Menú Malayo en Argentina : Paso Piuquenes

Un paseo que nuestro Club Malayo hacía por primera vez, convocó a 21 entusiastas excursionistas. Siendo las 6 de la mañana del domingo (cierto, dije DOMINGO), me levanté a preparar una mochila con lo necesario para un trekking de día completo en el maravilloso Cajón del Maipo.

Puntualmente el gran David pasa por mí y Janito para viajar raudos hacia el punto de encuentro en una estación de servicio en Av. La Florida. En nuestros habituales 10 minutos de espera tope, se congregaron queridos compañeros y algunos recientes integrantes del Club. Nos cambiamos a vehículos 4×4 y viajamos por más de dos horas hacia el sector de las Termas del Plomo.

Un viaje polvoriento pero con paisajes de ensueño, especialmente cuando bordeamos el precioso Embalse El Yeso, un remanso acuático de paz, belleza y pesca (sorprendente la cantidad de solitarios pescadores de altura). Tras el Embalse, nos fuimos adentrando por caminos de una vía (y muy angosta), hoyos y más hoyos, para finalmente ir acercándonos al Río Yeso y la enorme extensión de piedras de lecho de río que muchos usan para probar sus habilidades abordo de un 4×4. Algo no tan trivial pues apenas estacionados llegó un carabinero de montaña (la tenida era muy interesante) a pedirnos ayuda pues había un vehículo volcado.

A estas alturas ya habíamos bajado a 19 los asistentes, pues dos malayas (una alemana y otra francesa) fueron forzadas a regresar en el retén de San Gabriel por no portar documentos (de lo cual nos enteramos bastante después).

El primer desafío que nos costó la reducción en cuatro malayos más, fue el cruce del río. Hay que reconocer que nos falló la preparación, no portábamos cuerdas, las que son indispensables para vadear un río torrentoso con adecuada seguridad. Con maña y temeridad, cruzamos 15 malayos para continuar el periplo hacia el pórtico Piuquenes. Los malayos disidentes decidieron disfrutar las Termas del Plomo.

Un sol abrasador y un acarreo interminable, pero de entusiasmo y capacidad estamos plenos, así que cada uno a su ritmo, desfilamos por un bello territorio con flores silvestres, cactus de altura, miles de restos marinos fósiles, piedras y más piedras y en las alturas, un cóndor vigilante.

Tras cuatro horas de ascenso, llegamos al hito demarcador de la frontera en el portezuelo, en donde una pequeña estructura de acero con una placa nos mostraba lado chileno y lado argentino. Estabamos a más de 4.000 metros en la frontera chileno-argentina. Nada que envidiar a Chile tiene los argentinos, las montañas de su lado son magníficas.

A medida que fuimos llegando, se fue armando nuestro festín. Habíamos desayunado en Santiasco y ahora teníamos menú malayo en Argentina. Aceitunas rellenas de anchoas y otro relleno, uvas, huevos, sandwiches varios, pomelos, naranjas chocolates y el sagrado café, dieron condimento a nuestro hartazgo malayo mientras un viento aterrador nos mostraba que estábamos en un restaurant de altura y además en país ajeno. Exquisita sensación.

El retorno, bastante veloz gracias a los acarreos, nos concentró nuevamente enfrentados al poderoso río Yeso, que esta vez traía mucho más caudal (sépanlo, no es en vano un día de sol en las nevadas cumbres). Con fuerza y estilo sumado a cierta vocación de aventura desmedida, logramos cruzar a salvo y mojados hasta el cuello, llegar de regreso a los vehículos.

Uffff, que gran paseo!!. Mejor preparados lograría máxima puntuación.

Baños de Colina : delicias de primavera

Un fin de semana en la montaña claramente era un krrt de lo mejor y se cumplió a cabalidad. La cita fue a las 8 de la mañana en Plaza Italia, para abordar un bus que nos llevaría a los 16 entusiastas excursionistas que huíamos de Santiasco para disfrutar de la montaña.

En el camino se nos unió un trío más y tras un largo camino hacia el Cajón del Maipo, nos encontramos en Lo Valdés, último tramo en que era posible circular con motores. Allí, cargamos las pesadas mochilas (esta vez con lo suficiente para acampar y pasar el fin de semana en la montaña) y tras los acuerdos básicos de comunicación, nos lanzamos a la aventura.

Cuatro horas de caminata por un camino muy accidentado, cortado por avalanchas de rocas y sobretodo por la gran cantidad de nieve, hicieron las delicias al esfuerzo y pusieron a prueba el estado físico de los convidados a este disfrute.

