Algunos disfrutes destacados de diciembre 2013

Aunque normalmente prefiero hacer crónicas de nuevos descubrimientos, ocurre que la mayoría de los nuevos sitios tienden a aperturarse en sectores de Santiasco que no me agradan del todo, ni siquiera por la calidad de la gastronomía sino por el tipo de visitante. Me refiero a ese tipo de personas que van a un lugar solo por que es moda y «es necesario» estar ahí. En este escenario de auto-restricción, me resulta mucho más deseable re-visitar sitios que ya he probado y que me merecen buena y gustosa opinión.

Cerrando este año 2013, claro que he disfrutado hartos sitios especialmente a la hora de la cena, toda vez que sigo un tanto atareado en la jornada laboral. Por cierto, eso no es obstáculo para estar siempre atento a gozar algo rico sobre todo en sitios que ya conozco en detalle.

Partiré con el sabroso e inconfundible Guria, comida española de primera y que permanece ya por muchos años en mi lista de favoritos. Una cena tardía, bastante cerca de la medianoche, en que partimos preparándonos con agua mineral y eligiendo unos ricos platos, merluza austral con quinoa y un pollo relleno que acompañamos con una deliciosa botella de Botalcura El Delirio, un ensamblaje que siempre salva. Por lo avanzada de la hora, decidimos cerrar sin postre, solo el indispensable café negro.

Un imperdible para cualquier cena es el Olan, comida peruana irresistible.Pisco sour peruano para acompañar una exquisita causa de camarones. Luego, un seco de cordero con una botella de cabernet sauvignon Santa Ema, combinación que ya he disfrutado antes y que merece repetición. Para el postre una torta de maracuyá y el bienvenido café negro que cierra una rica cena.

Una salida imperdible con mi Club Malayo fue a la laguna El Morado y glaciar San Francisco, un paseo delicioso en un día nublado y muy concurrido. La belleza del glaciar al final del cajón es sorprendente a pesar que con los años sigue disminuyendo su tamaño. Estas fotografías son el registro de este lindo paseo.

Una noche de esas no pude resistir la tentación de volver al Su, ese restaurante del hotel boutique Su Merced enfrente del Parque Forestal. Inicié la cena con una croquetas de carne exquisitas, para luego ir por una albacora que acompañé con un pinot noir Casas del Bosque, que intenté disfrutar en medio del ruido de unos entonados pasajeros. Cabe destacar que el lugar es pequeño por lo cual no es posible abstraerse de las conversaciones en voz alta. La comida como recordaba es excelente, el servicio requiere pulirse sobre todo en cuanto a conocimiento de vinos y el buen servir. Al postre bien estuvo un pudding de chocolate y mi adorado café.

Días después, caminando por Providencia, me vino la tentación de pasar a probar el restaurante del Hotel NH, el cual siempre recuerdo por su talento para deconstruir platos de comida chilena. En esta ocasión, inicié la cena con un kir royale mientras elegía mi plato de fondo. Decidí probar el Quinoa Mar y Tierra, una suerte de risotto de quinoa con trozos de carne de res y pollo, camarones y cortes de diversas verduras de colores hermosos. Para acompañar este exótico plato, conseguí una botella de merlot select terroir de Santa Ema, un encantador acierto para el paladar. Al cierre, como acostumbro, mi taza de café negro.

El siguiente disfrute fue mi encuentro anual con Inti Illimani, esta vez con la participación de Claudia Acuña como invitada especial. Un teatro Noescafé repleto y una impaciente audiencia que cumplida la hora de la cita comenzó a manifestarse. Dos horas magníficas de recuerdos de esta agrupación musical chilena tan pródiga en temas hermosos y que en esta ocasión hacen un recorrido por sus grandes éxitos con temas de Víctor Jara, Patricio Manns, Violeta Parra y otros tantos del folclore internacional. Maravillosa sesión.

A la salida del espectáculo, nada mejor que ir a cenar al Pad Thai. Confiado en mi buena estrella llegamos sin tener reserva y conseguimos una buena mesa. Partimos con agua mineral para preparar las gargantas y añadimos pisco sour Thai (con albahaca) y uno de maracuyá. Los platos, basados en curry y leche de coco, fueron un Kang Kari Camarón (curry amarillo) y un Kang Musaman Camarón (curry verde), exquisitos y abundantes. Naturalmente acompañamos con una buena botella de Syrah de Santa Carolina.

Un restaurante que se ha ganado mi favoritismo es Le Bistrot, comida francesa extraordinaria y que además goza de un servicio excepcional. Instalado en la terraza, partí pidiendo un cardinal (vino tinto con crema de cassis), refrescante aperitivo, ideal para estimular el apetito. Continué con un plato de fettuccinni a dos salmones y crema que acompañé con una pot lyonnais de 460 cc con merlot, sabrosa combinación. Terminado el goce de ese plato que he probado ya varias veces, me fui directo a un postre de nougat glace et coulis de fraises au basilic (helado tipo turrón con frambuesas y albahaca, puro placer!!) y por supuesto mi café negro.

Para cerrar el año, nada mejor que una disfrutable salida a la montaña y especialmente al cerro Pintor (4.000 mts). Fue la ocasión inmejorable para que los malayos nos despidiéramos de un año fabuloso en logros personales y del club, con muchas nuevas cumbres alcanzadas por los más perseverantes miembros del club. Comparto las fotos de esta salida de celebraciones.

En mi lado más citadino, el último #juevesdeideas de Bancoideas lo realizamos en Thelonious, ocasión ideal para escuchar a nuestro amigo Felipe Riveros en formato Trío con Carlos Cortés y Rodrigo Galarce, un desfile de acordes maravillosos que nos llenaron de energías y ganas de continuar con nuestro amado proyecto.

