

Nada que decir o quizás todo, ya que el lugar es lindo, la sensación de oasis es perfecta (pleno centro), buena atención y la gastronomía de buen nivel. Me parece que claramente hay una buena opción en Santiasco!!.

Tras el flan de zanahoria y un té que se sirvió mi amigo, sin faltar mi rico café, cerramos una buena reunión de trabajo.

 

En cleta a almorzar al Cajón del Maipo

Inhibido por un tiempo de hacer montaña debido a una lesión, he ocupado harto mi cleta para hacer incursiones disfrutables, algo que suelo llamar biketrekking.

Este día desperté inspirado y con ganas de ir más lejos, lo que me hizo recordar rápidamente un circuito que he hecho anteriormente : ir a almorzar a algún lugar en el Cajón del Maipo. Partí utilizando las ciclovías hasta llegar a Macul en donde a falta de éstas, tomé la pista de la locomoción colectiva sobre una «alfombra roja» que marca esa vía exclusiva. Luego, por Av. La Florida hasta alcanzar la Av. El Volcán, calle principal que recorre el lindo Cajón del Maipo.

Antes de seguir y considerando el calor reinante, pasé por un mote con huesillos gigante y deliciosamente helado. Una pausa extraordinaria.
Continuando el paseo, me dirigí intencionadamente en búsqueda del restaurante Calypso, pero como ya me ha ocurrido antes, estaba llenísimo y muy animado con unos chicos que tocaban cuerdas (violín y violoncello). Tras unos minutos de goce musical, seguí adelante, ahora en búsqueda del restaurante Ko. Mala suerte, estaba cerrado al público con un evento privado bastante ruidoso.

Continuamos y llegué al restaurante francés La Petite France pero estaba cerrada!!!. Estaba quedando claro que debería buscar algo que no hubiera visitado antes. Como soy obstinado, tomé aliento y me devolví, poniendo mucha atención en los nuevos sitios.

Tras un rato encontré lo que buscaba. Una suerte de hostal con un gran restaurante llamado Puerto Maipo. Tras inspeccionar, descubrí que tenía una gran piscina y una estupenda terraza, ideal para almorzar.

Partí con una cerveza muy helada para quitarme el evidente calor acumulado. La chica del servicio me trajo una panera y rico pebre para entretenerme un rato. Luego examiné la carta, abundaban platos bien chilenos y tras analizarlo un poco, concluí que sería buena idea un filete de merluza, arroz y ensaladas. Un almuerzo sencillo y contundente.

Al regreso, cumplí mi promesa de traer de regalo una gran tortilla con chicharrones, la que recién hecha y bien envuelta, la puse en la mochila hasta llegar a casa.

En total algo más de 80 kilómetros de recorrido y una sonrisa plena por el gran disfrute de este soleado día.

La Mar : una cevichería antigua y famosa

Precedida por la fama del gran artífice de la gastronomía peruana, Gastón Acurio, este lugar sigue atrayendo a mucha gente. En mi caso, me había resistido por largo tiempo ya que en Nueva Costanera encontraba otros sitios que me atraían más. Sin embargo, en esta incursión al barrio me sorprendí con la desaparición del Sukalde (después que migró desde Av. Bilbao hacia Nueva Costanera) que se suma a la pérdida que significó la salida del exquisito restaurante Agua y el Tierra Noble (ahora en nuevo lugar). Caminando unas cuantas cuadras llegué a la inevitable conclusión que era el momento de ingresar a La Mar.

Partí como de costumbre ojeando la carta y refrescando mi garganta con agua mineral. También aprovecho estos momentos iniciales para observar el territorio, calibrar el tipo de comensales y sentir el ritmo del lugar. No tarde en descubrir mucho oficinista alargando su almuerzo de día viernes, madres con hijas adolescentes comiendo liviano, gente haciendo negocios, en fin mucha gente.

En la carta descubrí una buena entrada para calentar motores, se trató de un rollo crocante (panko relleno con camarón, centolla, palta, queso y salsa), un plato magnífico en sabores y contundencia. Para los fondos, que mejor que una merluza alocada que disfruté junto a una fresca botella de pinot noir casas del bosque reserva. Bocado a bocado, pude comprobar que hay una buena cocina en este lugar y que a pesar de los años, mantiene una gran clientela adicta a los sabores peruanos ya la creatividad gastronómica.

Un postre como se merece fue el crocante de maracuyá que  acompañé con un negro café, en señal de despedida.

Quitral : almorzando lo que se merece mientras se trabaja

Una nueva y necesaria reunión de trabajo, me hizo recordar un lugar que descubrí hace unos pocos meses y que merecía ser revisitado. Invité a mi colega al Quitral en el lindo boulevard Lastarria.

Tras un breve viaje en metro, llegamos e iniciamos la reunión con unos ricos kir royales acompañados con un appetizeer de salmón en dos texturas, formato tártaro y el otro montado en láminas marinadas en betarraga, Buen comienzo!!

Para los platos principales, la selección incluyó un sorprendente congrio frito, un interesante trozo de congrio envuelto en batido tempura con  tinta calamar  sobre un puré de zapallo y delicado pebre, junto a un salmón encostrado en especias con quinoa y puré de aceitunas y albahaca además de tomate cherry más cebollín rostizado. Estos deliciosos platos los acompañamos con un pinot noir Viu Manent a buena temperatura.

Esos pequeños detalles que hacen la diferencia, no favorecen a Quitral, pues al dejar la botella en la tina de agua y hielo aparte, no se preocuparon de estar atentos al momento en que deben rellenar las copas y debí levantarme un par de veces a buscar la botella.

Para los postres, un rico mousse de chocolate (bolitas de mousse de chocolate blanco y bitter – hechos con belcolade, puro chocolate belga – con helado de frutos del bosque) y una selección llamada churromanía, una pequeña y deliciosa grosería.

Habiendo trabajado como correspondía, el cierre merecía un buen café y para mi amigo su té de rigor.

Salvo por los detalles de servicio (punto de mejora), Quitral es un buen exponente de la comida chilena 2.0