Los primeros que llegamos a las Termas nos enfrentamos al dilema de conseguir un precio aceptable para hacer uso de la montaña. ¿Cómo es posible que Chile haya privatizado la montaña? Es una verguenza.

Tras llegar a un acuerdo, esperamos la llegada de todo el grupo y nos fuimos a ubicar a una explanada cerca de las pozas termales y armamos campamento.

Siendo media tarde, parecía del todo adecuado irnos a disfrutar las pozas de agua termal y no nos hicimos de rogar. Estuvimos horas probando las diversas temperaturas de las aguas maravillosamente cálidas que la montaña nos regalaba hasta que la nevazón se hizo presente. Impactante espectáculo, mientras estabamos sumergidos a una temperatura bastante alta, nevaba sobre nuestras caras. Impresionante!!

Poco a poco fuimos saliendo de las pozas y volviendo al campamento, en donde con bastante esfuerzo comenzamos a armar una fogata. Hacía frío, pero las ganas de pasarlo bien eran mayores, así que conseguimos armar un asado de campeonato, con presas de pollo y longanizas para deleite de todos. Tras la nutrida cena, nos fuimos a refugiar en nuestras carpas, ya que la nevazón estaba dejando todo blanco, muy blanco.

Una noche fría y silenciosa, que casi a las 7 de la madrugada, se llenó de lindos sonidos de los pájaros que reclamaban alimento (estas aves de montaña saben reclamar alimentos de los visitantes). Cuando salí de mi carpa, hacía un frío de miedo y aunque me afané por calentar agua para un café, no lo conseguí tan pronto. Cerca de las 8 de la madrugada la vida bullía en el campamento y tomamos un gran desayuno compartido.

Tras el desayuno, solo quedaba disfrutar el hermoso día de sol, completamente despejado, solo había que sumergirse en las aguas termales y descansar. Así estuvimos hasta cerca del mediodía, momento en el cual decidimos que era menester prepararnos para el regreso. Deshicimos el campamento, fuimos a cargar agua y caminamos de regreso. En ese trance nos encontramos con el contingente de Los Malayos que venía por el día a visitar el lugar. Muchos abrazos y queridos amigos, hicieron del regreso un conjunto de pausas deliciosas.

Durante el regreso, fuimos disfrutando poco a poco, los alimentos gourmet propios del menú malayo, de tal manera de hacer disfrutable todo el periplo.

Gran paseo, lindas amistades!!!

Cerro El Roble : un paseo filete

Siendo aún un periodo invernal, hay cerros que son mucho más bellos con la nieve y los colores del invierno. Este cerro de la quinta región es un caso especial de estudio.

Más de treinta malayos se hacen presentes para este paseo. Combinando esfuerzos con el Club de Montaña de BancoEstado, viajamos en un bus hacia este delicioso destino. Tras los prolegómenos habituales, bloqueador solar, ajuste de cargas y demases, nos enfrentamos a un camino con mucha nieve y aire delicioso para respirar.

Este paseo incluye malayos asiduos, además de niños y mascotas diversas. Es muy divertido constatar que hay pocos lugares y actividades en las cuales haya tanta diversidad y buena convivencia. Son varias horas de ascenso en un paisaje maravilloso de bosques de robles, nieves y sobretodo de esa sensación de ser testigos exclusivos de una maravilla natural que resplandece ante nuestos ojos.

Usamos el camino de automóviles para transitar, aunque salvo por un par de excepciones, solo estamos los caminantes disfrutando el silencio la belleza del lugar.

En la medida que van llegando a la cumbre, se va generando el ambiente ideal para el apetitoso banquete malayo. Las ganas de compartir nuestras meriendas y hacer de ese momento algo especial, algo único, gana 100% el escenario. Frutas, cereales, exquisiteces gourmet, un rico té con especias, chocolates y café preparado para la ocasión, hacen un espectáculo de sabores y delicias que nos obligan a repetir una y otra vez estos paseos malayos.

Tras el descenso, pasamos a comer unas ricas empanadas, comprar buenas aceitunas y tortillas en Til-Til, ritos que nos anclan a las delicias de una buena excursión.

Hasta el próximo paseo!!!

La Piedra de Don Tito : lindo paseo

Este domingo inicial de agosto, comenzó temprano. A las 7:00 de la madrugada nos conectamos con el gran David para el transporte hacia el kilometro cero de farellones.