Adiós 2013 y bienvenido 2014!!!!

Un domingo primaveral muy disfrutado

Un paseo a la montaña hasta más allá de los 3.100 metros de altura me llevaría este día a disfrutar el llegar al Refugio Plantat, un sitio que he visitado por años con mi querido Club Los Malayos. Como siempre, la compañía de gente deliciosa, conversaciones inolvidables con muchos malayos con los que he compartido por años y otros que vengo conociendo. Nada se compara con estos momentos de montaña, momentos en que no hay diferencias artificiales de ningún tipo y en donde solo nos ponemos al servicio de disfrutar el momento. El aquí y el ahora no se pueden conjugar mejor que en estas incursiones en la maravillosa naturaleza que nos circunda.

De regreso desde el Cajón del Maipo, me bajé a medio camino para visitar a mi madre, un momento singular ya que es primera vez en muchos años que ella me ve, vestido como montañista. Puede sonar ridículo, pero para ella era un misterio que diablos hacía y cómo lo hacía cuando le comentaba que me iba al cerro a disfrutar. Misión cumplida, ahora sabe que de verdad lo paso muy bien.

De regreso a mi hogar, el ritual de desarmar la mochila y ducharme lentamente para estar en condiciones de disfrutar placeres ciudadanos. En esta ocasión, mis pasos se dirigieron al Nolita en el barrio Lastarria.

Instalado en el lugar, junto con el menú, llegaron el baguette crujiente y caliente y un pote de mantequilla. Elegí unos rollitos de salmón y ricota en jardin verde junto a mi copa kir royale para iniciar el disfrute gastronómico.

Posteriormente la copa de  merlot fue una gran compañía para ese increíble panzotti, pasta rellena con queso de cabra, cortes de aceituna, abundante crema, parmesano y cebolla caramelizada que fue mi afortunada selección del día.

Un tardío y fantástico almuerzo para celebrar un día delicioso, que solo concluyó después de mi ansiado café negro.

 

Nevados de Chillán : fin de semana largo con Los Malayos

Con ansias esperaba este fin de semana largo que regaló octubre para hacer realidad un paseo, que por segunda vez, se organizaba en mi querido Club Los Malayos. El itinerario fijado con bastante anticipación, incluía salir muy temprano el día sábado hacia el sector Las Trancas rumbo a las Termas de Chillán, un verdadero santuario de la naturaleza en donde se ubica el refugio El Aserradero del Club Andino de Concepción.

El vicepresidente del Club Andino de Concepción, Luis «Coco» Hinrichs,  es uno de los fundadores de nuestro Club Los Malayos, un extraordinario amigo, gran cordada y sobretodo un gran malayo. Junto a María Paz Vargas y Rodrigo Tapia, más la indispensable ayuda de internet, dieron vida a este fabuloso paseo que nos regalaría disfrutes maravillosos por tres días.

Tras una semana intensa de trabajo, la noche del viernes hacia la medianoche preparé mi mochila y con unas pocas horas de sueño, salí a las 6:30 horas rumbo al punto de encuentro con quienes haría el viaje. Puntualmente, pasaron por mí y nos dirigimos a buscar al último malayo que viajaría en esta camioneta, el gran David. Pronto ya estaríamos camino hacia la primera parada, una estación de servicio en donde nos esperaba otro vehículo con el cual haríamos caravana hacia el punto de encuentro en la ciudad de Chillán.

Pasamos a desayunar en la carretera y seguimos raudos el viaje, pues teníamos un siguiente punto de encuentro en el estacionamiento de un supermercado en Chillán en donde coordinaríamos los últimos detalles. De los 42 inscritos, finalmente solo hubo 4 que por diversas razones no pudieron asistir.

Realizadas algunas compras, nos dispusimos a ir a almorzar al mercado en multitud. El paso por el mercado fue un verdadero asedio de promotoras de restaurantes que nos asfixiaron, afortunadamente conseguimos un dato de picada en las cercanías y fuimos a dar a un inmenso local, el Restaurante Valdés.  Estaba llenísimo, pero con maña y paciencia, finalmente logramos instalarnos apretados en dos grupos de mesas. Lo increíble es que el mozo atendió a todos en un tiempo inconcebiblemente breve; los platos sencillos, abundantes y bastante sabrosos, lo que sumado al módico precio, nos dejó una grata impresión a todos y una buena propina al mozo.

De ahí salimos a buscar los vehículos y recorrer esos 80 Km. que nos dejarían en el refugio. A nuestra llegada nos encontramos con otros malayos que habían llegado la noche anterior, los cuales ya habían tenido la oportunidad de salir a hacer paseos en los alrededores, especialmente al sector de la cascada y a un hermoso mirador  de la abundante belleza de ese entorno.

Ya instalados en la casa, se empezó a fraguar la idea de aprovechar el quincho para hacer un rico asado de bienvenida. Una rápida colecta y mientras la mayoría disfrutaba de las conversaciones, la calidez del sol y de la amistad enmarcado en un hermoso atardecer, un grupo salió de compras.

Un poco más tarde, la repartición de funciones fue espontánea y mientras un grupo se encargaba del fogón, otro cocinaba una abundante tallarinada y salsas. Poco a poco se hacía de noche y dispuestos alrededor del fuego en donde el «maestro» Luna mostraba su arte parrillero, los malayos más antiguos y más cercanos, me cantaron un cumpleaños feliz que me dejó estupefacto. De alguna forma se habían enterado y habían decidido darme una increíble sorpresa. Por cierto, como es natural en este divertido grupo, repetirían esa noche al menos 6 veces el simpático cántico con el objetivo que yo nunca olvidase la celebración. Son unos locos notables!!!