Puntualmente, a las 7 de la madrugada fui abducido por el teletransporte de mi amigo David para llevarme al deseado paseo malayo. Allí esperaban, ansiosos, varios malayos puntuales y disciplinados, pues saben que 10 minutos es la holgura de espera en cada excursión.

En total, 21 malayos para la aventura de este día. La verdad que todo se venía maravilloso, tras una lluvia en Santiasco, amenazaba un día de sol primaveral.

Salimos presurosos hacia el estacionamiento improvisado, frente al letrero «Prohibido pasar, Recinto Privado». Muy «mula» pues era evidente que por ahí pasaban legiones. ¿a quién compró el cerro el primero que llegó?

Un ascenso regulado por primera vez, pues nuestro gran maestro técnico, Marcos, tomó nota de quienes eramos los malayos presentes en el paseo.

Fue una caminata intensa, primero arbustos, luego mucho barro, hasta llegar a una enorme meseta en donde hicimos un primer descanso. Ocasión propicia para ponernos polainas, ya que de ahí en adelante solo tendríamos nieve.

Fue una odisea disfrutable, caminar hundiendo las piernas hasta las rodillas en la nieve. Un despliegue de energías intenso y hasta jocoso por un tiempo, al ver a la perrita Luna luchar por pasar de un hoyo a otro en su afán de ir por el mismo sendero que abríamos en la profunda nieve. Al fin y al cabo, la perrita es muy pequeña pero maravillosa en su esfuerzo. Tras un buen trecho, me dediqué a aliviarle un poco la tarea y me afané en crearle un verdadero tunel para que su esfuerzo pudiera dosificarse. Mi esfuerzo, finalmente fue en vano, ya que posteriormente supe que un alma piadosa puso a Luna en su mochila y la llevó cargándola a nuestro destino.

En la distancia, la famosa Piedra de Don Tito era una piedrita disminuta, sin embargo, cuando llegué hasta ella, pude comprobar que era una monstruosa mole de roca que creaba un refugio natural para un ejército. Impresionante!!!

Tras reunirnos todos en este bello refugio, comenzamos a disfrutar lo mejor de cada viaje, el menú malayo. Tuvimos aceitunas negras de TilTil, aceitunas rellenas con pimentón y también rellenas con jalapeños, descarozados de damascos, bolitas de chocolates, cereales en diversos formatos, galletas, frutas, los habituales huevos duros y por supuesto el delicioso café de David con la ración de turrón correspondiente. Ohhh, y pensar que volveríamos a la ciudad a almorzar!

Absolutamente poseído por su rol de gerente técnico de la travesía, Marcos realiza la cuenta de los malayos y descubre horrorizado que desde que salimos de Farellones, se ha producido un fenómeno de reproducción o clonaje pues estamos seguros que no hay infiltrados ni han transcurrido 9 meses ni nada parecido. Consternado pasa lista y efectivamente están todos y aún así hay uno de más. Asombrados, le sugerímos verificar si él estaba en la lista. Milagro!!!, ahí apareció el malayo supernumerario. Jajajaja, bien Marcos fue una situación muy graciosa.

El descenso estuvo marcado por el jolgorio. Los que ibamos primero, nos dejamos llevar por la competencia de Ricky y Andrea, la lucha de los géneros y ……, perdimos la huella. Avergonzados, tuvimos que esperar a nuestro guía Marcos para que encontrara nuevamente el camino y así regresar sanos y salvos al punto de partida.

Fue un paseo delicioso y sobretodo muy alegre.

Aproximación a Piuquencillo : lindo paseo

Muy temprano de domingo se inicia un paseo hacia un cerro inalcanzable, son dos días de travesía normalmente, pero queriamos llegar al menos hasta la base. Meta que suponíamos realizable.

Viaje raudo desde Providencia hasta la estación de servicio copec a medio camino hacia el Cajón del Maipo. Un punto de reunión típico de Los Malayos, cuando vamos a este cordón de cerros.

Pues bien, a las 8:10, es decir a los 10 minutos que definen el timeout de espera en cada paseo, nos ordenamos en los vehículos más apropiados (el resto nos esperaría lindamente estacionados) y partimos al paseo dominical. Me encanta el respeto por el tiempo de todos, la puntualidad es un bien superior.

A esa hora pocos vehículos se dirigían hacia Lagunillas, precioso balneario de invierno, fuimos los primeros en estacionar en la explanada. Tras los embetunamientos de protector solar y postura de polainas (hay demasiada nieve), partimos hacia nuestro deseado destino.

Una caminata intensa, sobretodo al principio, lo cual se vió más complicado con el espeso e indeseado barro, resultado de una nevazón derretida por el lindo sol de este día.

Gran travesía, extensa y hasta pude medir mis 3.853 calorías gastadas en el esfuerzo. Considerando que solo llegamos hasta las cercanías de la base del cerro Piuquencillo, a una loma majestuosa; no obstante sus rocas no fueron suficientes para protegernos de la ventisca fría que congelaba el alma. Fue divertido y al mismo tiempo sufrido disfrutar el menú malayo con mitones de nieve en las manos (que fríooooo!!!). Quedamos manchados de todo, especialmente del café maravilloso del maestro David. Sin embargo, nada impidió que pudieramos comer y beber rico, aparecieron unos choritos que se sirvieron con mayonesa, frutas, cereales varios, huevos duros (infaltables), turrón, chocolates, te con manzana y canela, etc.

Los Malayos sabemos pasarla bien!!!

Montaña por fin!!!

Por diversas razones no había podido ir a mis ansiados paseos a la montaña.

A las 6:30 de la madrugada del domingo mis tres despertadores se sincronizaron para invitarme a despertar y hacer realidad el paseo que añoraba.

A las 7:30 en punto apareció mi gran partner David para llevarme desde bilbao con tobalaba hacia el punto de encuentro de los malayos. El kilometro cero de farellones. Hoy un tanto revolucionado por la cantidad de individuos estresados que siguen su vida de bocinazos e improperios, buscando ganarle a alguien y solo van a la nieve (que enfermos!!)

Casi veinte malayos llegaron al encuentro y tras 10 minutos de espera ( es la regla) nos pusimos en marcha hacia el punto de partida del trekking programado.

Fue una marcha deliciosa de cerca de veinte malayos (un par de nuevas integrantes) que nos llevó por los senderos de esta conocida ruta hacia el Alto del Naranjo (el quillay lleno de cáscaras de naranjas a medio camino del Provincia).

Nuestro objetivo era el mirador que se encuentra 20 minutos después de pasar por el Alto del Naranjo, un buen lugar para desarrollar nuestro principal rito, el banquete malayo..

Esta vez, fue una mezcla compleja. Partimos con galletas integrales, a las que añadí aceitunas rellenas de atún, aparecieron granos diversos, luego puse a disfrutar un chorizo español casero pronto apareció un chocolate caliente, intermediamos con una mezcla de pistachos, pasas y maní, hasta que apareció el maravilloso café y turrón que David nos brinda. Cerramos con fotos y unas naranjas deliciosas.

Las fotos de Santiasco desde la altura fueron increíbles, de verdad que es dificil que la ciudad aparezca en fotos. Gran día!!!

La bajada fue vertiginosa, digna de un campeonato. Igual delicioso paseo.

Cerro Conchalí : paisajes y entrenamiento físico

Este domingo volví a mis andanzas de madrugada. Un trekking malayo a un cordón montañoso nuevo, en La Dehesa. Se trata de tres cerros de larga aproximación y donde el primero de ellos es el que visitaríamos en esta oportunidad.

A las 7:30 horas en punto en el lugar de encuentro y un rápido periplo hacia el final de la calle La Dehesa. Nos juntamos más de una docena de malayos, dos de ellos nuevos (reclutados por nuestro agente Janito). Una mañana fría aunque el pronóstico era un día soleado.

Comenzamos la trayectoria de aproximación por senderos bastante barrosos y húmedos, una bonita vegetación silvestre y una vista hacia Santiago terrible, la mancha negra del smog es demasiado asquerosa. ¿cómo vivimos allí?

Tras más de tres horas de caminata, nos encontramos con los restos de un accidente aéreo (es increíble que aún estén aquí) y comenzó la nieve y el hielo de los últimos días a hacernos un poco más complejo el ascenso. Fue trabajoso avanzar haciendo escalones en la nieve a golpes de piés, pero hacer escalones es la única forma de avanzar seguros.

Un aspecto curioso de este ascenso es que siendo de una altura menor, habían muchas nubes más abajo y hasta pasó una avioneta que pudimos ver desde arriba. Daba la sensación de estar muy alto.

Llegamos a la cumbre todos, lo cual nos permitió oportunamente disfrutar de nuestro más esperado rito, el menú malayo. Esta vez, aceitunas rellenas de pimentones y otra versión con ajíes. Manís con miel, frutas, sandwiches y galletas varias y por supuesto el café mañanero que nuestro gran David nos prepara para cada paseo.