Tras la cena, la conversación siguió hasta muy tarde en el quincho, entendiendo que la mayoría saldríamos de madrugada a cumplir con los ascensos de montaña programados, la mayoría se fue a dormir. Esa noche una ruidosa discusión de una pareja, despertó a varios y fue motivo de muchas conversaciones y bromas los siguientes días. Solo podría agregar que los temas privados deberían permanecer en dicho ámbito y que afortunadamente la sana actitud de los miembros del club de no entrometerse ni tomar partido, hace que todo vuelva a un curso normal.

Cuatro de la mañana me despiertan creyendo que eran las cinco, ya que los smartphones asumieron recién el horario de verano que por decreto se había adelantado este año. Afortunadamente nos dimos cuenta a tiempo y pudimos dormir una hora más, antes que el grupo de 24 malayos que subiríamos el Nevado de Chillán, tomáramos desayuno y saliéramos rumbo al camino Shangri La en donde comenzaría la caminata en la penumbra del amanecer. El acercamiento lo hacemos bajo un cielo muy despejado y que nos anunciaba que incluso sería un día caluroso. Caminamos primero en medio de bosques de flora nativa, luego por parajes llenos de residuos volcánicos, grandes rocas y brazos de río que cruzamos una y otra vez mientras avanzábamos hacia el lejano volcán. En el camino, fueron quedando algunos malayos, no obstante lo cual, 17 de nosotros logramos hacer la cumbre tras más de ocho horas de ascenso con un clima muy variable que nos azotaba con viento helado, momentos de neblina en que la visibilidad era de menos de 10 metros y una heladísima cumbre. Por ese frío permanecimos en ella solo hasta que llegara la extraordinaria Eliana, la abuela atómica, una mujer de la tercera edad con la energía de una veinteañera y que nos llena de orgullo.

Comenzamos el descenso con un clima que nos ponía a prueba,  a ratos granizos, plumillas de nieve y abundante lluvia, todo lo cual añadió más pasión a esta aventura. Los riachuelos que cruzamos en la subida ahora llevaban más agua y varios sufrieron caídas caminando en rocas mojadas, pero nada amilanó al grupo mientras descendíamos recogiendo a nuestros amigos que nos esperaron para regresar juntos al refugio.

Volvimos comenzada la noche y nos encontramos con el grupo que había ido al otro destino, el cerro Pirigallo. En realidad, terminaron yendo a unas termas pues al encontrar nieve dura y no teniendo todos el equipamiento adecuado, se tomó la decisión de un plan B, pues en el club el nivel de riesgo se evalúa y se toma la mejor decisión para que todos puedan disfrutar la montaña en forma segura. En cualquier caso, pasaron un día genial con muchas divertidas anécdotas que incluyeron el ingreso de algunos a las termas en ropa interior (lo que causó sensación a algunas féminas del lugar) y hasta un divertido «cara-pálida» en camarines que se inmortalizó en una fotografía.

El espíritu malayo volvió a relucir cuando llegamos al refugio y nos tenían preparado un nuevo asado, que esta noche era especialmente bienvenido dado el enorme desgaste de 13 horas del paseo al Nevado. Me sentí especialmente agradado cuando apareció el maestro Luna con un pincho con lomo asado y una lata de cerveza para darme la bienvenida, nada más reconfortante que el cariño de los malayos.

Esa noche, tras las duchas deliciosamente calientes, nos volvimos a reunir un gran grupo en torno al fogón del quincho para conversar, comer y beber los regalos que habitualmente incluimos en nuestros habituales menús malayos. En esta ocasión, de las mochilas de varios de los presentes, salieron deliciosos tintos de reserva que disfrutamos colectivamente mientras contábamos historias y nos reíamos como siempre del ingenio y la alegría que emana del grupo. Nuestro club tiene una impronta del disfrute, cada momento es una oportunidad de saludar la belleza de vivir.

Esa noche nos divertimos hasta muy tarde, aunque mi cansancio me hizo ir al saco de dormir antes que otros y juro que dormí sin sobresaltos hasta las 8:30 de la mañana. Qué delicia de descanso!!

Esta mañana de lunes, un grupo regresó temprano a Santiasco, otro salió a pasear a la cascada y el resto nos quedamos haciendo un largo y conversado desayuno, al que se incorporaban progresivamente los que iban despertando. Poco después, ordenamos nuestras cosas, limpiamos un poco y de tanto en tanto, seguimos riendo profusamente de todas las graciosas anécdotas acumuladas en estos días.

Para el regreso, decidimos avanzar tanto como fuera posible hasta volver a juntarnos en un restaurante de la carretera en donde almorzaríamos 11 malayos en especial despedida de este increíble paseo. Dejé algunas fotografías para el recuerdo.

Me encantan Los Malayos!!!

Travesía de Granizo a Palmas de Ocoa: una delicia malaya

Este fin de semana tenía la oportunidad de probar que mi mano derecha volvía a la normalidad tras mi desafortunado accidente. La verdad es que no me di cuenta como se acomodó tranquilamente a la maravilla de un paseo malayo. Nos juntamos en Plaza Italia a las 7:30 horas en dos buses,  coordinados por nuestra tremenda malaya Elena Salum. A la hora acostumbrada, 10 minutos de espera, salimos rumbo a la siguiente estación, el punto de encuentro en la Copec después del peaje que marca la salida hacia el norte de Santiasco.

Una vez completa la asistencia, 72 malayos en juego, nos fuimos en linda caravana hacia la entrada de Granizo al Parque La Campana, nuestro destino en este día lluvioso pero lleno de sueños y esperanzados sabores malayos.

Una vez ingresados en el parque, tras los preparativos indispensables que incluyen guantes, protecciones para la lluvia y radios, iniciamos este exquisito paseo. Somos más de 70 malayos iniciando una travesía en este hermoso parque, es verdaderamente una multitud, pero hacemos la pantomima de que somos pocos, porque nos aterra tanta multitud.

Nos organizamos en los básico, quién lidera, quién cierra y comenzamos la aventura bajo la lluvia, sutil pero permanente, nos acompañó todo el viaje. No fue un problema, la nitidez del paisaje, la frescura del aire, la exquisita fragancia del camino fue una consecuencia fantástica del clima que nos acompañó este día.

Estas decenas de malayos pasaron uno a uno por los exquisitos paisajes y húmedos recodos de este camino,  gozando la belleza de palmeras y flora local, para ser parte de esta aventura formadora, en que se aprende a amar la belleza natural, el regalo sin retorno que nos da la naturaleza y que nos convierte profundamente en defensores de este planeta maravilloso que nos otorga belleza por doquier.

Estoy seguro que la gran mayoría de estos malayos, viejos amigos y desconocidos cercanos, han aprendido una nueva lección en este paseo, la maravillosa naturaleza es un regalo y  nos debemos a ella, para cuidarla y mostrarla a los demás. Aquí algunas fotos para disfrutar.

Lindo paseo malayo, queremos muchos más malayos disfrutando comprometidos con nuestra hermosa montaña.

 

Matrimonio malayo : una experiencia inédita

Nunca o casi nunca respondo a las invitaciones a un matrimonio. Nada personal, pero no creo en este constructo artificioso de la sociedad capitalista y católica, eso del ladrillo de la sociedad (versión maniquea de la iglesia católica) siempre me ha resultado un sinónimo de continuidad consumista y funcional de un sistema decadente y en franco y acelerado deterioro.

Salvando todos mis prejuicios y acudiendo a mis cariños por quienes me pidieron participar, hoy rompí las reglas y asistí al matrimonio de dos seres deliciosos, dos malayos que conozco en muchas montañas y que me parecen especialmente adorables.

Temprano el sábado, busqué como podía hacerles un regalo adecuado y de paso elegir como vestir, ya que claramente mis elecciones estarían un poco fuera de foco con relación a las creencias más habituales.

Al final, decidí ser super concreto, escribí una nota con mis verdaderos sentimientos, puse unos billetes  en el mismo sobre como regalo útil y agarrando mi piolet partí a la boda. Llegué temprano, pero para sorpresa mía, ya había bastantes malayos, piolet en mano, esperando a los novios. Debo aclarar que estos novios viven en Polonia y que han venido a Chile solo a cumplir con este rito tempranamente preparado y que me parece especialmente tierno considerando que para Andrea y su familia es especialmente relevante y que para Luis,  es un rito social  para celebrar su amor.

Evidentemente, era imposible que todo el grandioso Club Malayo estuviera presente, ya son más de mil, que va!!. Por eso, estábamos los más viejos y cercanos a esta hermosa pareja que se construyó en muchos ascensos a montañas, en actos de solidaridad como cuando fuimos a Coliumo a trabajar tras el terremoto del 2010 y en tantas aventuras que hemos compartido. Esto explica porqué los malayos trajimos a la ceremonia nuestros  piolets, son un símbolo de lo que nos une y anima.

Debido a mi accidente en julio pasado, hace ya un tiempo que no veía a mis amigos y esta especial reunión fue muy propicia para saludarles y sentirme una vez más en mi entorno. No deja de asombrarme que debido a la enfermedad del padre de Luis, españoles ambos, la familia no podía estar presente y los malayos finalmente oficiamos como la familia del novio. Qué hermoso, ahí estábamos los malayos orgullosos de acompañar a esta pareja preciosa.

Como no acostumbro ir a matrimonios y menos consumarlos, el tiempo se dilató de manera escandalosa y cada minuto duraba horas, sin embargo, todo ocurrió y ahí estaba en una iglesia escuchando el pregón. Debo confesar que el cura resultó muy entretenido, muy inteligente hilvanó sus palabras con inteligencia, no cayó en la estúpida retórica católica y fue simplemente concreto y práctico. Sorprendido salí de esa iglesia, junto a mis compañeros malayos para crear un túnel de piolets con el cual saludamos a nuestra pareja de malayos en su nueva etapa. Todos deseamos que juntos puedan seguir disfrutando la belleza de las montañas, la vida  y los valores que hemos construido al alero de nuestro club.

El siguiente paso fue ir al club de campo en donde se haría la fiesta, en los faldeos de los cerros de La Reina, con una vista increíble (salvo por el maldito smog que opaca todo), nos encontramos nuevamente bebiendo deliciosos aperitivos y mejores appetizers, mientras esperábamos la llegada de los recién casados. Animadas conversaciones y menudas sorpresas también, ya que las chicas malayas vestidas de fiestas se ven más hermosas que en la montaña. Hay que reconocer que hubo bastante producción y que la ropa de montaña normalmente  no resalta la real belleza de estas muchachas.

Este almuerzo estuvo lleno de emociones, desde cuecas bailadas por los novios, pasando por diaporamas y preciosos discursos de familia y amigos, se configuró un rito que parece que habitualmente elijo perdérmelo, sin embargo, esta vez estoy muy contento de haber estado ahí.

Buena suerte Andrea y Luis, les deseamos lo mejor y que esta cordada que han creado y jurado para toda la vida, los lleve por muchas montañas y aventuras siempre bajo los principios y valores que todos los malayos compartimos.