Abandonamos presurosos la cumbre pues el frío nos ahuyentó y una neblina espesa comenzó a manifestarse. Cerca de las 15 horas ya estabamos de vuelta a los transportes, cansados, con mucho barro en botas y ropa, pero contentos, nos ibamos a casa.

La adrenalina y la serotonina circulando por el cuerpo es un beneficio delicioso de estas aventuras malayas. Vale el esfuerzo!!!

Cerro Pintor : helado disfrute

A pesar de haber dormido muy poco por mi incursión nocturna al buen jazz, las ganas de pasar un domingo en la montaña son irrefrenables y siendo las 6 de la mañana estaba en pié preparando mi mochila. A las 7:05 horas (puntualidad británica) ya estaba con el gran David, presidente honorario de Los Malayos, quien amablemente nos recoge en la ruta con su auto para ir al punto de encuentro.

Veintún malayos se aparecen para el paseo. Increíble convocatoria en el kilometro cero del camino a Farellones. Nos redistribuimos en los vehículos 4×4 y nos vamos ansiosos al último andarivel de La Parva.

El cielo sobre la montaña no se veía muy despejado, pero había suficiente sol. El ascenso fue rápido y a medida que avanzábamos, comenzó a sentirse el frío. La temperatura bajó, pero la sensación térmica mucho más, pues el viento fue un acompañante permanente de la ruta. A medio camino, me tuve que poner guantes y una segunda capa de ropa bajo el cortavientos. (Debo reconocer que he aprendido a punta de errores a adivinar lo que necesitaré en cada ocasión y llevarlo en mi mochila). El último cuarto del recorrido fue sobre la nieve, una sorpresa para estas fechas.

Hicimos la cumbre un buen rato después que el escapado Hernán, que parece que se fue corriendo (broma). Mientras esperábamos al resto, el frío comenzó a sentirse fuerte y comenzamos a adelantar parte de la ingesta calórica, reservada para nuestro banquete. Finalmente, ya cerca del mediodía, decidimos bajar a un mejor sitio para que pudieramos estar todos mejor y de paso advertir y proteger a los menos experimentados de una zona con hielo que resultaba bastante peligrosa. De hecho, en ese tramo, los bastones resultaban inútiles con la dureza del hielo y me asusté un poco.

Ya instalados en la zona segura, comenzamos nuestro banquete malayo, la parte sibarita del paseo. Partimos con un aperitivo de salame italiano y aceitunas rellenas con jalapeño, frutos secos, galletas, huevos duros y sandwiches varios. Giovanni cocinó unos champiñones al ajillo y merkén que le quedaron deliciosos, mientras Poncho hirvió té con especias (canela, jenjibre, pimientas y quien sabe que más). Fantásticos aportes. Para el postre uvas y una selección de chocolates y arándanos, para concluir con el buen café brasileño y los turrones, esta vez argentinos, de maní y almendras. Quedamos chatos de comer, pero fue exquisito!!

Bien por los malayos y el montañismo hedonista.

Cascada en Santuario Yerba Loca

Un domingo que llamaba al paseo en la montaña, se configuró con esa agilidad que solo los Malayos poseen. Unas cuantas llamadas telefónicas el sábado por la tarde y a las 8:05 de la madrugada del domingo ya estabamos embarcados rumbo a las curvas de Farellones. Son poco más de 20 kilometros para llegar a la curva 15 que da acceso (a las 9:00 de la mañana, ¿porqué abren tan tarde si además lo cierran a las 17 horas???) a este hermoso Santuario de la Naturaleza.

Llegamos 8 personas a la cita y tras los preparativos de rigor (embetunarse de protector solar es inevitable con días de cruel e implacable sol), comenzamos la caminata hacia el glaciar.

Es un sendero muy fácil de seguir y poco empinado, por lo cual tuvimos la oportunidad de filosofar a viva voz gran parte del recorrido. A medida que se asciende desde Villa Paulina, va desapareciendo la flora, abundante al comienzo, y aparecen grandes rocas en un valle cercado de portentosos cerros. El estero de la Yerba Loca nos acompaña a nuestra izquierda todo el camino, con los rojizos colores de las piedras y rocas, cruzamos el Agua Larga y llegamos a una zona de pastos, en donde pudimos gozar de un espectáculo prodigioso, una manada de caballos y dos crías de corta edad. La sesión de fotos fue larga, porque era precioso y afortunado lo que vimos.