Travesía Provincia – El Manzano : maravillosa aventura

Pasé muchos días esperando que el calendario me regalara esos tres días inhábiles que requería esta hermosa travesía por los cerros de la Cordillera Central y que me llevaría desde el cerro Provincia en la comuna de Las Condes hasta la zona de El Manzano en el Cajón del Maipo.

Organizado por un notable malayo, Gustavo, hubo muchos que se sintieron llamados a esta aventura, pero la cordura y un buen sentido de la seguridad permitió que el grupo fuera conformado por solo 23 entusiastas aventureros.

El día inicial y a la hora señalada, junto a mi gran amigo René y su nieto Nacho, llegamos al punto de encuentro en la entrada de San Carlos de Apoquindo. Equipados con todo el sobrepeso que nuestras espaldas pueden soportar (siempre es más de lo que recomiendan las reglas empíricas), poco a poco llegaron casi todos los malayos convocados.

Claramente esta aventura se constituiría en una de las travesías más numerosas que hemos realizado con los malayos y aunque a poco andar, mientras subíamos el cerro Provincia, se produjo un abandono por fatiga (hay que reconocer que no es fácil subir este cerro con carga), lo concreto que quienes continuarían lo harían hasta el final.

Cuando llegamos a Cancha Carrera, el frío comenzó a sentirse muy fuerte, estaba cayendo plumillas de nieve y la temperatura ambiente claramente había descendido mucho. El buen ánimo y sobretodo las ganas, nos llevaron a continuar el ascenso pues, a pesar de todo, estaba calculado que a todo evento llegaríamos con luz de día a la cumbre para hacer nuestro primer campamento.

Un frío intenso nos recibió en la cumbre y además de nuestro grupo, una interesante cantidad de otros excursionistas estaban en el lugar. Armamos campamento y comenzamos la rutina de hacer agua de la nieve para equiparnos para la siguiente jornada y para cocinar nuestra primera cena de la travesía. Con mi cordada, Pussy, preparé un rico puré al merkén con unas vienesas de pavo que saboreamos hasta el final, hambrientos y con mucho frío.

Muy temprano, ya estábamos arropados al interior de la carpa y nos dimos a la tarea de intentar dormir lo mejor posible tras la agotadora jornada. La vista desde la cumbre de Santiasco iluminado es formidable, dan ganas de estar siempre mirando desde esa altura y con la sensación extraordinaria de libertad que nos regala la montaña.

Temprano por la mañana, demasiado para mi gusto y con bastante frío (varios grados bajo cero), desayunamos de manera cómoda pues tuve la precaución de guardar agua caliente en mi termo y que se mantuvo muy bien durante toda la noche. Habiendo consumido una gran cantidad de calorías (ricas por cierto), nos dispusimos a desarmar campamento para iniciar la segunda jornada de nuestro viaje.

Dejamos el cerro Provincia y nos dirigimos al Morro El Tambor, un sendero muy claro y que sigue el curso de los filos de las montañas del sector. Varias horas de caminata con algunos descansos para incluir alimentos en nuestros cuerpos hasta llegar a las cercanías del desafiante San Ramón. Este cerro presenta una permanente ventolera de aire frío que a veces puede ser insoportable. Dejamos las mochilas y abrigados adecuadamente, nos fuimos por su cumbre.

Una vista excepcional, a pesar del viento implacable, nos permitió tomar muy lindas fotos de nuestro grupo. Me produce mucha alegría ser parte de un equipo tan espontáneo, buena onda y especialmente sano, lo cual se nota permanentemente en detalles deliciosos. Nadie discute los liderazgos, son naturales, todos en forma instantánea están dispuestos a ayudar a los demás, todos cooperan en mantener la armonía y alegría del grupo. En verdad, es demasiado grato, disfrutar la naturaleza en tan buena compañía.

Regresamos por nuestras mochilas y bajamos en dirección a Los Azules, buscando un lugar en donde cerrar nuestra segunda jornada con un campamento en donde recuperar energías y descansar. El lugar elegido, considerando cuanta luz de día quedaba y el cansancio del grupo, no fue el mejor pues el viento era implacable. Sin embargo, la buena onda primó y con maña fuimos capaces de armar las carpas a pesar del viento y mejor aún, hasta pudimos cocinar en condiciones absolutamente adversas. Esta noche, con mi cordada nos hicimos unos fideos caracoles con crema y atún, los cuales engullimos escondidos del viento en la carpa.

La segunda noche fue algo tortuosa, pues el viento nos azotó incesantemente, al punto que gran parte del tiempo el techo de la carpa nos golpeaba las caras. Evidentemente, fue difícil dormir en forma continua, pero igual descansamos lo suficiente como para retomar la travesía con muy buen ánimo.

Considerando el viento, decidimos que desayunar merecía un mejor lugar, así es que iniciamos tempranamente el descenso hacia la casa de un arriero, en donde sabíamos que encontraríamos agua y unas mesas en donde darnos un festejo.

En efecto, tras unas pocas horas, llegamos primero a un refugio abandonado (que ganas nos dieron de reconstruirlo en nombre de Los Malayos) y luego llegamos a la casa buscada en donde nos dimos maña para un banquete malayo de epopeya. Es divertido observar como de las mochilas salían delicias, jamón serrano, huevos, quesos, paltas y cuanta exquisitez se puedan imaginar. Ahí tomé contacto, una vez más, con el espíritu del grupo, había que pasarlo bien y todos dieron lo mejor para que eso fuera posible.

Desconozco como fuimos capaces de seguir la travesía después de comer tanto. Pues bien, continuamos la ruta, descendiendo e iniciando el cruce repetido del río, haciendo equilibrio en las rocas, improvisados puentes que todos salvamos sin complicaciones mayores. Perdí la cuenta de cuantos cruces de río realizamos, pero todos y cada uno de los integrantes del grupo lo conseguimos.

Hacia el final de la travesía, el bendito regalo de las empanadas y cervezas, que nos esperaban a la salida de El Manzano. Allí, previo aviso, nos tenían una provisión asombrosa de empanadas de pino, también de queso, para saciar toda el hambre acumulada. Un final de antología para una travesía maravillosa.

Unas fotos del recuerdo, para mis queridos malayos.

Cerro La Campana : un paseo filete

Esperaba con ansias la oportunidad de subir este hermoso cerro de la cordillera de la costa y que en tantas ocasiones he disfrutado con mis amigos del Club Malayo. Había que esperar las condiciones climáticas adecuadas y el cosmos jugó de nuestro lado, pues el día del ascenso fue perfecto.

A la hora acordada, llegué a mi punto de encuentro con quien viajaría hacia Tiltil, mi amigo René, quien ya venía acompañado con un miembro de su club de Toby. De ahí, rápidamente nos fuimos a buscar a una hija y una nieta, ambas llenas de entusiasmo por este lindo paseo.

En una estación de servicio de la carretera al norte, nos encontramos con el resto de los malayos, más de 40 madrugadores dispuestos a pasarlo bien. Tras la habitual espera de 10 minutos (no más), partimos en caravana hacia nuestro destino, el Parque Nacional La Campana.

Nos registramos en la portería, pagamos la entrada y al poco tiempo, ya estábamos caminando. Un sendero muy claro, que cruza un lindo bosque y poco a poco se interna en la espesura vegetal, que tanto nos gusta. Un día maravilloso, completamente veraniego, nos acompañó durante todo el trayecto. Contrario a lo que nos pasa en la mayoría de los paseos, hoy había mucha gente realizando el mismo ascenso al cerro, algo que me alegra mucho especialmente al comprobar que la mayoría es gente muy joven.

Paramos, tras un par de horas, en la zona de la mina de zinc para descansar y disfrutar de la sombra. Aquí divisamos un amistoso zorro de pequeño tamaño. Un animalito muy curioso y lamentablemente ya muy domesticado, pues descubrimos que lo que buscaba era que le diéramos comida.

El camino a continuación cambia drásticamente de pendiente y comienza a ponerse un poco pesado. De hecho, luego de cruzar otro lindo bosque enfrentamos la zona de rocas y acarreo, que desgasta harto el cuerpo, lo que no quita encanto a la excursión. Algo más de tres horas me costó llegar a la cumbre, en donde ya estaban unos 4  malayos, definitivamente veloces e invencibles.

Poco a poco llegaron gran parte de los que partimos horas atrás pues algunos decidieron quedarse en el camino. En todo caso, la instrucción fue muy clara, a cierta hora independientemente en donde estuviéramos debíamos iniciar el descenso.

Tras nuestra deliciosa costumbre de celebrar la cumbre con un banquete malayo, en donde todos compartimos exquisiteces de todo tipo, disfrutar del paisaje que nos permitía ver hacia la Cordillera de Los Andes al grandioso Aconcagua y mirando hacia la costa ver por primera vez (siempre nos había tocado muy nublado en los paseos anteriores) la playa de Concón y la bahía de Valparaíso. Un espectáculo grandioso!!!

En esta ocasión tomé el rol de cerrar al grupo, de manera de asegurar que todos llegáramos de vuelta. De esta forma, debí bajar bastante lento, lo que me permitió tomar fotografías que les comparto.

Una vez embarcados de regreso, cumplimos el rito de pasar a comer empanadas y hacer algunas ricas compras, especialmente esas maravillosas aceitunas, tortillas y quesos, que encontramos en una picada ya tradicional.

Que lindo paseo, filete de punta a cabo.

Horcón de Piedra : gran aventura

Visitar esta zona cercana a la Laguna de Aculeo y hacer trekking por casi 12 horas fue un desafío que 45 malayos aceptaron. Siempre me pregunto si algún día se agotará la energía de mi querido club pues a todos los desafíos llega una multitud de entusiastas y buenas personas.

Un despertar muy de amanecida, pues debía estar en mi punto de encuentro a las 6:35 horas. Puntualmente apareció un nuevo malayo y una vieja amistad al mismo tiempo, de hecho nos conocemos del tie,mpo en que trabajábamos en nuestras tesis en la universidad. Cómo pasan los años y podemos reencontrarnos en algo tan disfrutable como un paseo malayo!!.

Llegamos al punto de encuentro general en la carretera y de ahí nos dirigimos hacia Altos de Cantillana, una reserva natural privada, algo novedoso para nuestras habituales salidas.  La fundación a cargo, posee 10 mil hectáreas de esta zona mediterránea con gran biodiversidad y hermosos paisajes.

Bien planificado como siempre por el gran David, tendríamos un paseo en dos etapas, de manera que de acuerdo al estado físico e interés de los participantes se podría llegar hasta las Pozas de Las Canchas, un lugar delicioso para descansar e incluso darse un baño en aguas cristalinas y el resto poder seguir hasta la cumbre del Horcón de Piedra.

Fue una jornada agotadora para quienes seguimos hacia la cumbre, ya que dejando la zona de Las Canchas, el camino se pone muy pesado y son hartos kilometros de subida. No obstante ello, 20 malayos alcanzamos la cumbre y disfrutamos el menú malayo, el rito gozoso de compartir un rico almuerzo en la cumbre.