Tras caminar algo más de cuatro horas, llegamos al lugar elegido para el banquete malayo. Frente al cerro Altar Falso y más allá el Cerro La Paloma y al costado derecho, una enorme cascada que cae desde la altura en tres fases con una abundancia de aguas increíble. Perfecto escenario. En invierno esta cascada se congela y según me cuentan se pueden hacer unas escaladas en hielo extraordinarias. Que gran lugar!!.

El almuerzo, comenzó tímido pero se desató en sabores, unas aceitunas con alcaparras, trozos de chorizo, aceitunas rellenas de pimentón, machas al natural, pistachos y castañas de caju. Después de compartir tan magníficos aperitivos, cada cual sacó su merienda personal y algunas rodajas de tomate y cortes de palta fueron a dar a sandwiches de jamón y queso, dando nuevos sabores a cada cual. Manzanas, duraznos y ciruelas deshidratadas, además de galletas terminaron por acercarnos al cierre sabroso. El buen café brasileño y el turrón uruguayo, exquisitos!!.

El retorno fue bastante rápido y aún así, llegamos muy cerca de la hora de cierre del lugar. Un par de malayos que se atrasaron más de la cuenta, nos obligó a esperar y rogar al guardaparque que nos esperara para salir del lugar.

Lindo lugar, aunque el criterio para definir el horario dista de ser cuerdo.

Ascenso a La Campana : paseo dominguero

A pesar que no supera los 2.000 metros, este cerro de la quinta región es un buen desafío para quienes gustan de un trekking exigente y en pleno contacto con una preciosa naturaleza autóctona.

A las 7:15 me subí al auto con otros 4 compañeros malayos, para dirigirnos hacia la carretera, al punto de reunión habitual (La Copec después del primer peaje). Tras una prudente espera, compras de desayunos y arribos diversos, ya estábamos listos. Once contertulios para degustar este paseo.

Llegamos al Parque a tiempo, ya estaba abierto, aplicamos betún protector solar e iniciamos la travesía. Gran cantidad de vegetación nos acompañó casi todo el camino, senderos entre los árboles y la prodigiosa sombra de éstos, nos permitió un ascenso bastante agradable a pesar de lo empinado que es. La verdad es que el cerro no es muy alto, pero desde el punto de partida hay que ascender alrededor de 1.600 metros, lo cual se nota, sobretodo en las piernas.

En mi cordada con Marcela tardamos casi tres horas en llegar a la cumbre, muy cansados. Media hora antes ya habían llegado los malayos campeones de la velocidad (Hernán e Ignacio) y un buen rato después llegó, poco a poco, el resto del grupo.

Una vez instalados en la cumbre, hay una vista espectacular de los valles y del cordón montañoso. De hecho, es posible tener una panorámica que incluye al imponente Aconcagüa.

Recorriendo el lugar pude consternarme de los innumerables rayados que la gente ha hecho por años. Encontré uno del año 1961 y el más reciente de inicios de enero del 2008. Qué verguenza!!!. Algo tan hermoso, rayado con estupideces, a quien le interesa saber que tal o cual llegó a dicho lugar?.

Bueno, una vez agrupados continuamos con un banquete malayo de proporciones. Esta vez incluyó, un paté de foi francés y el hummus que preparé para la ocasión, servidos con galletitas. Se añadió un delicioso queso camembert y frutas diversas, incluyendo naranjas, peras y duraznos frescos. Seguimos con chocolates de trufas, café malayo y el habitual turrón. Todo esto amenizando los sanguchones que cada cual llevó para recuperar el gasto energético de la subida. En fin, una fiesta gourmet en la cumbre.

El descenso fue vertiginoso, ya que no teníamos mucha agua (yo ya me había tomado casi 4 litros en la subida) y era menester llegar al sector de la mina en donde hay agua de vertiente (un hilito de agua, pero deliciosa y helada). Solo nos detuvimos para revisar la placa recordatoria de Charles Darwin quien hacia 1886 anduvo por estos parajes.

Ya en la entrada del Parque, esperamos al resto del grupo y nos fuimos a la Plaza de Olmué a degustar un rico Mote con Huesillos, un rito similar al que hacemos en la cumbre del San Cristobal quienes subimos en bicicleta. Los ritos son una parte exquisita de los paseos.

Un fantástico trekking de domingo, repetible muchas veces a pesar del calor y el esfuerzo.