Luego de un breve descando iniciamos el regreso, lo que normalmente se siente demasiado extenso, demasiado. Sin embargo, la sonrisa y el estado de felicidad no se amilana a pesar del cansancio evidente de todos nosotros.

Lindo paseo y hermoso lugar. Dejo fotos para el recuerdo.

Disfrutando febrero en Santiasco

El día comenzó muy temprano, pues había paseo a la montaña con mis amigos malayos. A las 6:30 horas preparé la mochila con lo necesario, cargué mi cámara fotográfica y estuve justo a tiempo para tomar el radiotaxi que coordiné la noche anterior y que me conduciría al punto de encuentro con el club en el kilómetro cero de farellones.

Veinte y tres malayos acudimos a la cita y fieles a nuestras reglas, esperamos 10 minutos y salimos rumbo a nuestro destino, el cerro Canoitas. Este es un paseo de montaña de baja dificultad y por ello imagino que tuvimos la presencia de varios malayos en su primera salida.

Canoitas es mucho más agradable cuando esta nevado, ya que en verano el calor se hace sentir. No obstante ello, con el habitual entusiasmo y buena onda, fuimos avanzando por los distintos y hermosos paisajes de esta zona. En esta ocasión yo asumí la función de cerrar la columna, es decir, asegurar que todos los malayos avanzaran y no se extraviaran en el ascenso. Este rol no siempre es bienvenido, ya que implica caminar al ritmo del más lento y a practicar tus mejores dotes de coaching, para entusiasmar a los cansados o más lentos a seguir adelante.

A pesar de mi esfuerzo, a la hora de camino, una chica no dió más de agotamiento, unos nuevos remedios que había comenzado a usar, le juegan una mala pasada y la tuve que ubicar en un lugar de buena visibilidad y con acceso a sombra, con la instrucción de esperar nuestro retorno. Marqué su posición en el gps y seguimos con resto del grupo. tras otra hora y fracción, una pareja muy jovencita, también deciden quedarse hasta ahí y esperar nuestro regreso. Pues bien, otra marca en el gps y seguimos hacia la cumbre.

Instalados ya en nuestro destino, nos dedicamos a nuestro mejor rito, esto es, disfrutar el menú malayo. Por tratarse de un paseo corto y con la posibilidad de regresar a buena hora para almorzar en familia, el despliegue de delicias fue mucho menor que en otras ocasiones, pero con la misma generosidad y buen gusto. De hecho, entre otras cosas, accedí a un exquisito sandwich de carne mechada y tomate en pan ciabatta, un notable ejemplo gourmet.

Tras la consabida fotografía de cumbre, pasé el gps a quien iría en punta para que recogieramos a los malayos que dejamos en el camino e iniciamos el regreso. Una bajada muy rápida para llegar al estacionamiento con los 23 malayos contentos de haber disfrutado un día de montaña. Aquí unas fotos del paseo.

De regreso en casa, tras una deliciosa ducha y cerca de las 16:30 horas, decidí salir a buscar un buen restoran para ese tardío almuerzo. Son pocos los lugares que mantienen la cocina abierta a esa hora, por lo que me fui a la segura hacia el Sacsayhuaman, un lugar de sabrosa comida peruana.

Solo quedaba un par de comensales en etapa de sobremesa, así es que me apresuré a ordenar. Partí con un pisco sour peruano para disfrutar un ceviche tropical, corvina trozada, pulpo, calamares y camarones con frutillas, piña y  mango, cebolla morada y unos toques de albahaca. Exquisito y enorme plato.

Para los fondos, me atreví con una corvina con una crema de alcachofas, salteado de champiñones flameados y dos enormes papas duquesa. Agregué de la exigua carta de vinos, una botella de carmenere Casillero del Diablo, que estuvo bastante bien. Un almuerzo tremendo, ricos sabores y muy buena terraza para almorzar.

Regresé a casa justo a tiempo para encontrarme con un pintor amigo, Hijo Ra, un talentoso artista y como muchos, tratando de sobrevivir de su arte. Me llevaba unas pinturas de su nueva serie y algunas anteriores, con lo cual además de una larga y maravillosa conversación sobre arte, poesía, filosofía, crecimiento personal y un largo etcétera, fui eligiendo varias piezas que me maravillaron y que gustoso le compré. Así nos ayudamos mutuamente y pasamos unas gratas horas juntos. ¿cuando habrá en nuestro país más opciones para gente tan talentosa?

Más tarde, aproveché de ver una película y finalmente me quedé dormido con tantos disfrutes.

Volcanes en Atacama: una experiencia increíble

Como es habitual, planifiqué una experiencia total  para octubre, un mes especial para cumplir los objetivos del año. Con mi gran amigo polaco Zdzislaw nos propusimos ascender volcanes de Atacama por unos cuantos días de vacaciones y comenzamos con meses de anticipación definiendo objetivos y condiciones para cumplir nuestros malayos sueños de cumbres.

Embarcados en un vuelo de LAN, llegamos  a Calama y luego nos trasladamos a San Pedro de Atacama a un Hostal (Casa Adobe) que sería nuestro centro de operaciones. Si bien habiamos planificado el viaje para dos, un afortunado evento nos haría parte de una expedición con una compañía de primera, Krzysztof Wielicki y su compañera (Cathy) serían parte de nuestra aventura (Krzystof  Wielicki vino invitado al programa del festival de montaña BANFF 2010).

Wielicki es una leyenda del montañismo, desde el año 1980 este polaco ha subido en solitario y en invierno las cumbres de los 14 ochomiles del mundo. Un honor mayúsculo que casi nos daba susto y que bien merecería un título de doctor honoris causa del Club Malayos para Krzys.

El primer ejercicio fue el ascenso del volcán Lascar, una experiencia fallida ya que literalmente nos enterramos en la arena con una camioneta que no era 4×4 (aprendizaje: jamás arrendar algo distinto a un 4×4). La señalización  claramente era equívoca y nos internamos en un banco de arenas que nos dejó varados a 4 mil metros.

En definitiva, tuvimos que acampar a 4.100 msnm para finalmente en el frío de la noche admirar la belleza  de un cielo maravilloso. Cocinamos y bebimos un rico vodka con coca cola para pasar el frío e irnos a dormir.

A las 2:30 AM, Wielicki y señora decidieron que era una buena opción para subir el Lascar y nos invitaron al desafío. Pero sabíamos que el desnivel era muy grande y el frío terrible. Tras unas horas ellos volvieron al improvisado campamento y nosotros nos sentimos menos miserables por no haber ido.

Desayunamos abundantemente y aclaramos que la única opción era caminar hacia el pueblo de Talambre en donde quizás podríamos conseguir una camioneta para poder remolcar la nuestra. Efectivamente, por un precio algo excesivo conseguimos una camioneta 4×4, pala y tablas para poder sacar nuestro transporte de la arena. En el intertanto, decidí visitar la quebrada de Talambre, a unos 7 kms de distancia. Con bastante esfuerzo (caminando bajo el implacable sol)  logré alcanzar a un grupo de investigación universitario que me antecedía (un artículo que aparecerá en el perjurio), ellos con preocupaciones científicas y movilizándose en camioneta   y yo solo disfrutando a pié). En definitiva,  pude ver hermosas representaciones de los animales de caza de la época,  muchos vestigios de vida y cultura, Varios kilometros de vivencias, unas increíbles muestras de esos pueblos originarios. Dejé registro fotográfico de esto.

Rescatada nuestra camioneta, volvimos a San Pedro y nos propusimos alcanzar nuestra meta al próximo día.  Efectivamente a las 4 AM partimos los cuatro  hacia el volcán Lascar, casi tres horas de acercamiento hasta la base de esta linda montaña y luego a caminar.   El olor a azufre de las abundantes emanaciones del volcán no fueron impedimento para nuestro periplo, aunque el frío derivado del persistente viento nos obligó a abrigarnos con todo lo que llevábamos. En esta ascención nos dimos cuenta que hay estilos diferenciadores. Wielicki y señora, dejaron todo su equipaje en el cráter y enfrentaron la cumbre sin nada, mientras nosotros seguimos apegados a nuestras mochilas. Ellos llegaron a la cumbre y bajaron de inmediato, una fórmula distinta a los malayos, ya que para nosotros cada cumbre es fuente de disfrutes compartidos, un gran evento malayo.

Volvimos a San Pedro de Atacama, para preparar nuestra siguiente aventura. el ascenso al Sairekabur, un lindo cerro de casi 6 mil metros (en la literatura va de 5970 a 6040 msnm), que más allá de toda consideración nos desafiaba de todas maneras. Para esta ocasión, nos acompañaría solamente  Cathy, compañera de Krzysztof, ya que él predijo que no iría porque debía asegurar su presentación de ese día en Banff, una verdadera admonición como veremos.

El ascenso al Sairekabur fue muy dificultoso por su compleja aproximación de rocas y el viento persistente que nos llevó a temperaturas bajo los 20 grados bajo cero. Una vez alcanzada la cumbre, regresamos a la camioneta que nos esperaba a 5.600 msnm y que como Wielicki intuyó nunca partió.

Tras varias horas de espera,  un amigo de nuestro guía llegó al rescate (con las piernas congeladas) y con ideas absurdas como empujar la camioneta hasta donde había quedado su vehículo (a más de 40 minutos caminando en bajada). En concreto, después de empujar la camioneta por más de 5 km, llegamos a la conclusión que lo único razonable era abandonarla y llegar lo antes posible al vehículo habilitado para bajar de la montaña antes de congelarnos.

Si bien salvamos de buena forma, bajando de la montaña apilados 8 personas en una cabina para 4, es destacable que el buen humor y la buena onda hicieron posible este regreso.

Krzysztof estaba endemoniadamente molesto cuando regresamos, después de todo su mujer estaba desaparecida por muchas horas (todo el día). En fin, llegamos a San Pedro, con la musculatura  adormecida y el alma reconfortada.

Para rematar las últimas horas de estas vacaciones decidimos que a pesar que no podríamos subir el volcán Licancabur, el sueño de mi polaco partner, iríamos a ver el entorno (los imprevistos lamentablemente nos robaron dos días). Así que muy temprano pasamos a Bolivia, a la reserva nacional Eduardo Avaroa con nuestro fotográfico objetivo.

Apenas instalados en el refugio, salimos a pasear. Caminamos por el borde de la laguna blanca, disfrutando la belleza del altiplano y del vuelo esquivo de las aves, para ir aproximándonos a la laguna verde, en sus dos verdes sabores encantando el maravilloso entorno de cerros y perfiles montañosos. Cada pisada crugiente en ese salar fue  un impulso neuronal en mi mente, belleza y silencio que se agradece.

Al regreso en el  refugio, cocinamos una deliciosa cena a la que Don Macario, el gran señor del Licancabur, se sumó gustoso. Terminada la cena, salimos al frío para disfrutar el espectáculo de millones de estrellas en un cielo perfecto, una belleza ininterrumpida por nada, silencio y oscuridad total, maravilloso!!!!!

Al siguiente día iniciamos el regreso con el regocijo marcado en nuestro cuerpo y mente. Unas vacaciones excepcionales!!!!!!